El Teatro Argentino, emblema del arte: renacer, una y otra vez

Por Gabriela Riera

El jueves 20 de abril a las 18 hs se ofrecerá un concierto sinfónico-coral de la Orquesta y el Coro estable del teatro, y cuatro cantantes solistas interpretarán la Sinfonía N° 9 de Ludwig van Beethoven bajo la dirección de Carlos Vieu y la preparación coral de Eduviges Picone.

«Reabrir esta sala, después del abandono que sufrió este teatro y la cultura en general de la provincia de Buenos Aires, nos llena de orgullo y de emoción. Fue un esfuerzo muy grande, en articulación con otras áreas del Gobierno de la provincia para llevar adelante estas obras que ponen en valor y recuperan una sala histórica, muy cara a los sentimientos de los y las platenses», declaró la presidenta del Instituto Cultural de la Provincia, Florencia Saintout, de quien depende orgánicamente la institución.

«Tengo 55 años y 33 en el coro, así que estoy en condiciones de decir que para mí el Teatro Argentino es mi segundo hogar. Vi nacer esta sala y con mucha tristeza años después la vi apagarse, en forma literal, vaciar sus bambalinas, porque hay pocas cosas más tristes que un escenario sin artistas. Fueron muchos años de verlo esperándonos. Por fin llega ese día para mí tan ansiado», expresa emocionada la soprano Roxana De Viggiano.

«Ese aroma tan particular que tiene, que a los artistas nos da vida, porque tenemos sentido cuando estamos en un escenario. Fueron muchos años de espera para que esa sala se abriera por primera vez en el año 2000, luego de haber trabajado en el Teatro del Lago, en la sala del Cine Rocha. Para mí la palabra que se me viene a la mente es un renacimiento, un resurgimiento del arte, que amo tan profundamente, así que allá vamos, en mi caso con la misma energía y el mismo amor por esta vocación», agrega.

«Alegría, eso resume todo lo que siento», afirma, por su parte, Julio Ricciardi, delegado de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) en el Teatro Argentino. Su compañero Carlos Poblete reafirma la posición: «Es un avance sumamente satisfactorio», pero agrega que aún faltan cosas, y no es que sea un inconforme, es que ha visto frustrar sus ilusiones demasiadas veces. 

Fundacional

El Teatro Argentino abrió por primera vez el telón en el año 1890, gracias a un grupo de vecinos que se percataron del faltante en los planos que el ingeniero Pedro Benoit realizó para el trazado de la ciudad de La Plata. Constituyeron una sociedad anónima que adquirió el terreno y comenzó la construcción gracias a un préstamo del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Dicho sea de paso, el gerente del banco era parte de esa S.A. junto a varios funcionarios provinciales.

El edificio, de estilo renacentista, volvió a quedar abandonado unos años más tarde y sus palcos y terrenos salieron a remate. El Gobierno provincial efectuó el rescate correspondiente y tomó posesión de la sala en 1924. 

Recién en 1937, y luego de una profunda refacción, comenzó a funcionar como un verdadero teatro de producción, cuando se formaron los talleres de escenografía, sastrería, zapatería, y se dio lugar a los concursos para integrar la orquesta, el coro y más tarde la compañía de danza. En los años siguientes, la masa trabajadora comenzó a nutrirse con artesanos de todos los distritos de la provincia de Buenos Aires.

Teatro Argentino, Sala Ginastera

Brilló y desplegó sus riquezas en los años 50, bajo el Gobierno de Juan Domingo Perón, cuando la ciudad cambió de nombre en homenaje a Eva Perón. Las funciones se realizaban casi todos los días, óperas escenificadas, conciertos, espectáculos de ballet o funciones populares que se llenaban de niños en edad escolar o trabajadores convocados por los gremios. Las figuras y artistas internacionales se turnaban en el escenario con los actos de fin de curso de las escuelas y conservatorios de arte de la zona.

También hubo lugar para artistas bonaerenses, como el caso de Amneris Perusín, «Pirucha», cantante lírica que educó a sus tres hijos entre óperas y camarines. Había nacido en 1925 en Tres Arroyos, en el seno de una familia militante y politizada. Vio y sintió el peligro con la llegada de la última dictadura militar. Tristemente se convirtió en fundadora de la agrupación Madres de Plaza de Mayo, reclamando por la aparición de su hijo Daniel Omar Favero, secuestrado el 24 de junio de 1977 en su casa de La Plata.

El incendio y la dictadura militar

Ese mismo año, en octubre de 1977, el teatro sufre su mayor tragedia, el incendio y la pérdida total de la sala y algunos talleres (que se ubicaban sobre el escenario). Rescataron lo que pudieron, trajes, partituras, bocetos. Pero el Gobierno militar era un monstruo demasiado grande. La demolición los encontró sin recuperarse del impacto, y aún secando sus lágrimas. Sin sede propia, los trabajadores peregrinaron, «salieron a los caminos», solían decir.

El Gobierno provincial militar propició el proyecto de una obra monumental, gigantesca, con estilo «brutalista». Años de burocracia y corrupción demoraron lo que se transformó en un «elefante blanco». Se demolió el símbolo de la cultura de la provincia de Buenos Aires, un pozo gigante ocupó la manzana de calle 9 y 10 entre 51 y 53, tan profundo que en la excavación se encontró un cliptodonte, que tuvo su destino final en el Museo de Ciencias Naturales. No más edificio barroco, no más «Jardín de la Paz», aquel que fue creado con las donaciones de las delegaciones culturales de los países que visitaban la ciudad.

Con la vuelta de la democracia, los reclamos de los trabajadores, artistas y funcionarios se incrementaron y se alquiló una sala alternativa donde se pudieran desarrollar espectáculos dignos.

Pasaron los años. El edificio nuevo crecía, pero no había cabida para el arte. A modo de «toma de instalaciones», en 1984 se realizó el «Concierto en Obra». Coro y orquesta convocaron a los vecinos a ingresar al laberinto de escaleras, huecos, andamios oxidados y terrazas. A partir de allí la consigna fue «tenemos que tomar el edificio».

Se levanta el telón

En el año 1999, con los auspicios de la inauguración de grandes obras en la ciudad de La Plata, se levantó el telón en el nuevo edificio y la sala lírica recibió el nombre de Alberto Ginastera, el compositor argentino de música académica contemporánea considerado uno de los más importantes del siglo XX en América; su estilo incluye el uso de motivos propios del acervo folclórico argentino; compuso óperas, ballets, piezas orquestales, obras corales, conciertos para solistas, sonatas y música para películas.

Se habilitaron salas de ensayo, talleres, lugares para exposiciones y la rueda comenzó a girar. Se anunció una primera temporada con la producción de óperas y obras coreográficas, más un ciclo anual de conciertos de la Orquesta Estable.

La temporada trunca

La crisis financiera y gubernamental de fin de 2001 no pasó desapercibida, y la temporada quedó trunca. Los trabajadores cobraban en patacones, en pagos desdoblados.

A pesar de eso, el Gobierno provincial levantó el telón nuevamente y puso en marcha una temporada ingeniosa para el año 2002, con bajo presupuesto. La propuesta fue convertirse en la vanguardia de los teatros líricos de Latinoamérica. No competir con otros nacionales, crear la diferencia.

Tras la tragedia de Cromañón, la sala volvió a cerrarse durante más de ocho meses, pues faltaban medidas de seguridad para los espectadores y trabajadores. Se trabó la rueda.

En los años siguientes volvió a girar, a pesar del bajo presupuesto, convocando al público a presenciar ballet, óperas, conciertos, pese a las fallas que comenzaron a notarse en la construcción y el alto presupuesto requerido para su funcionamiento.

El cierre indefinido

En 2015, la entonces gobernadora María Eugenia Vidal asume el cargo junto a sus ministros en la Sala Alberto Ginastera, la gestión propone para el teatro una etapa de reparaciones. Sin presupuesto, las obras se postergan, y solo se realizan algunas refacciones sobre el nivel de calle, junto con la instalación de un sistema de iluminación exterior, y se cambian la totalidad de las butacas. 

Si bien los trabajos estaban pautados en cuatro etapas, quedaron inconclusos y el teatro permaneció cerrado indefinidamente, sin poder realizar ningún tipo de actividad cultural, situación que denunciaron reiteradas veces sus trabajadores, los miembros de los cuerpos estables y el personal técnico.

La paralización de las obras y la pandemia dejaron sin posibilidades la apertura de la sala. La maquinaria y los problemas edilicios se profundizaron. El nuevo Gobierno realizó una evaluación general y se comprometió con los trabajadores a reabrir la sala lo antes posible. Comenzó un plan de refacción total del teatro para lograr su funcionalidad integral. La sala presentaba problemas de climatización, filtraciones e inundaciones, vandalización, iluminación deficiente, camarines inutilizables, desprendimiento de cielorraso, entre tantos otros problemas.

Se programaron algunos conciertos en espacios alternativos del edificio, en salas externas, y se habilitaron espacios exteriores que nunca habían sido utilizados con espectáculos de música, instalaciones, muestras o danzas de corte popular, impregnando la gestión con una característica abierta a la diversidad.

Inversión y reapertura

El Gobierno bonaerense dedicó una inversión de más de 350 millones de pesos, realizando acciones de adaptación termomecánica y trabajos de electricidad y oleohidráulica. Además, se mejoró el sistema de ventilación y remoción de aire, se acondicionó el escenario, se puso en funcionamiento el sistema de telones, se arreglaron los baños para el público y se removieron los escombros de la obra original, lo que mejoró la seguridad de los operarios y permitió trabajos subsiguientes.

La Sala Alberto Ginastera fue inaugurada el 12 de octubre de 1999. Allí se desarrollan las temporadas líricas, los espectáculos coreográficos de ballet, los conciertos sinfónicos y populares.

Con su capacidad actual para 1.780 espectadores, posee la forma tradicional «en herradura», con una geometría y proporción armónica que aseguran su buen funcionamiento y excelente nivel acústico. 

El escenario de 1.365 metros cuadrados, uno de los más grandes de Latinoamérica, permite varias posibilidades respecto de las escenografías, efectos lumínicos y de sonido que lo hacen único en la región. Incluye dos montacargas que conectan con las áreas de taller ubicadas en el cuarto subsuelo, donde se realizan los grandes decorados, que facilitan y agilizan su traslado. 

La reutilización de la Ginastera permitirá el regreso de una temporada artística con un ciclo de conciertos, óperas, ballets y el pleno funcionamiento de los talleres técnicos, donde artesanos altamente calificados producen de forma integral los espectáculos, desde zapatos y vestidos hasta telones, escenografías y elementos de utilería. Según se adelantó, la programación de 2023 estará inspirada en Giuseppe Verdi y Serguéi Rachmaninoff.

Investigación y documentación consultada en las colecciones patrimoniales del Archivo Histórico Artístico del Teatro Argentino.  


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