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Gonzalo García Olivares: buena madera

Por Ramiro García Morete

De chico, Gonzalo pasaba muchas horas en la casa de su abuela Eugenia. Se ve –o eso advierte– que miraba con particular atención el piso. En la clásica galería antigua, se fascinaba y lo perdía la ilusión visual que genera el parqué con “rombos, que forman como un 3D y que cuando los mirás no sabés cuál está delante y cuál detrás”. Sería por aquellos años de infancia –mucho antes de entrar a Diseño Industrial y agotarse de cierta precisión milimétrica exigida– que tenía una fantasía recurrente. Se trataba de “un lugar que fuera una pared, que la gente me podía ver o no. Pero no me podía alcanzar. Un refugio lleno de agujeros. Como una cáscara o una corteza”.

Ese lugar quedaría suspendido en el cielo de las ideas hasta no hace mucho, cuando empezó a darle forma. Porque “eso es lo que nosotros hacemos”, dirá. “Materializamos ideas”. Ocupando las horas extras del trabajo rutinario, García Olivares (tal es su apellido) materializa ideas propias o ajenas en el taller del barrio El Mondongo. Ahí se dedica diariamente a la carpintería, oficio que aprendió a los veintiún años y que abandonó, harto de un patrón. Pero no se cansó de la forma y de meter mano. Poco después ingresaría en la Facultad de Bellas Artes y se orientaría hacia la escultura. Allí hallaría una mirada más experimental y subjetiva que en su carrera anterior. Pero la pasión por el milímetro y por perderse en la madera como quien atraviesa el tiempo, también. Ya no sólo por trabajo, sino por necesidad creativa. O como quiera que se llame eso de volver materia las ideas.

Como la de aquellos suelos de la infancia, cuyos pasos llegaron hasta un importante reconocimiento con “En la atención se rememora lo que se esconde”, obra que forma parte de la muestra del Salón Provincial de Arte Joven 2018, Escultura y Experiencias Especiales, que se inaugura este jueves a las 19 hs en el Museo Pettoruti (51 e/ 6 y 7). O como aquella imagen de la semilla que hoy trabaja sábados y domingos sin saber hasta dónde llegará. Pues así funciona: la semilla se vuelve árbol y su madera, más que suelo, se hace camino.

Respecto a la obra ganadora –elaborada con guatambú, cedro y “pino viejo, de esos que venían antes”– y que se estrenará en la muestra, cuenta que “lo había hecho en función de colgarlo en la pared, más como un cuadro. Después surgió la idea de ponerlo a piso y de esa manera que empiece a cumplir otra función más escultórica. La escultura necesita un recorrido”.

García Olivares distingue el oficio cotidiano y aquello que puede ser una posible pieza artística: “A veces se puede mezclar ambas cosas y a veces no. Hay cosas que son muy personales. En esto que presenté, más de una persona me preguntaba por qué no hacía muebles o mesas con esto, que se van vender. Pero para mí es algo que va por otro lado. Lo empecé a laburar con las maderas de pisos viejos. Son pisos de casas antiguas que en un momento la arquitectura va a perder o van a hacer una nueva tirada con otra manera”. Y agrega: “Es un parqué que viene del mosaico como un patrón, una unidad que, repetida tantas veces, genera una imagen más grande que se va completando hasta donde vos quieras, algo infinito”.

Respecto a esa sensación de infinito, García Olivares cuenta: “Me encanta laburar. Es como que una vez que entrás, es trance y le metés”.

Dice que planea un viaje profesional con el reconocimiento obtenido, y que aunque sabe que se acota a la decisión de un jurado y es subjetivo, «me da orgullo que funcione en el ambiente artístico». «Les metí tanto tiempo. Te dan ganas de seguir laburándolas. Hay que meterle, hay que hacerlas. Las ideas sin materializar son nada. Y nosotros básicamente lo que hacemos es materializarlas.”

En su agradecimiento hace especial hincapié en la educación pública, como cuando en 2016 obtuvo en grupo el Premio Desafío Bienal Internacional de Chaco 2016. “Cada alumno y egresado debería agradecer de alguna manera a la educación pública. Siempre hay que devolver de alguna manera. No necesariamente en la Universidad. Y fuera de que es un derecho, somos privilegiados. Tengo la posibilidad de que mis viejos me ayudaron para poder ir a estudiar donde tenés los docentes, tenés el espacio, tenés todo para hacerlo”.


 

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