Araya Masry: «Israel no necesita oficina de propaganda. Con Montoto les sobra»

Por Rafael Araya Masry*

No termino aún de digerir el artículo escrito por el empresario Mario Montoto en Infobae titulado “La otra Israel y el partido que no fue”, donde sacraliza de una forma absolutamente grotesca las bondades de ese país; sus logros y sus victorias en diversos campos para construir el panegírico de un Estado que, a costa de convertirse en el más grande de los portaaviones de los Estados Unidos en la región, juega hoy el triste papel de ser un gendarme neocolonial en el área. Para eso recibe miles de millones de dólares de la potencia norteamericana cada año, gran parte de ella destinada a adquirir armas, armas y más armas.

Lo extraño es que Montoto realiza afirmaciones que están demasiado reñidas con la realidad como para dejarlas pasar inocentemente, como si todo pasara por la incomprensión profunda de un gran país al que no se le reconocen sus méritos, tal como él lo deja ver.

¿Y qué sucede allí con los ciudadanos no judíos? ¿Cómo calificamos que a los ciudadanos palestinos de Israel se les trate como a ciudadanos de segunda clase? ¿Qué hacemos para esconder las demoliciones y expulsiones de palestinos?

Vayamos por partes: el columnista Montoto afirma en una parte que “los sistemas de irrigación por goteo le han permitido alcanzar una tasa de eficiencia cercana al 80% en el sector agrícola”, omitiendo que su defendido paraíso roba el 82% de los recursos existentes en los acuíferos palestinos, otorgando a cada colono ilegal el derecho de utilizar 440 litros diarios por persona por día, y a cada palestino reduce esa cantidad a 46 litros diarios por persona. Así es fácil hacer milagros con el agua, sobre todo si el recurso es ajeno (informe Amnistía Internacional 2009).

Y sigue Montoto, ahora citando y ensalzando al filósofo francés Bernard Henri-Lévy cuando afirma: “El milagro de Israel es que, a pesar de haber estado constantemente en guerra, siempre ha mantenido sus características democráticas», olvidando que en su constante y obsesiva autodefinición de ser “el Estado del pueblo judío”, con ese solo concepto se transforma en una idea supremacista que de democrático tiene bastante poco, porque legítimamente podemos preguntarnos: ¿qué sucede allí con los ciudadanos no judíos?, ¿cómo calificamos que a los ciudadanos palestinos de Israel se les trate como a ciudadanos de segunda clase?, ¿qué hacemos para esconder las demoliciones y expulsiones de palestinos en Jerusalén Oriental? Nada de esto parece ser digno de ser comentado o analizado por nuestro “avezado” columnista Montoto. ¿Cómo puede ser democrático un país que ocupa otro pueblo al que le niega todos los derechos?

Pero convengamos una cosa: Montoto sólo habla del Israel puertas adentro, de ese que ignora lo que sucede en Palestina o que no quiere verlo. No menciona la implantación de 600 mil colonos, todos ilegales según el derecho internacional en la Cisjordania ocupada, ni el asedio inhumano que sufren los 2 millones de habitantes en la Franja de Gaza, que han transformado en un verdadero coto de caza de las fuerzas militares ocupantes, ni la judaización permanente de Jerusalén, cuya parte oriental está destinada para constituirse en la futura capital del Estado de Palestina. Tal vez, para Montoto realizar la exégesis de un Estado que se ha posicionado por encima de la ley obedezca a otras condicionantes. A nadie escapa la capacidad coercitiva de los negocios con Israel, que no los ofrece gratis y que en realidad es una desembozada compra de lealtades que trascienden lo puramente comercial, cosa que hasta podríamos ubicarla dentro de las legítimas aspiraciones de un empresario.

La historia siempre juzga la coherencia y la lealtad a los principios que nos sostienen como un verdadero motor en nuestras vidas. Y es esa historia en la que yo elijo estar del lado del ocupado y no del ocupante.

Lo que cuesta entender es leer ese texto proveniente de quien un día estuvo exactamente en las antípodas de lo que hoy afirma, merced a tristes episodios de aggiornamiento ideológico, pero vaya y pase. Tampoco vale la pena profundizar.

La historia siempre juzga la coherencia y la lealtad a los principios que nos sostienen como un verdadero motor en nuestras vidas. Y es esa historia en la que yo elijo estar del lado del ocupado y no del ocupante. Del lado de la víctima y no del victimario. Porque Palestina y todo lo que representa es una opción. Una opción por los desheredados, los desposeídos y los que tienen hambre de justicia, la que prevalecerá finalmente por sobre la mezquindad y la codicia. Si Montoto no coincide con estos valores, debería –al menos– tener el pudor de guardar el más digno de los silencios.

Buenos Aires, 10 de junio de 2018


* Rafael Araya Masry es presidente de la Confederación Palestina Latinoamericana y del Caribe (COPLAC) y diputado-miembro del Consejo Nacional Palestino.

 

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