En tiempos en que la televisión abierta parece resignada a un segundo plano, La Voz Argentina 2025 se presenta como una excepción estratégica: un formato que mantiene la solemnidad del “gran show” televisivo de prime time, pero se expande como un organismo vivo en múltiples plataformas, logrando que cada emisión no termine con el corte a publicidad sino que se prolongue en Twitch, YouTube, MiTelefe, Max y redes sociales.
El regreso, el pasado 23 de junio, no solo fue un estreno en pantalla de Telefe sino un acontecimiento multiplataforma: simulcast en Max, Streams Telefe, Luzu TV, Flow, Telecentro y DirecTV, con backstage en tiempo real y “co-conducciones” digitales de Sofi Martínez, Momi Giardina y Santi Talledo. Ese despliegue generó un pico de 168.400 espectadores simultáneos en digital y más de 164 000 usuarios únicos en MiTelefe. En televisión, el debut marcó 18,5 puntos promedio con picos de 20,3, imponiéndose cómodamente en la franja.
Aquí, lo interesante no es solo la cifra de rating, sino cómo se construye audiencia por acumulación de ventanas: el espectador que ve la gala en TV probablemente reciba en su teléfono el clip del instante más emotivo antes de que termine el programa, y ese mismo clip se convierte en publicidad espontánea que devuelve público a la pantalla tradicional. La retroalimentación entre TV y redes no es un efecto secundario: es el núcleo del modelo.
No es la primera vez que un concurso musical intenta abarcar varios medios a la vez. Pero mientras Operación Triunfo —fenómeno iberoamericano de principios de los 2000— seguía anclado a la idea de una “academia” televisiva de 24 horas con su propio canal y un contrato discográfico como meta, La Voz Argentina opera en un ecosistema donde el valor del artista emergente ya no se mide solo por la venta de discos, sino por su capacidad de generar engagement en Instagram, TikTok o Spotify antes incluso de publicar un álbum.
La incorporación de Luck Ra y Miranda! junto a figuras ya instaladas como Lali Espósito y Soledad Pastorutti confirma la lógica de interpelar públicos diversos pero convergentes: desde la canción folklórica hasta la balada pop y la estética urbana que domina playlists globales. El cambio de conductor —Nico Occhiato en lugar de Marley— también marca un corrimiento: menos maestro de ceremonias clásico, más host generacional capaz de funcionar en memes y clips virales.
Si en los 2000 Operación Triunfo forjaba carreras pensadas para un mercado discográfico vertical y centralizado, la cultura pop del siglo XXI —y en especial la de 2025— se define por la horizontalidad y la inmediatez. Los participantes llegan al escenario con identidades artísticas más formadas, con audiencias propias en redes, con un manejo estético que no responde solo a la tradición televisiva sino al lenguaje fragmentado de internet. No esperan ser “descubiertos” por un jurado, sino que usan el programa como una plataforma de visibilidad intensiva.
La caída de rating en las semanas posteriores —del debut de 18,5 puntos a registros de 14,9 y hasta 12— no necesariamente implica fracaso, pero sí refleja que la atención es un bien volátil. El desafío para Telefe es mantener encendida la conversación más allá del momento viral, evitando que la dinámica digital consuma la tensión narrativa que la televisión necesita.
En la era del contenido instantáneo y la dispersión de pantallas, La Voz Argentina demuestra que todavía existe un valor en los grandes espectáculos en vivo, siempre y cuando entiendan que ya no se trata solo de “programas de televisión” sino de ecosistemas de contenido. El talento vocal sigue siendo el centro, pero el modo de producirlo, exhibirlo y consumirlo responde a un paradigma cultural distinto, donde la estética, la historia personal y la capacidad de generar comunidad pesan tanto como la afinación.
En ese sentido, La Voz no es simplemente la heredera de Operación Triunfo o de los reality shows musicales de vieja escuela: es su mutación natural, adaptada a un siglo en el que las “grandes voces” ya no nacen únicamente en los estudios de grabación, sino en un feed infinito que no duerme