¡Sin Lula, es fraude!

Para los brasileños es Lula o nadie. Eso indica una investigación lanzada por el Instituto Datafolha que señala que, a pesar de la ratificación de la condena, el expresidente y líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio “Lula” Da Silva, encabeza la intención de voto para las elecciones presidenciales de octubre de 2018.

Según Datafolha, Lula cuenta con un 37% de intención de votos y en segundo lugar se encuentra el ultraderechista Jair Bolsonaro, con 16% (más de 20 puntos por debajo). La encuesta señala que, si el líder del PT es proscripto, al menos un 31% de sus seguidores votaría en blanco.

Bolsonaro es un referente de la ultraderecha brasileña, y durante el juicio político contra Dilma Rousseff dedicó su voto al militar que se desempeñó como jefe del grupo de tareas que secuestró y torturó a la expresidenta durante la dictadura. Los medios de comunicación han construido la idea de que el gran problema de Brasil es la corrupción y muestran a Bolsonaro como un símbolo de la lucha contra “ese flagelo”. Sin embargo, la encuesta también señala que, en una supuesta segunda vuelta, Lula le ganaría de manera contundente. Es por ello que la derecha ha puesto tanto empeño en buscar los caminos para la proscripción del exmandatario.

En primera instancia, el juez federal Sergio Moro condenó a Lula, sin ninguna prueba, a nueve años y medios de prisión y dieciocho de prohibición para ejercer un cargo público. La acusación fue por corrupción y el juez sostuvo que Lula había recibido un departamento triplex de la empresa OAS como pago de una coima.

Lula apeló y el Tribunal Regional Federal N° 4 (TRF-4) de Porto Alegre, que comúnmente tarda más de un año en emitir sus fallos, se tomó sólo seis meses para resolver la causa, ratificar y pedir que se aumente la condena, pasando de nueve años y medio a doce. Todo ello a pesar de que el propio Poder Judicial había embargado días atrás los bienes de la empresa OAS y entre ellos estaba el departamento en cuestión, lo que demuestra de manera simple que jamás había sido de Lula y nunca había dejado de ser propiedad de la empresa.

Con ese fallo, el Poder Judicial (que lejos se encuentra de la palabra «justicia») dio el primer paso para la proscripción de Lula, dado que, según indica la Ley Ficha Limpia, la condena en segunda instancia le imposibilitaría participar de las elecciones presidenciales de octubre.

Quien más mide, en un fallo sin pruebas y en una resolución expedita, quedaría fuera de la carrera presidencial. Millones de brasileros se verían imposibilitados de elegir el candidato que apoyan por una arbitrariedad, y es por ello que entre sus filas surgió el eslogan, que se transformó casi en un grito de batalla, “Sin Lula, es fraude”.

A continuación reconstruimos parte de lo que diversas fuentes aseguran que fue el diálogo textual en el interrogatorio del juez Moro a Lula Da Silva:

– ¿El departamento es suyo?

– No.

– ¿Seguro?

– Seguro.

– ¿Entonces no es suyo?

– No.

– ¿Ni una parte?

– No.

– ¿O sea que usted niega que sea suyo?

– Lo niego.

– ¿Y cuándo lo compró?

– Nunca.

– ¿Y cuánto le costó?

– Nada.

– ¿Y desde cuándo lo tiene?

– Desde nunca.

– ¿O sea que no es suyo?

– No.

– ¿Está seguro?

– Lo estoy.

– Y, dígame: ¿por qué eligió ese departamento y no otro?

– No lo elegí.

– ¿Lo eligió su mujer?

– No.

– ¿Quién lo eligió?

– Nadie.

– ¿Y entonces por qué lo compró?

– No lo compré.

– Se lo regalaron…

– No.

– ¿Y cómo lo consiguió?

– No es mío.

– ¿Niega que sea suyo?

– Ya se lo dije.

– Responda la pregunta.

– Ya la respondí.

– ¿Lo niega?

– Lo niego.

– O sea que no es suyo…

– No.

[…]

– Señor juez, ¿usted tiene alguna prueba de que el departamento sea mío, que yo haya vivido ahí, que haya pasado ahí alguna noche, que mi familia se haya mudado; o tiene algún contrato, una firma mía, un recibo, una transferencia bancaria, algo?

– No, por eso le pregunto.

– Ya le respondí.

Luego de este interrogatorio, Moro condenó a Lula, porque, según el juez, quedó demostrado que el expresidente recibió ese departamento (que nunca fue de él y en el que nunca estuvo) como pago de un soborno. Si no fuera la triste realidad, parecería un mal chiste.


 

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