Por Ramiro García Morete
“Las mujeres me criaron, las calles me educaron, una manada de lobos sueltos/con el pelo atado”. Tálata camina. Cuando da esta nota, camina por las calles. Cuando recita o interpreta sus videos, también. Tálata camina y se mueve, gesticula y, sobre todo, respira. Hay un hiato, un tiempo que quizá nazca de sus pies, como en la antigua tradición de los poetas orales que migraban de pueblo en pueblo. Porque Tálata no es de aquí ni es de allá, o sí, de Internet, bromeará con sus tres pasaportes, sus camperas coloridas, su boca roja llena de palabras y su postura hip hop al tomar el mic. Primero fue el verbo, dice una sagrada ficción, pero el verbo se hace carne y para Tálata el lenguaje oral y el corporal no están separados.
Tálata no hace mucho caso a los límites de las cosas y le gusta mezclar: ciudades cosmopolitas y pequeños barrios, historias privadas y eventos históricos, claves personales y signos culturales. Inclusive su propio apellido, que es dos veces Rodríguez. La nacida en Bogotá y argentina por adopción se erige como una de las voces más inquietas e inclasificables de la poesía argentina, incursionando en formatos audiovisuales, performance, y participando de festivales musicales. Este fin de semana lo hizo en La Plata.
“Me invitaron a este ciclo colega, que tiene esa idea de curaduría basada en intérpretes de textos o de canciones ajenas. Yo vendría a participar de un modo excepcional, digamos, por fuera del circuito musical. Es una invitación muy agradable, porque de hecho en mi repertorio habitual tengo textos de otros autores. Así que pienso ir un poco por ahí, con los ya incorporados y los nuevos”.
Y agrega: “La idea me parece buenísima, es evidenciar algo que es el juego de las influencias y todo lo que está por debajo de lo que es la creación personal. Me parece muy atractivo mostrar todo lo que uno carga, lo que uno lleva a la hora de escribir, toda la constelación textual en la que está inmerso”.
El arte, inclusive en el acto íntimo de un cuarto, ¿siempre es colectivo? “Total», responde entusiasmada. «Me parece que eso es una cualidad de lo contemporáneo. No es que antes no fuera así, pero la contemporaneidad tiene este juego doble de la presencia y la ausencia. De estar solo y de no estar solo nunca, estar en la habitación con un montón de personas y estar solo también porque estás con el celular. De cualquier manera, en las cuestiones artísticas siempre estuvo esto más asumido… No sé si hay orfandad.”
Respecto de su llamativa presencia escénica responde: “En particular me interesa trabajar una de las antiguas y primitivas formas de tradición literaria que es la poesía oral, la poesía previa a las imprentas y la divulgación de la palabra escrita. Me interesa en varios sentidos. Uno porque me permite situarme en el campo de lo irrepetible, precisamente, esta asociación con lo performático que sucede y no vuelve a suceder. Ese texto es distinto cada vez. A pesar de que me los sé de memoria, los textos no se apegan a los originales y los digo como me acuerdo, y están condicionados a factores íntimos o el clima, la audiencia, la situación global. Hasta la cantidad de plata en el bolsillo puede repercutir”.
Nuestras canciones viven en la tierra de los vivos, fueron pensadas para ser interpretadas y no leídas. Algo así expresó alguna vez Bob Dylan, a quien la autora de “Como una rolinga” y “Bob” prefiere por sobre los Stones. Tálata no separa el texto y luego le añade sonido. “Mi método no es fijo y estable. Pero en el último tiempo empezó a pasar que el texto aparece como un hilo en mi cabeza, cuando voy caminado me encanta eso. Y tomar una idea. Verla, dejarla, jugarla, y después llega al hoja. El procedimiento no es aprender el texto de memoria, sino retomar la especie de emoción e imagen, impresión como si fuera un caballo y galoparlo. Aparece el texto y después pasa a la hoja. Hay una rítmica de fondo, la repetición de una palabra”. Inclusive, “hay posiciones del cuerpo que alimentan la memoria. Memoria oral servida de la memoria corporal”.
No soy de aquí ni soy de allá
Tálata asume su afición por el rap, pero no pierde de vista su raíz: “Lo que es el rap más clásico me gusta mucho, y algunas cosas del rap moderno también. Me encanta desde siempre, pero no puedo desconocer la salsa dura. Es un estilo de salsa de Willy Colón. Cuando era chica vivía en Bogotá al lado de un boliche de salsa que tiene estas letras larguísimas, narrativas, con argumentos múltiples, personajes que tienen desarrollo. Es una gran influencia para mí y diría que para el rap en español”. Y en ese linaje con los orígenes no podemos eludir sus primeras experiencias poéticas: “Me crié en una casa de libros. De hecho, era el único capital real en la casa. Y mi padre tenía la costumbre de componer conmigo unos pequeños poemas y canciones infantiles antes de dormir. Creo que con esa técnicas aprendí casi todo lo que sé”.
“No soy de Colombia ni Argentina», bromea. «Desde que hay Internet, mi patria es la tripe w”. Y se expresa sobre un terreno fértil y aún indefinido para la expresión poética que es el mundo virtual: “Me resulta muy atractivo. Un campo de acción en el que hay que meterse de lleno. Nos manejamos con una superficie de la literatura en relación con las tecnologías digitales. La de la divulgación parece que es una forma de replicar textos. Distribuir información. Pero tiene dimensiones creativas que me interesa en lo personal explorar. Encuentro un futuro, más que un límite”.
En días históricos donde el Senado le dio la espalda a su tiempo, el tema es ineludible: “La ley va a salir y el movimiento es imparable. La ley era sólo un objetivo. Importante, pero no va a parar el movimiento. Hay que mantener la fuerza, la capacidad de acción y la presencia en las calles. En todas partes y en todos los ámbitos. Y hay que anotar algunos nombres para que no estén más. Cosas imperdonables, injustificables”.
Respecto a planes futuros, la autora de “Primera línea de Fuego” está trabajando en dos libros: “Uno de textos y poemas, más clásico. Y uno más experimental vinculado a la poesía sonora y virtual. Con relatos audiovisuales. Quiero trabajar en formato super 8”. Además, participará de la performance de La Xirgu “Trabajo doméstico no remunerado” y pronto viajará a Chile para colaborar en un disco con la banda González y Los Asistentes.