Este martes 19 de agosto se cumplen 80 años del nacimiento de Roberto Sánchez, el hombre que el continente conoció y amó como Sandro. La efeméride no solo invita a recordar a uno de los grandes íconos populares de la Argentina, sino que llega acompañada por homenajes y proyectos que vuelven a poner su obra en circulación con nuevas miradas.
Uno de los más destacados es Jueves de Estreno, un ciclo semanal que digitaliza y publica en alta definición los videoclips extraídos de sus once películas. Cada jueves, el canal oficial de YouTube de Sandro subirá cuatro piezas audiovisuales restauradas, hasta completar 46 en esta primera etapa. El proyecto surge de un acuerdo entre 3C Films y Spitz Producciones, junto a Olga Garaventa de Sánchez y Sandro Producciones, con el aporte de Sony Music, que facilitó los fonogramas originales de los films. Una segunda fase incluirá videos sin audio de estudio editado. La presentación se realizó en Cinemark Hoyts del Abasto, con proyección en pantalla grande y la presencia de las históricas “Nenas de Sandro”, conducida por la periodista y biógrafa Graciela Guiñazú.
Sandro debutó a comienzos de los `60 con Los de Fuego, en tiempos en que el rock and roll argentino apenas empezaba a balbucear. Fue un pionero: imitaba a Elvis en los movimientos y la actitud, pero ya imprimía una marca local, con letras y gestos que hablaban de este lado del continente. En televisión, sus caderas fueron vistas como una provocación. Ese primer Sandro encendió la chispa de una cultura juvenil que buscaba nuevos ídolos.
La década siguiente lo encontró reinventado. Se despojó de la campera de cuero para abrazar la canción romántica y melódica. “Rosa, Rosa”, “Tengo”, “Penumbras” fueron mucho más que hits: se transformaron en clásicos que acompañaron bodas, serenatas, despedidas y reencuentros. Esa voz cálida y a la vez intensa, tan personal que hizo que muchos desatiendan su riqueza de recursos vocales, supo construir un repertorio donde lo íntimo y lo popular se unieron sin contradicción.
A lo largo del tiempo, Sandro fue reconocido por colegas de todos los géneros. Miguel Cantilo lo llamó “el primer rockero argentino”. Charly García destacó su potencia escénica. Vicentico lo definió como un maestro de la transmisión emocional. Y Andrés Calamaro lo incluyó entre los cantantes fundamentales de la cultura nacional. Esa transversalidad lo ubica en un lugar único: el de un artista respetado tanto por el público masivo como por el rock más exigente.
Más allá de su obra, también pesó su modo de estar en el mundo. Consciente de la intensidad de la devoción que lo rodeaba, Sandro cuidó siempre de manera celosa su vida privada. Supo preservar un espacio íntimo y familiar sin perder por eso el contacto con sus fans. Ese equilibrio —entre la entrega artística y la discreción personal— es parte de lo que cimentó el respeto hacia su figura. Sus colegas lo recuerdan como un hombre inteligente, cordial y noble: alguien que entendía el peso de la fama, pero nunca dejó que lo desbordara ni lo volviera arrogante.
A ochenta años de su nacimiento, Sandro no es solo memoria. Sus canciones siguen sonando en radios, en plataformas digitales y en nuevos contextos. Los homenajes actuales, como la restauración de sus videoclips, demuestran que su obra no se oxida. Por el contrario: se reactualiza, dialoga con nuevas generaciones y mantiene encendida la llama de un artista que transformó la cultura popular argentina.
Sandro fue pionero del rock, maestro de la canción romántica, estrella de cine y referente transversal de la música. Pero, sobre todo, fue un hombre íntegro que eligió cuidar lo privado y proyectar en lo público su talento y su pasión. Ese fuego, ochenta años después, sigue ardiendo.