Una espiral pop 

Por Carolina Muzi 

Es preciso que la bienvenida dé vueltas por el universo platense de Roberto Jacoby, distinguido este mes con el Premio a la Trayectoria Artística 2018 de la Academia Nacional de Bellas Artes, sea con las palabras en su tinta del anfitrión local: 

“A Roberto Jacoby siempre le gustó ver el otro lado de las cosas. Es lo que hace hasta ahora, pone de cabeza a la realidad para examinarla, para pedirle que se muestre en su diferencia. Artista conceptual y visual, novelista, poeta, cantante, letrista, fotógrafo, político, director de academias informales, performer, agitador cultural, referente ineludible de los últimos cincuenta años del arte y la vida cultural argentina, genio… Aunque en el fondo todos estos títulos son máscaras transitivas tras las que seguro Roberto se oculta antes de su nueva transformación. Ahora me detengo frente a estas paredes y veo las fotografías del público de Virus. Y veo en estas caras: el asombro por lo nuevo, el éxtasis y el placer y vibración, inquietud, disfrute, diversión, libertad… Veo chicos hermosos, y me veo también a mí reflejado, como en una espiral de larga descendencia pop, en esos jóvenes, enmarcados tras la lente de Roberto. ¿Qué habrá sido de ellos? Seguro alguno anda cerca de aquí en estas horas, escuchando estas canciones obsesivas, que fueron y serán por siempre himnos a lo más hermoso del presente y del amor. Lo conocí en Proyecto Venus a fines del siglo pasado. El proyecto Venus buscaba ser una utopía en tiempos de soledad y desesperación, una micro-sociedad autogestionada, una red de potlatch (sociedad de intercambio de bienes anticapitalista) y muchas cosas más… Desde ese momento fuimos cómplices en mil aventuras, viajes, discos, ideas. Y hoy tenemos la alegría de poder compartir con ustedes, en la Galería NN en esta ciudad única de La Plata donde nací y di mis primeros pasos en las artes visuales y en la música, nuestra nueva colaboración: las canciones de nuestro álbum Golosina Caníbal. Ojalá lo disfruten tanto como nosotros. Besos, muchas gracias. Nacho Marciano, noviembre de 2018.” 

Además del invitador de esta muestra preciosa de veinticuatro fotos –que devuelven la cara múltiple de los ochenta tomada con una cámara automática y analógica por Jacoby desde el escenario de Obras en un recital de Virus en la justa mitad de la década– el rocker cantante multiinstrumentista-productor y plástico Nacho Marciano, la otra pata de Golosina Caníbal, brilló desde el comienzo de Ahora como el heredero natural de las huestes de Federico. Un lugar que en esencia no pudo ocupar ninguno de los frontman que lo sucedieron –en alguna medida lo hubiera logrado Alfredo Pería desde el dúo Limbo con Julio Moura, aunque Pería no es platense, y aquel intento evaneció– ni ningún otro cantante. 

En algunas de esas fotos, entre un mar de las marcas que el regreso de la democracia imprimía en el ánimo, la indumentaria y el look –¡cuántas hombreras! otro maquillaje, otros aros, otros cortes de pelo, otras estampas en las remeras– casi todos de regreso ahora que soplan vientos vintage, a pesar del triste maremoto neoliberal. 

Es interesante el ejercicio de arqueología visual y la relación con los imaginarios que plantean estas fotos mostradas en su tamaño original a la escena local, mayormente proveedora de esencia pop al rock nacional. Y a cómo se ha ido transformando a través de las décadas ¿Qué genealogías decanta hoy La Plata en sus linajes siglo XXI, quiénes las encarnan y qué instintos de época pulsan? 

Las fotos que hasta febrero se pueden ver en la Galería NN, de 49 Nº 719, vienen de haber desembarcado por primera vez en Rosario: la muestra Traidores los días que huyeron, una retrospectiva de obras desconocidas de Jacoby, lados B que salieron del placar treinta años después. Curada por Santiago Villanueva y Fernando Farina, los silos del Museo Macro ofrecieron un espacio en cascada, ideal para un Jacoby en sus propias bambalinas.

Y junto con la muestra, como púgiles encantadores, Jacoby y Marciano, presentaron en un ángulo del cuadrilátero Golosina Caníbal, cuya tapa, ilustrada por Nacho –atenti: esta semana inaugura Vacaciones, su primera muestra de plástica, con una colección de pasteles que son una delicia oculta y en pleno despliegue, en la galería porteña Pasto–, también integra el combo en exposición.

La gira española de Golosina Caníbal en octubre fue, básicamente a dos museos: el Reina Sofía, donde se presentaron en la Sala de Protocolos con anfitrionazgo afectuoso de Ana Longoni, una de las biógrafas de Jacoby en El deseo nace del derrumbe, ahora responsable del área de Actividades Públicas del museo que dirige Manolo Borja. Y en el MACBA de Barcelona, también con una entrevista pública.

Si el modo poético es el que lo lleva a Jacoby de gira solista por espacios académicos, como llegaba el viernes pasado a La Plata desde Bahía Blanca con su valijita carry on, todo vestido de azul de ultramar. Aquí, con Marciano, activaron el formato dúo en el inicio de una Grand Tour previa a la presentación oficial del disco en marzo 2019, posiblemente en Million.

Amigocios de esta nueva confitura, más esponjosa que la primera piedra conjunta entre letras y producción, Tócame el rock, una obra material-inmaterial –puerto USB hecho de canto rodado contenedor de un compilado digital de trece temas con letra de Roberto e intérpretes varios– que hicieron en 2012. 

Para aquella ocasión, habían armado trece piedras numeradas para coleccionistas y otras veinte con menor valor para el público, que presentaron en la plaza del Museo del Libro, donde sonó por primera vez Tócame el rock. La presentación en vivo fue en Boris, con Axel Krieger, Pablo Dacal, Ahora, Garamona, MonsTrans, Dani Umpi, entre otros. Roberto quedaba, siempre, del lado del público al momento del sonido de su voz.

Hasta el viernes, que La risa de dios en voz de Jacoby y composición distinguida de Marciano arrancó un petit show exquisito e íntimo: 

Muy liviano voy 

por la diagonal 

de la ciudad

Bebo rojo el sol 

Del amanecer

No llevo voz ni canción 

Cantó uno de sus temas más entrañables, dedicado a Sergio Avello, en el que también puso música Agus Della Croce con bajo y Clarinete de Axel Krieger, “que además tiene coro de Hana, Florencia Ciliberti”, recuerda Jacoby y dice que menos mal porque él mismo canta mal. 

Sobre el título, La risa de dios, señala que le encanta y que la tomó de algún poeta español: “Es genial, esa idea de que Dios juega con nosotros o hace una comedia que somos como títeres, es una idea que la toman muchos filósofos, y se ríe. Se divierte con nuestras desdichas. Creo que los griegos ya decían algo así…”, piensa Jacoby.

Siguieron Suave, Golosina Caníbal y Dige.

El tándem con Nacho, convida al espacio una sintonía amorosa de respaldos y correspondencias: y así las viejas letras que Jacoby escribió en la etapa de la experiencia Chacra 90 –una de sus tantas colectividades artísticas–, se hicieron canciones de comienzos de siglo. Hermosas composiciones de Marciano que, en vivo, Roberto aborda con el recitado casi karaoke de su más reciente flujo catártico: la poesía. 

Cuesta decirlo así, en términos de actualidad inmediata, como si «un remolino mezcla/ los besos y la ausencia/ imágenes paganas se desnudarán en sueños» no fuera de las más bellas gemas del pop contemporáneo, patrimonio poético musical junto con otras de sus letras para Virus.

Este año, cuando se cumplen cincuenta de su activismo en la legendaria experiencia de Tucumán arde, que sucedió meses después del Mayo francés, ha sido prolífico en poesía para Jacoby: cinco tomos reunidos en finos folios clásicos –editados por Gerardo Jorge y diseñados por Cristian Baulán para N Ediciones, en distintas variedades de papel hueso de buen gramaje y clásicas tipografías Minion o Georgia– que en letra negra de grandes cuerpos, lleva con fluidez a través del placer en sí de los poemas, uno tras otro. 

Exposición –que se presentó este año en el CUA de la UNLP por primera vez–, Rara, Tadzio, Poemas Rosales y El Castillo Inflable y otros poemas de viaje son los cinco cuadernillos. Aunque también hay otras poesías desclasificadas de esta nueva cosecha que, algunos domingos, publica El cohete a la Luna, la nave periodística que comanda el Perro Verbitsky. 

A la par en el invierno, Golosina empezó su proceso de ensayo y primeras grabaciones en Villa Elisa y con la primavera ya había pasado por los estudios hogareños de Axel Krieger y de Nacho para convertirse en placa, que el día de La Plata, el 19 de noviembre, subió a las plataformas, mientras Roberto y Marciano hacían la primera presentación en vivo internacional. Pop con aires de bossa, tango, pop, canción.

Ao vivo en la sala blanca de NN, que el público decidió dejar a oscuras, iluminados sólo por algunos teléfonos, los dos cuerpos hicieron sombra sobre el ángulo de dos paredes y dejaron en evidencia que esa vuelta del espiral en que Roberto sintoniza con Nacho también responde a un llamado genealógico.

Suena Falso mar 

flota sobre sí 

su mensaje cruel, 

océano, o sea no

https://www.youtube.com/watch?v=G8Xw1jLU8dE

“Flota sobre sí –comenta divertido– se lo robé a alguien. Pará.” Busca en el celular. “Ah, sí, la Pizarnik, ¡pero antes se lo había robado Fogwill!” Baja la voz: “Alguien me dijo hace poco: ‘Se ve que usted juega mucho con las palabras, ¿no?’”.

Y estalla, también prolífico en risa, Roberto Jacoby. 


 

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