Sergio “Tronco” Figliuolo se presenta como un conductor irreverente, un provocador nato, un hombre del streaming que llegó a la política “por accidente”. Durante años orbitó en torno a Alejandro Fantino, a quien define como un hermano y con quien fundó Neura, el canal que busca capitalizar el espíritu de “libertad total” de las redes. Desde ahí, entre gritos, ironías y golpes de efecto, fue construyendo un perfil a medio camino entre panelista, agitador digital y bufón de la política.
Su currículum mediático no es menor: arrancó con Los Gummers en Twitch, un proyecto de videojuegos que llamó la atención tanto como las sanciones que recibió por sus excesos verbales. Luego pasó a ser productor y partenaire de Fantino en Universo Fantino, donde no tardó en ocupar el centro de la escena con escenas de escándalo: peleas al aire con su socio, audios en los que bromeaba con el cáncer y la pedofilia, un sketch en el que pateaba un muñeco con la cara de Nicolás Del Caño. Todo siempre en el registro de lo “irreverente”, aunque casi siempre más cerca de lo vulgar que de lo innovador.
En el ecosistema libertario, sin embargo, ese estilo no fue un problema sino un capital. Figliuolo supo convertir el exabrupto en bandera de autenticidad y el humor crudo en marca registrada. Su legión de seguidores en redes —más de cien mil— lo celebran como a un “outsider sin filtros”, un comodín que se ríe de todo y de todos.
La paradoja llega cuando el “anti-casta” por excelencia pasa a formar parte de la casta. De la mano de Karina y Javier Milei, y con bendición explícita de José Luis Espert, Figliuolo fue incluido en la lista bonaerense de La Libertad Avanza. Ocupa el puesto once, un lugar expectante para quien, hasta hace poco, jugaba a ser el “Joker de San Justo” en los sets de Neura. Él mismo admite que se enteró de su postulación a través de una charla informal y que su familia lo supo por los medios. Nada más institucional que un dedo que acomoda a los suyos.
Así, el conductor que se viste con mamelucos de YPF para entrevistar al Presidente y posa junto a las mascotas de los Milei, termina encarnando el trayecto más viejo de la política argentina: el salto de la pantalla al Congreso.