“El policía es un perejil, pero en los juzgados están los pesos pesados”

Por Florencia Abelleira

El tren que sale de Posadas está por partir y uno de los informantes le avisó a Claudia Lascano que allí van unas adolescentes misioneras para la capital. Ella se sube, las baja y viaja con ellas trescientos, cuatrocientos, quinientos kilómetros hasta los pueblos del interior donde están sus familias, creídas que sus hijas van a trabajar como amas de casa para la clase media porteña. Claudia tiene miedo de ir presa. Las horas que le lleva devolver a niñas de catorce, quince o dieciséis años le puede costar una denuncia por secuestro.

Su inclinación a formar una ONG, luego la Coalición (de ONG misioneras y paraguayas) Alto a la Trata, y el año pasado lograr la apertura del refugio Mburucuyá, que aloja a niñas víctimas de la explotación sexual, surgió cuando se topó en 2005 con una víctima de trata sin saber, en realidad, lo que era ese tipo de explotación de personas.

En ese entonces vivía en San Ignacio, el pueblo misionero famoso por las ruinas jesuitas, y el municipio la convocó por ser educadora popular a trabajar con una niña que había llegado de Entre Ríos.

De ahí en más, ya en Posadas, comenzó a vincularse con distintas organizaciones. “Empiezo a curosear, a ver cómo funcionaba esto, empiezo a ver cómo las pasaban a las chicas, cómo se las llevaban a distintas partes del país”, cuenta Claudia.

Posadas se había vuelto un cruce muy importante de víctimas, sobre todo fortalecido por la cercanía a la triple frontera. Hicieron informantes a camioneros que accedían a ver cómo era la movida de la captación de víctimas, la gente los empezó a conocer y a llamar y cuando empezaron a actuar en toda la provincia se vieron desbordados. En ese momento no había una legislación que pudiera detener a captores o entregadores porque para el Estado no cometían ningún delito. “En ese entonces no teníamos ley, por eso pido una reunión con Eva Giberti. Ella nos reunió con jefes de las fuerzas y jueces federales y empezamos a trabajar juntos”.

¿Cómo fue tu participación en el proceso de la ley de Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas?

Cuando pedimos reunirnos con Eva Giberti en Capital Federal, la ley ya estaba siendo discutida. Había varias organizaciones en contra, hasta Susana Trimarco estaba en la duda. Nosotros debatimos en la Coalición y dijimos que si no teníamos una ley no íbamos a frenar nada. En ese momento, captar y trasladar no era delito de nada si no se probaba la explotación. Como la explotación se hacía en otra provincia, ya no teníamos los juzgados provinciales para actuar. Era un desastre. Nosotros decíamos: “Que se sancione la ley y después se perfeccionará, pero tengamos una ley para empezar a trabajar”.

¿Qué ocurre cuando una víctima es liberada? ¿Logra reinsertarse fácilmente en la sociedad?

Para las chicas, volver a reconstruir su vida normalmente lleva un tiempo. Con profesionales trabajando juntos y un Estado que les da respuestas es mucho más fácil. Cuando eso no estaba presente había mucha reincidencia de las víctimas. Íbamos a hacer allanamientos y nos encontrábamos con las mismas víctimas de nuevo. Eso ya no sucede tanto. Frente a las respuestas del Estado, las víctimas no vuelven a las redes para sentirse contenidas. Venían con mucho sufrimiento, con mucho dolor, pero era tal el choque cultural y social para volver a sus hogares, a sus amistades, para enfrentar las acusaciones que sufrían por ser víctimas, que hacía que ellas volvieran a caer en redes.

Me he encontrado con una nena de catorce años que me dijo: “Usted es la que me salvó la vez pasada”. Esa nena quería decir: “Estoy esperando a que me salven pero en realidad no tengo a dónde ir”.

¿Cómo es el reclutamiento de mujeres?

En Misiones no se da por secuestro, se da más que nada por seducción: a través de trabajo o de noviazgos. Aquí hubo una red donde el que captaba a las mujeres las tomaba como esposas y las iban rotando entre Santa Fe, Entre Ríos, Santiago del Estero y Chaco; y ellos cobraban un alquiler por esas chicas. El juicio terminó en Santiago del Estero y dejamos toda la información que teníamos en la Protex (Procuraduría para el Combate de la Trata y Explotación de Personas) para que siguiera la investigación, porque la red de captadores estaba en Santa Fe pero con vinculaciones en otras provincias.

¿Se conoce cómo operan las redes?

Lamentablemente no sabemos cómo funcionan porque no pudimos desarrollar la inteligencia suficiente para descubrir eso, pero tenemos mucha esperanza puesta en la Protex. Las connivencias que hay son terribles y no solamente con la policía, sino con el Poder Judicial. Si vos llevás todo el tiempo pruebas de que hay una posible situación de trata y todas las pruebas te las desestima, vos decís ¿pero a este juez que le pasa?, ¿qué más quiere? El policía es un perejil, pero en los juzgados están los pesos pesados. Y esto lo tienen muy claro los tratantes. ¿Cómo los compran? No solamente con plata, también con servicios sexuales.

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Mburucuyá: un lugar para volver a ser niñas

“Hay un problema muy grave que es que, cuando las menores vuelven, las madres suelen no reconocer a sus hijas. Vienen con un montón de experiencias vividas muy complejas”, dice Claudia Lascano. Las niñas que son rescatadas de las redes de trata necesitan una recuperación con la intervención de profesionales que las ayuden a volver a sus vidas. Un lugar ejemplar para hacer este proceso es Mburucuyá, el refugio que el año pasado abrió la Coalición Alto a la Trata y está ubicado en Garupá, a dieciséis kilómetros de Posadas.

“El refugio fue construido con todas las características arquitectónicas y edilicias que responden a las necesidades de las víctimas de trata”, cuenta Lascano.

Los arquitectos que lo construyeron hablaron con psicólogos y analizaron cómo son los lugares a donde se llevan a las mujeres y los tratamientos que reciben al ser liberadas, para diseñarlo de la manera más apropiada.

“Las ventanas son muy amplias, no hay rejas, las habitaciones no son para más de dos, para que puedan tener la intimidad necesaria. Tienen lugares de socialización pero se respeta su intimidad también; y el lugar donde trabaja el equipo interdisciplinario está separado para que las chicas puedan entrar y salir libremente”, explica la educadora popular.

Además, también cuenta con un equipo interdisciplinario permanente y otro que trabaja en los lugares de origen de las víctimas que establece los vínculos con las familias de las niñas y las prepara para el regreso de sus hijas.

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