Por Flavia Delmas
¿Por qué millones de mujeres marcharán el internacional 8 de marzo en 55 países del mundo? La respuesta no es unívoca y esa es la principal riqueza de un movimiento que no tiene una conducción personalista ni jerárquica, aunque sí el germen del #NiUnaMenos gestado en Argentina y la enorme movilización contra Trump y la misoginia que representan las políticas neoliberales que realizaron las mujeres en Estados Unidos.
«Si mi vida no vale, produzcan sin mí», dice una de las principales consignas convocantes. Es que el alto porcentaje de aporte al producto bruto interno de los países lo realizamos las mujeres a través de las múltiples tareas de cuidado de niños y niñas, de personas enfermas o desvalidas, de limpieza, entre otras no reconocidas como tales en los hogares.
También sucede que esa jornada se multiplica en tareas fuera del hogar. En los sectores populares son muchas las mujeres solas que encabezan familias y sostienen la olla; en otros sectores que han alcanzado trabajos formales lo que se vuelve inalcanzable son los puestos jerárquicos y la igual retribución salarial por el mismo trabajo, con una diferencia que llega al 30%.
Esto se agrava con el avance de las políticas de ajuste y conservadoras, con los despidos, el crecimiento del desempleo, la pérdida de poder adquisitivo, la inflación imparable y los sueldos a la baja sin paritarias. Debemos sumar a ese oscuro panorama el retroceso y vaciamiento de políticas de educación sexual integral, de acceso al aborto legal, de cooperativas populares, de autoconstrucción de viviendas, entre tantas otras dirigidas particularmente a las mujeres.
La violencia vuelve a ser un tema central. La regresión en las condiciones de vida aumenta las vulnerabilidades y el patriarcado, enunciado por varones violentos que responden de manera fascista al llamamiento de las mujeres, encuentra la impunidad de un Estado expresado, sólo por poner dos ejemplos, en la inacción del Consejo Nacional de las Mujeres, cuyo megaplan aún no está en vigencia con un presupuesto atacado por la tijera del Gobierno nacional de Macri, y en el Poder Judicial y sus fallos sexistas.
Capítulo aparte merece el gobernador Morales y su feudo, que mantienen presa de manera ilegal a la dirigente política y social Milagro Sala. La violencia institucional que sostiene la sordera de un poder no dispuesto a escuchar los mandatos y reclamos internacionales que desde Naciones Unidas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, diversos jefes y jefas de Estado, así como prestigiosas organizaciones como Amnistía Internacional o la ONG global Human Rights Watch, vienen sosteniendo.
El pedido de libertad se ha manifestado en todas las asambleas de mujeres en el país, en las plazas, en las aulas, en los barrios, en sindicatos, su nombre ha resonado con fuerza. Porque los atropellos al estado de derecho no pueden permitirse si es que realmente queremos vivir en democracia.
La violación cruenta, la trata y explotación sexual y laboral, la tortura en relaciones de pareja o ex pareja, el abuso sexual en la infancia, la persecución y hostigamiento a transexuales, travestis y mujeres sobre todo migrantes, la lesbofobia, el feminicidio tras un continuum de terror, la infibulación, la prostitución, el casamiento por dote, la muerte en abortos clandestinos, son alguna de las tantas razones por las cuales las mujeres nos organizamos y salimos a las calles.
Si aún preguntan por qué marchamos las mujeres el 8 de marzo, busquen en la historia, desde las sufragistas y las mujeres trabajadoras norteamericanas, alemanas y rusas en el siglo XIX, a las mujeres islandesas que en un significativo 24 de marzo de 1975 pararon el país en reclamo de igualdad, hasta las Madres y Abuelas que enfrentaron la dictadura en nuestro país y las piqueteras que desafiaron el hambre. Tal vez así se comprenda que no vamos a ceder hasta lograr una vida con justicia de género.