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De la provincia de Buenos Aires a Brasil

La elección bonaerense cambió el clima político argentino, así como la histórica condena a Bolsonaro reanima las luchas democráticas brasileñas. Pero EEUU, que desplegó una flota de guerra en las costas de Venezuela, atacó una embarcación y mató a 11 personas, amenaza la paz de todo el continente.

Por Miguel Croceri (*)

Desde la elección legislativa y en los cuerpos representativos municipales de la provincia de Buenos Aires el domingo 7 de este mes, cambió el clima político nacional. Aquella parte de la ciudadanía que se siente agobiada por el gobierno de Javier Milei, por primera vez tuvo un alivio.

En la República Federativa de Brasil también acaba de cambiar el clima político. Ocurre porque el jueves reciente, 11 de septiembre, el Supremo Tribunal Federal (STF) -que es el máximo órgano judicial del país-, condenó a 27 años de prisión al ex presidente ultraderechista Jair Bolsonaro por el intento de golpe de Estado perpetrado el 8 de enero de 2023, apenas una semana después de que asumiera su tercera presidencia Lula Da Silva, quien semanas antes le había ganado la elección en segunda vuelta.

Ambos acontecimientos, los cuales en apariencia pueden tener escasa relación entre sí, llevan implícita la posibilidad de fortalecer a las fuerzas democráticas y populares que, en cada una de las dos naciones, soportan el asedio de las ultraderechas respaldadas por poderes de facto locales y por Estados Unidos.

En el caso bonaerense/argentino, el efecto institucional concreto de la elección se limita unicamente a modificar (a partir de cuando asuman los/las nuevos/as representantes el 10 de diciembre) la composición de la Legislatura de la provincia y asimismo de los concejos deliberantes y consejos escolares de los respectivos municipios.

El resto de las consecuencias políticas del triunfo de Fuerza Patria ante La Libertad Avanza por una contundente diferencia superior al 13 % del total de votos en el territorio provincial, son solo provisorias. Podrán confirmarse y aún profundizarse, o tal vez revertirse o quizás atenuarse en su potencia política, según como sea el resultado de la elección de legisladoras/es nacionales el próximo 26 de octubre en todas las provincias argentinas.

En lo inmediato, al mileísmo se le acabó la sensación de impunidad que le otorgaba su legitimidad electoral de origen, tras el aplastante 56 % que consigió su jefe en el balotaje presidencial contra Sergio Massa hacia fines de 2023.

A tal punto fue el derrumbe anímico del oficialismo en la noche del domingo 7, que Milei reaccionó como lo que “no” es. Se repite: reaccionó como lo que no es. No es un dirigente de carácter sereno, ni acostumbrado a los sinsabores, adversidades y eventuales derrotas en la política, y menos aun respetuoso de la convivencia pacífica en las instituciones del Estado y en la relación con la sociedad en general.

Es, por el contrario, un individuo emocionalmente desquiciado y violento, un ególatra y megalómano al que sus propias creencias esotéricas y los éxitos políticos conseguidos en apenas unos pocos años, más -lo que nunca se menciona- el apoyo del poder capitalista local y mundial (denominado “el mercado”) y asimismo de Donald Trump y del gobierno de Israel, lo convencieron de que era un enviado de Dios en la Tierra.

Dentro de semejante desvarío personal y político, fue extraordinariamente positivo el hecho de que en la misma noche del escrutinio apareciera en público hablando pusadamente y reconociendo la derrota, en lugar de reaccionar con su habitual ánimo violento, a los gritos y con gestos de rencor, psíquicamente “sacado”, fomentando el odio y -como proyección política de todo eso- denunciando fraude y desconociendo el resultado electoral.

La contundencia de los votos obligó a Milei a calmarsa, al menos en los primeros momentos. Los poderes empresariales y demás corporaciones que lo sostienen desde adentro del país, y de igual modo los factores de poder extranjeros como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el trumpismo y la ultraderecha israelí, tomaron nota de que surgió un nuevo clima político en el país, emergido desde las bases de la sociedad y traducido en votos.

Bolsonaro condenado y Trump al ataque

En Brasil, el fallo del Supremo Tribunal Federal contra Bolsonaro por encabezar una conspiración golpista hace dos años y medio, no pudo ser más categórico. Fue condenado a 27 años de prisión por cinco delitos: intento de golpe de Estado, intento de abolicion del Estado Democrático de Derecho, pertenencia a una organización criminal, daño al patrimonio público y daño a bienes protegidos. (Reseña del portal de Telesur, nota del 11/09/25).

Al mismo tiempo, otros siete jerarcas del gobierno bolsonarista, desde ex ministros hasta un edecán presidencial, y en su mayoría militares (en actividad o retirados), también fueron condenados. Según sus respectivas responsabilidades por los delitos comprobados, deberán cumplir penas que van desde los dos años de prisión a los 26. (Tema detallado por la plataforma chilena de noticias Emol, nota del 12/09/25).

La sentencia multiplica su significación histórica si se tiene en cuenta que en Brasil nunca un militar había sido castigado penalmente por delitos cometidos desde la esctructura del Estado, ni aún habiendo asaltado los poderes públicos y ejercido la violencia contra la población. Ni uno solo de los jefes castrenses brasileños fueron jamás investigados por las atrocidades de la dictadura que azotó a la nación vecina durante dos décadas 1964/1985). Miles de crímenes, cien por ciento de impunidad.

Pero los sucesos de los últimos días, prefigurados en los meses anteriores y cada vez peores y con peligrosidad creciente, no terminan en la merecida condena a Bolsonaro y sus secuaces.

Por el contrario, ello dio lugar a declaraciones de Trump y su gobierno que se entrometen en asuntos internos de Brasil y amenazan la paz y la soberanía nacional de ese país que, como se sabe (y dicho esto con amarga ironía), queda al lado de Argentina.

Horas después de la sentencia contra el ex mandatario brasileño, se pronunció de forma amenazante el secretario de Estado nortemericano, Marco Rubio (cuyo cargo equivale al de un ministro de relaciones exteriores o canciller). Dijo que en Brasil existe “persecución política”, atacó al presidente del supremo tribunal, Alexandres De Moraes, y afirmó que Estados Unidos “responderá en consecuencia a esta caza de brujas”. Mientras que Trump defendió a Bolsonaro, lo calificó como “un buen hombre”, dijo que fue “muy sorprendente el fallo” y que “se parece a lo que quisieron hacer conmigo”. (Crónica de Infobae, nota del 11/09/25).

Dos días antes de que se dictara la condena, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, había dicho que Trump “no teme usar el poder económico y militar para proteger la libertad de expresión alrededor del mundo”. El gobierno brasileño respondió a través del ministerio de Relaciones Exteriores, el cual declaró su “condena al uso de sanciones económicas o amenazas del uso de la fuerza contra nuestra democracia”, agregó que la República “no se intimidará ante cualquier forma de atentado a su soberanía”, y -en alusión al bolsonarismo pero sin nombrarlo- repudió “el intento de fuerzas antidemocráticas de instrumentalizar a gobiernos extranjeros para coaccionar a las instituciones nacionales”. (Reporte de la cadena pública de noticias de Alemania “Deutsche Welle-DW”. Nota del 10/09/25).

Tras la seguidilla de agravios del propio mandatario de EEUU y otros altísimos funcionarios de su gestión, el viernes Lula declaró que Brasil “no es una republiqueta bananera”. También aseguró no temer nuevas sanciones comerciales, como mayores aumentos a los aranceles a las importaciones brasileñas al mercado estadounidense. Y en repuesta directa a Trump, agregó: “El presidente de un país no puede quedarse interfiriendo en las decisiones de otro país soberano. Si él va a tomar otras actitudes, es un problema de él”. (Información del diario argentino BAE-Negocios, nota del 12/09/25).

Flota de guerra en el Caribe

Las elecciones en provincia de Buenos Aires renovaron el clima político en Argentina, así como la histórica condena a Bolsonaro y otros jerarcas golpistas reanima las luchas democráticas en Brasil.

En sentido contrario, las intromisiones y amenazas estadounidenses conspiran contra los legítimos derechos de las personas a una vida digna y el desarrollo próspero de cada pueblo en cualquier parte del mundo.

El despliegue militar ordenado por Trump ha pasado de los dichos a los hechos en el mar Caribe, en cercanías de las costas de Venezuela, donde en las últimas semanas desplegó una flota de guerra. (La página web de la cadena informativa norteamericana CNN difundió imágenes satelitales que muestran la ubicación de algunos buques. Publicación del 05/09/25).

Y como se ha venido informando, el martes 2 de este mes bombardeó una embarcación en aguas caribeñas y mató a 11 personas que iban a bordo. La propaganda ideológica trumpista que trata de justificar el múltiple crimen, se justificó con que las personas asesinadas transportaban droga. (Este último viernes, la plataforma francesa de noticias “France-24” analizó las informaciones que circularon sobre el ataque perpetrado diez días antes. Nota del 12/09/25).

En nuestro país, transcurrida una semana desde que los/las candidatos/as de Milei perdieron en los primeros comicios realizados bajo su gestión, las finanzas nacionales se encuentran en estado de zozobra y se agravan día tras día las penurias en las economías familiares de la mayor parte del pueblo.

La agenda de asuntos políticos y económicos argentina está concentrada en lo que ocurre fronteras adentro luego de la elección bonaerense, sin prestarle demasiada atención a la violencia imperial desatada por Estados Unidos contra Venezuela ni a las amenazas aquí nomás, muy cerca, contra Brasil.

(*) Publicado en www.vaconfirma.com.r