En dictadura, ser estudiante universitario «era casi un delito»: nuevos testimonios en el juicio de los martes

Por Gabriela Calotti

El 16 de diciembre de 1976 Oscar Solís, que tenía 22 años de edad, había aprobado con muy buena nota la materia Química orgánica de la carrera de Ingeniería Agronómica. Vivía en La Tablada con sus padres y su hermano Alberto Mario, un año menor.

La familia, «peronistas de toda la vida», era conocida en la localidad. Él mismo había militado desde chico y en la universidad había impulsado la Federación de Estudiantes Peronistas junto con compañeros y compañeras de diferentes carreras.

«En la madrugada del 17, alrededor de las 3 de la madrugada sentí una frenada frente a mi casa. Vivíamos en La Tablada, partido de La Matanza. Un par de minutos después escucho que rompen la puerta por la parte trasera. En ese momento estaban mis padres, mi hermana y una prima. Entra un grupo de personas fuertemente armadas que aparte de secuestrarnos, fueron sustraídos cheques a mi padre, joyas y relojes a mi madre», relató el martes al Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata Oscar Ernesto Solís al recordar aquella noche.

«El que comandaba este grupo estaba vestido de ropa de fajina, y cuando nos sacan veo algunos Falcon verdes… una cosa que me llamó la atención de ese muchacho fue que era rubio de ojos claros, un rubio tipo blanco», precisó Solís antes de indicar que en ese operativo había camiones Unimog y Reo pertenecientes al Ejército.

«Nos llevan encapuchados y atados», sostuvo. Al cabo de 35 ó 40 minutos «llegamos a un lugar donde abren unos portones metálicos, desciendo en un lugar de pedregullo. Entro a una habitación, subimos y bajamos escaleras. Me desvisten, me echan en un catre de madera y me enganchan un alambre en el dedo pequeño del pie izquierdo», contó al referirse a las primeras torturas. Después se recuerda arrastrando los pies. «Creo que estuve desvanecido» en el interin.

«Me tiran en una celda… y a la hora aparece mi hermano en las mismas condiciones», explicó Solís de forma virtual desde Shanghai. Allí estuvieron juntos «tres o cuatro días» hasta que los separaron y cada uno por su lado empezó a compartir celda con otras personas. En un principio pensó que había «entre 15 y 18 personas en las otras celdas, después me di cuenta de que podía haber muchas más», sostuvo.

Entre las personas con las que compartió cautiverio recordó claramente a Luis Jaramillo, empleado de la metalúrgica SAIAR; Jorge Rizzo, dirigente gremial en La Matanza, de quien le impresionó la delgadez siendo un hombre corpulento; y un muchacho de unos veintipico de años que se llamaba Rubén Ramos y trabajaba en la entonces fábrica Essex en La Tablada. Los tres permanecen desaparecidos.

«Yo pasé pocos días como desaparecido y había bajado siete kilos. Creo que Rizzo, que tendría unos 45 años, habría bajado 40 kilos», ilustró Solís, que recordó que era amigo de dos de las hijas de Rizzo, Nancy y Raquel.

Allí en El Infierno estaba Nilda Eloy. La única mujer. «Una de las cosas que más me impresionó fue escuchar a los compañeros detenidos en forma ilegal. No me puedo olvidar de una chica, Nilda, que tenía 19 años. Nilda gritaba todas las noches y pensamos que era abusada», sostuvo.

En 1984, cuando denunció lo que le había pasado ante la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), lo primero que hizo –afirmó– fue preguntar si Nilda Eloy estaba con vida.

Solís relató las condiciones «infrahumanas» del cautiverio. «En la celda nos rotábamos por la falta de aire. Éramos siete personas en una celda de un metro por dos metros».

«Nos daban unos guisos con unas cucharas metálicas que previamente nos clavaban en la boca. Era inhumano. Estábamos hacinados y cuando éramos muchos teníamos que pedir para ir al baño, casi rogar. Para el agua nos ponían una manguera en la boca casi hasta la garganta… y tragabas lo que podías».

A los siete días, él y su hermano fueron subidos a un auto que recuerda como un Rambler o un Chevrolet. «Nos tiraron en unos pajonales en el arroyo de Villa Domínico», contó. «Nos piden que contemos hasta 100 pero mi hermano me pidió por favor que contemos hasta 200, cosa que hicimos», relató Solís con la voz quebrada.

«Caminamos con mi hermano, vimos una camioneta. Un hombre nos sube… me acuerdo que tenía una canasta con ciruelas y le pedimos si podíamos comer… esta gente nos llevó hasta su casa, nos dio de comer, nos permitió bañarnos… por muchos años estuve en contacto con ellos», dijo antes de volver a emocionarse más aún. Aunque ante la sugerencia del presidente del tribunal de hacer una pausa le respondió: «esos hechos me vienen de golpe, entiende, ya pasaron 45 años».

Su padre, fallecido en marzo pasado por covid, avisó en aquel momento a las familias de Rizzo y de Ramos de que su hijo los había visto con vida en la Brigada de Lanús con asiento en Avellaneda.

«Ser estudiante universitario era casi un delito», sostuvo Oscar Solís antes de explicar que el secuestro le infundió un miedo aterrador de volver a la facultad. «En el 77 di una materia libre porque tenía miedo de volver a la facultad. Recién pude retomar en el año 78 y había mucha gente que había desaparecido de muchas facultades […] Generaron el vaciamiento de las generaciones que nos sucedieron por miedo», aseguró.

«Sí nos quedaron secuelas», afirmó interrogado luego por el auxiliar fiscal Juan Martín Nogueira. Él es hipertenso desde joven. Su hermano sufrió tres ACV.

Muchos años después, Oscar Solís pudo reencontrar con Nilda Eloy en La Plata.

El Grupo de Cine Peronista

A Jorge Mendoza Calderón lo conocían como «el Piura» porque había nacido en esa ciudad de Perú el 19 de junio de 1943 en una familia de siete hermanos. En 1968 vino a la Argentina para hacer una carrera universitaria.

«Yo lo recuerdo así, siempre con esa sonrisa que flotaba en sus labios», afirmó el martes Luis Fernando «Chito» Paredes, amigo y compañero de militancia de Mendoza Calderón, con quien integraba el Grupo de Cine Peronista que a principios de los años 70 se había formado en el Departamento de Cinematografía de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP y que integraban unas 40 personas.

«Jorge era una persona muy amable, discreta […] Con una educación muy tradicional. Era un provinciano que despertaba confianza. No lo recuerdo nunca haber levantado la voz ni siquiera en las asambleas de la facultad de Bellas Artes», aseguró al describir a aquel compañero al que conoció cuando ingresaron a la carrera de cinematografía.

Jorge Mendoza Calderón, «adoptado» por los Paredes, fue detenido la madrugada del 5 de octubre de 1976 en la vivienda que esa familia alquilaba en 66 bis entre 121 y 122 de La Plata.

Según vecinos y testigos, «a Jorge lo sacan en paños menores y se lo llevan junto con el hijo del dueño [de la vivienda] que vivía en el garaje de la casa» que tenía 16 o 17 años, contó Paredes ante el Tribunal.

Tras el procedimiento en su casa, a Jorge y al adolescente se los llevan a «Caballería, en 1 y 60», precisó. Al jovencito lo soltaron horas después. En cambio a Calderón no. De allí fue llevado a otros centros clandestinos de detención (CCD) del Circuito Camps entre estos el Pozo de Arana y El Infierno.

La noche del secuestro «yo no estaba en la casa porque el 21 de septiembre había nacido Pablo, mi hijo, que murió el 23 de septiembre. Lo enterramos con Jorge.

Norma había tenido al niño por cesárea y yo estaba con ella ahí en su casa. Por esa razón yo no estaba», reiteró Paredes.

«Con Jorge éramos militantes. Jorge empezó a militar en la FURN [Federación Universidad para la Revolución Nacional] a principios de los años 70. Yo milité en el PRT y luego en la FURN. Luego seguimos nuestra militancia en la JUP y luego en el Partido Auténtico. Los dos fuimos miembros de Montoneros», sostuvo Paredes.

Mendoza Calderón fue socio fundador del Grupo de Cine Peronista de La Plata, grupo con el que «filmamos desde el pacto de unificación de las juventudes peronistas en Cambaceres en enero del 72 hasta mediados del 75 todos los acontecimientos importantes», precisó Paredes, antes de indicar que ese material está en el Museo de la Memoria en la ex ESMA.

Paredes supo que su amigo el Piura a quien calificó como un «excelente camarógrafo» había estado en El Infierno por el testimonio de Nilda Eloy. Otros sobrevivientes también lo ubicaron en Arana.

Tras el secuestro del Piura, Paredes estuvo cuatro años en la clandestinidad hasta que pudo exiliarse en Francia, ya en los años 80, donde permaneció 35 años. Paredes fue presentado como sobreviviente en este juicio aunque no estuvo secuestrado en ningún CCD.

Meses después de haber llegado a ese país europeo Paredes presentó «una declaración denunciando el secuestro de Jorge en Amnistía Internacional» y en organismos de derechos humanos de Francia, indicó.

La Fiscalía le solicitó este martes un listado del Grupo de Cine Peronista y una copia de su denuncia del secuestro y desaparición de Mendoza Calderón presentada en Francia.

La audiencia número 40 de este juicio que comenzó el 27 de octubre de 2020 tuvo lugar a dos días de cumplirse 45 años del secuestro de militantes estudiantiles en La Plata, muchos de los cuales permanecen desaparecidos y cuyos casos forman parte de este juicio, y a cuatro días de que se cumplan 15 años del segundo secuestro y desaparición de Jorge Julio López, testigo clave del juicio contra el ex director de Investigaciones de la Policía Bonaerense, Miguel Osvaldo Etchecolatz.

Ese lunes 18 de septiembre de 2006 fue la audiencia de alegatos contra Etchecolatz quien recibió allí una primera condena a cadena perpetua «por delitos de lesa humanidad en el marco de un genocidio entre 1976 y 1983».

Etchecolatz es uno de los 18 imputados en este juicio y solo uno de los dos represores que está en la cárcel. El resto está cómodamente en sus casas.

El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la policía bonaerense de Banfield, de Quilmes y de Lanús es resultado de tres causas unificadas en la causa 737/2013.

El juicio oral y público se lleva adelante de forma virtual debido a la pandemia. Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas de ellas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio.

En esta etapa de juicios, que se hacen mediante plataformas virtuales en razón de la pandemia, invitamos a todes a acompañar los testimonios a través del canal de La Retaguardia TV o el Facebook de la Comisión Provincial por la Memoria

Más información en el blog del Programa de Apoyo a Juicios de la UNLP.

La próxima audiencia tendrá lugar el martes 21 de septiembre a las 9 hs.

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