Sacha Llorenti: «Ante la nula credibilidad de la OEA, debería ser la ONU la que tenga un rol protagónico en las elecciones en Bolivia»

Sacha Llorenti es un reconocido dirigente e intelectual que formó parte del gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia durante la presidencia de Evo Morarles. Entre otros cargos, fue ministro de Gobierno (2010 -2011) y representante permanente del Estado Plurinacional de Bolivia ante Naciones Unidas (2012-2029).

Entre otros temas, el dirigente y exdiplomático habló con Contexto sobre la situación actual en Bolivia, los intereses locales y regionales del golpe de Estado contra Evo Morales, las crisis provocadas por el gobierno de facto de Jeanine Áñez, la nueva postergación de las elecciones presidenciales y el rol que deberían jugar los organismos internacionales.

¿Cuál es la actual situación en Bolivia?
La situación de Bolivia es de las más precarias en la historia reciente del país y de la región. Probablemente Bolivia es el país que está administrando de la peor manera la pandemia. Esto es, fundamentalmente, porque existe un gobierno sin legitimidad, que ha priorizado el desfalco del Estado, que no ha podido establecer los mecanismos de coordinación necesarios, tanto con los gobiernos subnacionales como con la propia sociedad organizada.

La situación de la pandemia de por sí es dramática: con gente muriendo prácticamente en las calles y en sus casas sin atención médica. En las farmacias no tienen ni aspirinas; y no es una exageración, es una trágica descripción.

Todo ello se ve agravado por la situación política que vive el país después del golpe de noviembre, de las masacres, de la persecución política, de que varias personas estén injustamente detenidas en las cárceles o hayan debido asilarse o exiliarse.

Bolivia atraviesa una crisis política sin precedentes en la que se han sucedido las postergaciones de las elecciones. A eso se suma la grave crisis económica que está atravesando el país y que no solamente por la contracción del Producto Interno Bruto, o solamente como consecuencia de la pandemia y de la paralización económica y comercial. Antes de la pandemia, el gobierno de facto tomó medidas que han frenado el crecimiento económico que era un ejemplo en la región. Bolivia crecía al doble del promedio de la región y era el país con el crecimiento más alto. Todo ello ha sido sacrificado porque se ha instalado un régimen neoliberal, antipopular y racista que, obviamente, en términos de política exterior está subordinado de manera vergonzosa a los Estados Unidos.

«La coincidencia entre los intereses de Estados Unidos con los de las oligarquías locales fueron los que han promovido el golpe de Estado y los que ha prorrogado el gobierno de facto»

Se han vuelto a suspender las elecciones.
El Tribunal Supremo Electoral (TSE), de manera ilegal e inconstitucional, ha modificado la fecha de las elecciones que estaban previstas para el 6 de septiembre, pasándolas para el 18 de octubre. Esta situación además genera un conflicto de órganos del Estado, porque la modificación o no de la fecha de las elecciones es una atribución de la Asamblea Legislativa y no del TSE. Eso sumará una crisis más a las crisis que ya tenemos. Esta decisión del TSE no responde a una necesidad vinculada a la pandemia, sino a presiones de carácter político.

La ecuación de la realidad boliviana es realmente trágica y la única forma de paliarla es a través de elecciones lo antes posible, que garanticen las plenas libertades civiles y políticas para que la gente pueda decidir a través del voto el futuro del país.

«El pueblo boliviano tiene una amplia conciencia de lo que está en juego después de haber tenido catorce años de estabilidad política, de crecimiento económico y desarrollo social»

Si se tiene en cuenta toda esta descripción que usted hace, los niveles de violencia que han desatado los golpistas, la ruptura de todos los procesos legales, la persecución política, los intentos de proscripción, el vínculo que –según se ha denunciado a través de los WikiLeaks– tiene el presidente del TSE, Salvador Romero, con la Usaid y con la Embajada de Estados Unidos; a lo que se suma el rol que la Organización de Estados Americanos (OEA) y su secretario general, Luis Almagro, tuvieron en el golpe de Estado de noviembre, ¿qué elementos hay para garantizar que las elecciones –cuando se realicen– sean transparentes y legítimas?
Ese es el gran desafío, porque el golpe de Estado de noviembre no solamente tuvo las consecuencias que he descrito, sino que la propia comunidad internacional ha salido afectada después de ese golpe.

La credibilidad de la OEA, si es que la tenía, estaba basada fundamentalmente en sus misiones electorales. Después de lo sucedido en Bolivia, esa credibilidad ha quedado hecha ceniza. Esa credibilidad es nula porque la OEA y su secretario general no solamente se plegaron a la narrativa y a la cronología del golpe, sino que fueron una parte activa del mismo. La OEA se sumó al cronograma del golpe de Estado de noviembre y fraguó un informe que ha sido ya ampliamente rebatido por los especialistas de más alto nivel del mundo. Esto demuestra que en ese organismo hay una ausencia de una veeduría y de observadores internacionales que puedan garantizar que no se trate de subvertir la voluntad popular. Por eso entendemos que el papel que puede jugar Naciones Unidas es importante, puede servir de balance y permitir ciertas garantías.

Sin embargo, como suele suceder en estas circunstancias, es en realidad el pueblo el que va a defender la democracia, el que va a cuidar el voto, el que va a hacer respetar las decisiones de las mayorías. El pueblo boliviano tiene una amplia conciencia de lo que está en juego después de haber tenido catorce años de estabilidad política, de crecimiento económico y desarrollo social.

Va a ser una elección difícil, porque hay amplios sectores de la derecha reaccionaria y racista que no quiere que haya elecciones y que no tienen el menor temor a llevar adelante otro golpe de Estado.

Esos son los desafíos que tiene el movimiento popular boliviano, y, reitero, ante la nula credibilidad de la OEA, debería ser la ONU la que tenga un rol protagónico en las elecciones en Bolivia.

¿Cree que es posible que la presión de las organizaciones sociales y sindicales revierta esta decisión del TSE y las elecciones se realicen el 6 de septiembre?
Corresponde que se revierta, porque es una decisión claramente ilegal e inconstitucional. Hay que recordar que la elección debía realizarse el domingo 3 de mayo. Ante la pandemia, este mismo TSE envía una nota a la Asamblea Legislativa para cambiar la fecha. En primera instancia la Asamblea modifica la fecha para el 2 de agosto. El Tribunal envía una nueva carta poniendo a consideración un nuevo proyecto de ley y es la Asamblea la que fija como fecha límite el 6 de septiembre. Ahora el TSE intenta hacer una nueva modificación de manera directa, sin que intervenga la Asamblea Legislativa. Es claramente ilegal e inconstitucional. Lamentablemente, el TSE suma una nueva crisis a la multiplicidad de crisis que vive el país.

«La ecuación de la realidad boliviana es realmente trágica y la única forma de paliarla es a través de elecciones lo antes posible, que garanticen las plenas libertades civiles y políticas, para que la gente pueda decidir a través del voto el futuro del país«

¿Cuáles fueron los intereses internacionales que hubo en el golpe en Bolivia?
El golpe fue una consecuencia directa de la reinstalación de la Doctrina Monroe y de la Doctrina de Seguridad Nacional. Como en muchas otras oportunidades de nuestra historia, hubo una confluencia de los intereses oligárquicos nacionales con intereses transnacionales. En este caso están vinculados fundamentalmente con el litio, pero también con el propósito de cortar el proceso de industrialización que vivía Bolivia.

La coincidencia entre los intereses de los de Estados Unidos con los de las oligarquías locales fueron los que han promovido el golpe de Estado y los que ha prorrogado el gobierno de facto.

El golpe también tuvo otros objetivos, como el de alinear, de manera vergonzosa, a Bolivia con el Grupo de Lima y subordinar la política exterior de Bolivia a esos intereses. Bolivia ha dejado de ser protagonista en el escenario internacional para simplemente plegarse a las iniciativas que vienen de los Estados Unidos.

«La OEA se sumó al cronograma del golpe de Estado de noviembre y fraguó un informe que ha sido ya ampliamente rebatido por los especialistas de más alto nivel del mundo»

Recientemente escribió un artículo que se titula «La querella por el alma de Bolivia».
Sí, porque creo que vivimos una disputa para saber si se va a preservar el espíritu de la Bolivia plebeya, popular, proletaria, anticolonialista, antiimperialista, antineoliberal, que ve como un objetivo posible la Patria Grande, o si volverá ese modelo que estaba vigente antes de 2006, con esa Bolivia gobernada por pocos que se mantenía en la periferia de los acontecimientos internacionales, que se limitaba a que las transnacionales se beneficien de sus recursos naturales, a que se distribuya la pobreza en lugar de la riqueza y a contentar a quienes les dictan los designios desde Washington.

Esa es la eterna disputa en la historia de Bolivia. Pero hay una gran diferencia en este momento, y es que el MAS, bajo el liderazgo de Evo, ha construido el gobierno más exitoso en toda la historia de Bolivia y las grandes mayorías han vivido en carne propia lo que significa gobernarse por sí mismo. Eso el pueblo no lo olvida. Eso es lo que está en disputa en las próximas elecciones y yo estoy convencido, sin lugar a dudas, de que el pueblo va a recuperar lo que es suyo, que es el derecho a gobernarse por sí mismo.


 

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