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Top 5 de ataques a la Cultura made in Milei

O cómo desmantelar lo simbólico en nombre del Excel y la Libertad

🥇 Puesto 1: “El Estado no debe financiar el arte… pero sí a mi vocero”

Javier Milei empezó su sinfonía con una partitura simple: si no se puede medir en PBI, no sirve. Bajo ese leitmotiv, el Gobierno puso en la mira al Instituto Nacional del Teatro (INT), al INCAA, al INAMU, a CONABIP y a todo ente que respire autonomía cultural. Porque claro, si no hay rédito económico inmediato, es gasto. Y si hay pensamiento crítico, es peligro. El arte, para él, es una planilla más.


🥈 Puesto 2: “El único libro que vale es el de Milton Friedman”

Bibliotecas populares sin subsidios, CONABIP intervenida y programas de lectura desarticulados. Porque ¿quién necesita fomento lector cuando podés mirar a Milei citando a Rothbard en loop? La lógica es clara: si no es un audio de TikTok o un meme libertario, mejor que no se lea.


🥉 Puesto 3: “El CCK convertido en call center del anarco show”

No se salvó ni el Centro Cultural Kirchner. Desde despidos masivos hasta intentos de reconfiguración ideológica, el ex ícono de lo público quedó como un cascarón. Algunos lo soñaron como sede del Ministerio del Amor Propio Mileísta. Al final, ni para eso alcanzó: quedó cerrado, con las luces apagadas y sin voz.


🏅 Puesto 4: “No hay plata… pero sí hay odio”

Recital de Milo J cancelado en la ex ESMA. Porque cantar gratis en un espacio de memoria era, para el Gobierno, una provocación intolerable. La cultura joven que no canta «La casta tiene miedo» es censura encubierta. ¿Qué sigue? ¿Prohibir las rimas que no sean de Javier Milei contra “los zurdos”?


🎖 Puesto 5: “Tirar a matar, incluso si es a Teresa Parodi”

Aplausómetro inverso: cuanto más amada o prestigiosa es la figura, más fuerte el intento de demolición. El desprecio a artistas consagrados (Parodi, Lito Vitale, Copani) no se basa en ideología: es una vendetta contra todo lo que huele a sensibilidad social. ¿Un país sin artistas, sin libros y sin teatro? Un Excel muy bien ordenado… y absolutamente muerto.

BONUS TRACK:
En menos de un año, Milei no propuso una sola política cultural, pero sí logró instalar una consigna: “La cultura como enemigo interno”. Detrás de cada recorte hay más que una planilla: hay una idea de país. Y en esta guerra simbólica, lo que está en juego no es solo el trabajo de artistas, sino el derecho a imaginar otro futuro.

Porque sí: la cultura emociona, incomoda, interpela. Pero también genera laburo, industria, exportaciones, movimiento económico real. Desde un iluminador en un festival hasta la imprenta que produce un libro de autor independiente, pasando por técnicos, gestores, escenógrafos, sonidistas y miles de oficios más. No es sólo poesía: es producción. No es un lujo: es un derecho y una fuente de trabajo.

Y como suele pasar con los ataques ideológicos disfrazados de austeridad, lo simbólico es apenas la primera víctima; después viene todo lo demás.