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¿Qué modelo productivo necesitamos para aportar a un país soberano?

Por Silvia Montes de Oca

En la ciudad de Santa Fe se llevó a cabo el 2º Congreso “Ingenierías para el Desarrollo Nacional”, convocado por estudiantes de Ingeniería de distintas agrupaciones universitarias, en las Universidades Nacional del Litoral y Tecnológica Nacional – Facultad Regional Santa Fe. En el encuentro, que terminó el pasado viernes, se problematizó el rol de la profesión en el marco del actual escenario que los futuros profesionales caracterizan como crítico, a partir de los recortes en el presupuesto en Ciencia y Tecnología y el ajuste presupuestario general, las políticas que impiden el desarrollo de las economías regionales y la liberación de importaciones en detrimento de los mercados internos, entre otras.

“Estas medidas nos plantan frente a un desafío” fue una de las expresiones que resultó transversal a todos los ejes del encuentro: la industria hoy, la matrices energéticas y de transporte como factor de desarrollo, informática y sociedad, la inserción de las profesionales mujeres en un mercado adverso, economía popular y agroindustria.

Del panel de Ciencia y Tecnología participaron los científicos Eduardo Dvorkin, miembro titular de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Argentina, docente e integrante del grupo CyTA (Investigación y Desarrollo para la Inclusión) y el Dr. Pablo Bolcatto, docente universitario, físico y candidato a diputado nacional por Unidad Ciudadana en Santa Fe.

Dvorkin se refirió a la relación entre Ciencia, Tecnología y Estado y resaltó los grandes proyectos nacionales de innovación tecnológica del período 2003-2015 en los que su aporte se centró en el modelado computacional: fractura hidráulica en Vaca Muerta, tanques extralivianos de combustible líquido para el lanzador satelital Tronador, modelado de perfiles alares para los desarrollos de nuevos aviones que estaba encarando la FAdeA, modelado estructural de los satélites Arsat-1 y Arsat-2. En todos los casos, la característica fundamental de los proyectos de innovación tecnológica era el rol director del Estado nacional y el trabajo en red de empresas pyme, del Sistema Nacional de C&T y de empresas estatales.

El científico remarcó que este rol, tractor del Estado en el desarrollo tecnológico, no se restringe a los países en desarrollo como el nuestro, sino que es la característica fundamental que asume el desarrollo de nuevas tecnologías en los países de alta industrialización. Aplicando la relación entre proyectos nacionales y estilos tecnológicos propuesta por Oscar Varsavsky en 1974, Dvorkin afirmó que a partir del cambio de gobierno cambió el proyecto nacional, pasando de un modelo de desarrollo inclusivo a uno de neoliberalismo-periférico, tal como describe en su último libro (¿Qué ciencia quiere el país? Los estilos tecnológicos y los proyectos nacionales, Colihue, 2017), y por lo tanto cambió el estilo tecnológico.

La nueva política incluye el ajuste en ciencia, la desindustrialización debida a la baja de consumo más la apertura importadora y la liquidación del desarrollo autónomo de tecnología. El ejemplo más concreto de la liquidación del proceso de desarrollo autónomo de tecnología es el proyecto Arsat-3. “Hasta ahora, la industria satelital argentina era conducida por el Estado y su cadena de valor la integraban empresas estatales (ARSAT, VENG e INVAP), pymes e instituciones nacionales de CyT (el triángulo de Sábato efectivamente puesto en acto)”, afirmó Dvorkin.

“La lógica de funcionamiento de la industria satelital argentina era la de una industria que está siendo incubada-protegida: ni INVAP es el productor de satélites con la tecnología más avanzada del mundo y tampoco es, seguramente, el más económico… pero es el que el país estaba desarrollando y necesitaba desarrollar. Esta lógica de apoyar, impulsar y proteger industrias mediante la acción del Estado en el mercado interno para que se consoliden y pasen a ser world class es la lógica que sin excepciones siguieron y siguen todos los que hoy son países de alta industrialización”.

“En el futuro, de concretarse la fusión (o como se llame) con una multinacional, es decir, si se privatiza la industria satelital, cambiará la lógica decisional. Por más que Arsat-3 sea construido por INVAP, las decisiones sobre partes, proveedores, etcétera, deberán tomarse con visión de mercado y no de desarrollo nacional. Para los satélites subsiguientes, los fabricantes serán los que presenten una mejor ecuación técnico-económica al margen de toda consideración de desarrollo autónomo”.

Por su parte, el Dr. Pablo Bolcatto resaltó la centralidad de la interacción entre los sectores científico, estatal y empresario y presentó como ejemplo el Parque Tecnológico del Litoral Centro (PTLC), sociedad anónima con participación estatal mayoritaria (SAPEM) desde 2002, en donde los representantes de los sectores mencionados se asocian para apoyar el surgimiento de nuevas empresas de base tecnológica y elevado perfil innovador a lo largo de todas las etapas de consolidación, desde la preincubación hasta que las empresas logran radicarse. Según datos del mes de julio, cada cien dólares que se exportan desde la ciudad de Santa Fe, el 30% corresponde a productos o insumos provenientes del PTLC.

Tanto Dvorkin como Bolcatto coincidieron en el impacto negativo de las políticas que lleva adelante el gobierno, que afectan no sólo el desarrollo soberano como nación, sino que repercutirán en el panorama laboral de los ingenieros, sobre todo de los más jóvenes.

¿Qué ingenieros estamos formando en la Universidad pública?

Facundo Kauffman, estudiante de 5º año de Ingeniería civil, integrante de METAs (Movimiento de Estudiantes Tecnológicos Autónomos) y Consejero Departamental por su Facultad en la UTN Santa Fe, coincide con sus colegas de las otras dos agrupaciones –coorganizadoras del Congreso, Martín Fierro (UNL/FIQ) y MUP (UNL/FICH)– en que habría que generar un espacio como el del Congreso que posibilitara respuestas a esta pregunta, cuyo debate está ausente en las aulas de las distintas ingenierías que se cursan en ambas Facultades.

“Si bien es una característica mundial, en la Argentina, como en el resto de los países periféricos, a los ingenieros se los relega al rol de desempeñarse como cuadros técnicos y no se los prepara para ser decisores políticos como sí ocurre con otras profesiones. Se nos dice que estamos para solucionar los problemas de la sociedad, pero no se nos entrena para el abordaje interdisciplinario ni para indagar en la raíz de esos problemas desde una mirada multicausal. Si la cuestión es ver cómo atravesar un río, en la Facultad se nos enseña a construir o diseñar el puente que lo atraviese, partiendo de una concepción errónea. Porque la pregunta es si realmente es necesario instalarlo o basta con poner una lancha para cruzarlo. Ejemplos como este no hacen más que reproducir en la sociedad la mirada que se tiene acerca de nuestro rol social como profesionales. Si sólo vamos a construir el puente, quiere decir que alguien decidió por nosotros que ese puente tiene que estar ahí. Otro decidió sobre la naturaleza del problema y nos restringe en cuanto a la solución”.

“Del mismo modo, no aprendemos tanto sobre la construcción de vías ferroviarias o marítimas como de trazar rutas en el pavimento. Este es otro ejemplo, muy claro, de cómo el mercado condiciona nuestra formación, en lo que refiere a matriz de transporte. Y estas son las carencias sobre las cuales reclamamos en nuestra formación. Por eso venimos insistiendo como uno de los ejes del congreso en la necesidad de estar organizados y utilizar los argumentos de que disponemos para modificar estos criterios de formación”.

Nacido en Helvecia, un pueblo de diez mil habitantes y cabecera del departamento más pobre de la provincia de Santa Fé, Kauffman se enfrenta a la contradicción: “Vengo de un lugar pobre y terminaré trabajando en alguna gran urbe del país. Muchos estudiantes tenemos que recorrer grandes distancias o salirnos del lugar de origen para estudiar en una gran ciudad, y después no podemos regresar a devolver lo que nos dio la Universidad pública, simplemente porque allí no hay mercado. Y no se trata de que en un pueblo no se necesiten soluciones desde la ingeniería, sino que para la empresa privada es mucho más redituable apilar departamentos en el centro de la capital que desarrollar el tendido de gas natural o poner cloacas en Helvecia. De la misma manera que para un político cuesta lo mismo mejorar el camino en un pueblo que en una gran ciudad, pero tiene menos visibilidad y económicamente tiene un impacto mucho menor. En ese sentido, de este congreso nos vamos con más preguntas que respuestas. Pero nos van a servir para desarrollar el país en la medida que podamos profundizar el debate”.


 

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