Fernando Menvielle: el verbo hecho carne

Por Ramiro García Morete

“Te obsesiona/poeta amargo, la vida bulle/y la ciudad arde,/ y el cielo se resuelve en lluvia,/y tu pluma araña el corazón de la vida”, escribió un tal Antonin Artaud. En cierto modo, una obra poética se construye en base a obsesiones. No a certezas, puesto el que mismo Artaud consideraba que “la vida es arder en preguntas”. “Se pudren las preguntas/Dentro de mí, sin contestarlas,/Los pensamientos se mueven en mis venas/Como un voraz animal”, escribe Jorge Menvielle. Desde sus canciones (detrás de Almamosca) hasta sus textos, parece obsesionarlo el mismísimo corazón de la vida. Pero por supuesto no tiene el contorno cándido de tarjeta de San Valentín, sino que es un corazón desangrado y putrefacto, henchido de miseria y belleza.  Lo obsesiona y fascina ese delgado borde lo espeluznante y lo maravilloso, entre la demencia y la cordura. Inspirado en nombres clásicos como Rimbaud, Artaud, Badelaire o Poe, el músico decide en plena cuarentena lanzar virtualmente “La Carne es Fragil” y espera editarlo físicamente en breve.

El libro, breve pero de visible intensidad, surge en verdad hace un tiempo atrás. “El primer poema que escribí se llama ´Bicefalocura´ surgió una madrugada yo creo que de 2010, pensando en mi propia locura. Soy un ser que piensa mucho en la locura y los puntos de vista de la misma. Y me imaginé la mía como una criatura de dos cabezas. Una que aniquilaba mi cordura y otra como una caricia maternal que me tranquilizaba en la eterna soledad de la luna”. Y explica el criterio del libro: “Si siempre sentí que todo lo que escribía de alguna forma iba a ir engendrando el lomo de un libro. Obvio que tiene un criterio la selección y son de distintos periodos de tiempo que varían más o menos en cinco años. El criterio fue el de los momentos de una vida. Los primeros poemas son más luminosos. Serían el período de la semilla  germinando… es como lo invertido de la luz o una germinación de sombras. Después van cambiando la densidad de las imágenes hasta tocar el barro mismo de la decantación de toda una vida o de una muerte naciendo”. 

“Rojo punzante del dolor,/Negro camuflaje depresor,/Soy la conjunción”. Rojo y negro. Tánatos y Eros, en psicología. La poesía de Menvielle se mueve entre ambas pulsiones: “Exacto. Entrando y saliendo a su antojo de la carnalidad, entrando y serpenteando un espíritu y sus vivencias dentro de su cuerpo. De esto me enseñó mucho Artaud sobre la sublevación del espíritu. Tremendo cómo describía eso y lo que causaba en su propio cuerpo estos espasmos del alma”.

Las referencias y el estilo de Menvielle escapan bastante a la contemporaneidad y eluden también localizaciones geográficas o temporales: “Son visiones interiores en descripciones bastante surrealistas. Como paisajes no geográficos. Siempre entendí a la poesía como algo que me ofrece una explicación a todo lo que surge de mi cabeza de mis sueños de mis pesadillas, de toda esa licuadora gotea la tinta de mis poemas”.

“Soy un experimento, un tubo de ensayos encriptado,/Guardando el antídoto”. El poeta explica su metodología: “En mi caso se da como un método casi de inconsciencia. O sea… es como un dictado de algo que en mí comienza a vociferar. Y yo con mis herramientas voy modelando todo eso que casi inexplicablemente aparece. Es un proceso muy natural en mí”. Y cuando aparece, ¿qué determina que esas palabras acaben en poema o en canción? La respuesta es simple: “El factor en realidad es que yo decida agarrar mi guitarra y transformar ese poema en algo sonoro y melódico. Te diría que todas mis canciones en su embrión fueron poemas”.

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