¿Qué hacemos con las historias que nos cuentan?

Foto: Silvina Babich

Por Marcos Núñez

La biblioteca de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas es un recinto de techos altos que, para la ocasión, luce algo oscura. Atiborradas de libros de lomo ancho que contienen teorías, fórmulas, historia y matemáticas, las estanterías circundan una larga mesa sobre la que hay tres micrófonos. Uno de ellos es, claro, para Nelson Mallach, autor de Inhumación. Lo acompañaban en la presentación los escritores y editores Adrián Ferrero y Carolina Bruck.

En la novela hay un crimen –no hay novedad en esto, lo sugiere el título–, pero ese crimen no importa: sucedió en 1902. Pueden no importar, tampoco, el muerto ni el asesino: al fin y al cabo, son nombres propios. “Pasó algo más tremendo –dice Mallach–, una segunda instancia criminal que fue el asesinato del relato del crimen: en mi familia no se habló de eso a lo largo de cien años”.

El relato comienza con una escena donde un niño está recostado sobre el sillón junto a la falda de su abuela: “Escucha historias –comenta Adrián Ferrero–, historias que ya ha escuchado y seguramente volverá a escuchar y, más tarde, probablemente a narrar. Es allí, en el sillón, donde transcurre buena parte de su educación”.

Hacia 1884, el abuelo de Nelson Mallach llegó a estas geografías y vivió un tiempo en el Chalet de los Huéspedes, una edificación situada a muy pocos metros de donde hoy está la biblioteca de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas. En ese momento, dice Mallach, la ciudad de La Plata atravesaba una situación crítica: “Después de haber sido un proyecto exitoso, había pasado a ser la imagen del fracaso. En esa ciudad de La Plata ocurre un crimen tremebundo que atraviesa a una familia pequeña de franceses que habían elegido vivir acá vaya a saber por qué”.

Según Carolina Bruck, autora de Las Otras, libro de cuentos finalista del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, la novela Inhumación debe leerse como un diálogo entre la reconstrucción histórica y la ficción: “Para llegar a la reconstrucción total de los hechos, parece decirnos el narrador, no nos alcanzan las notas de Caras y Caretas, el seguimiento periodístico del diario El día, los informes forenses, una conversación en Facebook con un descendiente del asesino. La recuperación de los acontecimientos, de modo tal que adquieran sentido, sólo es posible tensando esos discursos a través de los procedimientos de la ficción”.

También bajo la lectura de Bruck, “la novela sorprende con una temporalidad estallada, en la que con felicidad somos los lectores los que tenemos que terminar de armar la línea cronológica”. En línea con esto, Mallach propone: “¿Es una novela autobiográfica? ¿Es una novela policial? Inhumación le propone un trabajo al lector; ocupar el lugar del detective dentro de la novela”.

Para Adrián Ferrero, “Si Inhumación plantea un dilema casi irresoluble, es decir, cómo castigar a un criminal una vez que este ha muerto, también plantea otro: qué hacer con él, con ese criminal, con su nombre, con su historia”, y luego agrega: “Para quien asesina, que el relato que lo inculpa haya devenido en una novela es su peor castigo”.

Inhumación es la primera novela publicada de Nelson Mallach, con la que obtuvo en 2009 la primera mención en el Premio Internacional de novela Letra Sur, organizado por la editorial El Ateneo y el Gobierno de la provincia de Chubut, cuyos jurados fueron Martín Kohan, Juan Sasturain y Claudia Piñeiro.

“La novela –destaca Mallach– viene a ocupar un espacio en la literatura platense, aunque haya quienes nieguen la existencia de una literatura platense. Sirve para construir identidad, memoria –y esto es algo que desarrollo en todo lo que hago, como dramaturgo y desde las intervenciones teatrales–, y los platenses tenemos un grave problema de identidad”.

Al cierre de la jornada, Nelson Mallach destacó el valor de la Universidad Pública: “Yo estudié Letras y soy graduado de esta Universidad; me dediqué a la docencia, a la dramaturgia, cultivé flores, hice tantas cosas. Y siento que el Estado argentino invirtió mucho dinero en mí para que yo sea quien soy, piense lo que pienso, incluso para que haya escrito esta novela. Celebro que la Universidad tenga contacto con la ficción que producen, por ejemplo, los graduados; es una apertura necesaria, que abre a la ficción la posibilidad de existir dentro del ámbito universitario, normalmente restringido a las cuestiones académicas. Pero la ficción también es muy necesaria”.


 

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