Con cinco testigos en el recinto, este viernes se desarrolló una nueva audiencia en el marco de la causa que investiga la red criminal que operaba en la zona roja al momento de la desaparición de Johana Ramallo. Esta vez fueron los trabajadores de la estación de servicio de 1 y 63 —donde una cámara tomó la última imagen de la joven— quienes prestaron declaración, en un clima atravesado por dudas y olvidos.
Una vez más, la audiencia comenzó unos 40 minutos tarde, con los jueces Germán Castelli, Andrés Basso y Nelson Jarazo conectados de manera virtual, al igual que los imputados. En la sala estuvieron presentes solo dos abogados defensores, la querella y la militancia que viene acompañando a Marta Ramallo en su pedido de justicia.
Todos los testigos repitieron un patrón habitual: manifestaron no haber conocido a la joven o haberla conocido “solo de vista”, por ingresar al baño o al shop de la estación de servicio, y en reiteradas oportunidades dijeron no recordar demasiado de esa época. Incluso, algunos afirmaron no recordar qué habían declarado años atrás, lo que generó contradicciones entre las testimoniales prestadas en 2017 y las declaraciones brindadas ahora durante la audiencia.
El primero de los testigos fue quien más tiempo habló. Describió la zona de la estación como “bastante turbia”, con “corridas todos los días y venta de drogas”, donde “siempre se veían robos”. Dijo no saber “quién se prostituía y quién vendía droga”.
Sobre Johana, aseguró no conocerla. Sin embargo, al leerle su declaración de diciembre de 2017, se le señaló que entonces había afirmado: “La veía siempre por esa zona en muy mal estado”, junto a una joven llamada N. Frente a ese texto, reconoció recordar a la otra chica, pero no saber “si Johana estaba con ella o no”. En otro tramo de su testimonio previo se le había atribuido haber dicho que “ambas chicas eran prostitutas y vendían drogas”. Según expresó en aquella oportunidad, “N. prostituía a Johana y le sacaba plata. Era muy violenta. Le tenía miedo”. Lejos de reconocer esas palabras, sostuvo no recordar nada.
El segundo testigo también se mostró impreciso y contradictorio. “Johana siempre pedía pasar al baño”, indicó al ser consultado sobre si la había conocido. Dijo haberla visto con una chica y también con otras mujeres mayores que ejercían la prostitución. Negó conocer al principal imputado, Carlos Rodríguez, aunque al leerle su testimonio anterior se le recordó que había dicho: “Al Cabezón lo conozco. Siempre anda por la zona. Se pone a hablar con los travestis (SIC)”. Él respondió: “No creo haber dicho eso. Yo no lo conozco”.
El tercer testigo dijo no conocer a Johana, pero sí a N., la joven mencionada en declaraciones anteriores. Contó que solía usar el baño y que “andaba con mucha gente”, por lo que no podía precisar quién era la joven desaparecida.
La cuarta testigo, empleada dentro de la estación, manifestó conocer a Johana “de vista”, por pedir usar el baño o agua. Relató que en una oportunidad la escuchó discutir por teléfono. Tras la desaparición, los comentarios que circulaban entre sus compañeros de trabajo eran que “se metió con alguien, que hubo un ajuste de cuentas”, indicó.
El quinto testigo también dijo conocerla “de vista”, a veces sola y a veces acompañada. Cuando se le leyó su declaración de 2017 —“la tenía de vista porque iba al baño de la estación. Iba con N. Se prostituían”— afirmó que nunca habló con N. ni con otras jóvenes.
La última testigo contó haberla “cruzado una vez”, pero dijo que no sabía quién era hasta después de la desaparición. Recordó que en la zona “se decía que la habían secuestrado”.
Johana Ramallo fue vista por última vez el 26 de julio de 2017 en la esquina de 1 y 63, en pleno funcionamiento de la zona roja de La Plata. Según la investigación, habría sido captada por una red de explotación sexual que operaba en ese sector. Por estos hechos llegaron al banquillo Carlos Rodríguez, conocido como “El Cabezón”; Hernán D’Uva Razzari; Hernán Rubén García; Carlos Alberto Espinoza Linares; Mirko Alejandro Galarza Senio; Celia Benítez; Celia Giménez y Paola Erika Barraza, acusados de integrar una banda criminal con cargos que incluyen explotación sexual, comercio de estupefacientes, encubrimiento agravado y falso testimonio.
Cabe recordar que el juicio viene desarrollándose de manera irregular. Dos audiencias fueron suspendidas de forma repentina y, el viernes pasado, la jornada fue prácticamente exprés ante la ausencia de testigos y la falta de preguntas por parte del tribunal. En esa ocasión declaró solo uno de los tres testigos citados —también trabajador de la estación de servicio—, quien dijo no recordar nada y negó incluso la validez de su propia declaración de hace ocho años. La audiencia se levantó a los veinte minutos, lo que generó un fuerte enojo por parte de Marta Ramallo. “La del viernes fue un manoseo hacia la memoria de Johana”, sostuvo entonces. “Era una audiencia clave”, remarcó.
La próxima audiencia está prevista para el viernes próximo y podría ser la última antes del receso por la feria judicial, en una causa que continúa avanzando entre demoras.









