El basural de la cantera de 31 y 514 del barrio platense José Henández sigue ardiendo. En medio del humo, los vecinos están desesperados y piden el cierre total del lugar, y denuncian a la intendencia por volcar allí residuos de manera ilegal. En tanto, los especialistas advierten sobre los riesgos de la contaminación.
Hace cuatro días, aproximadamente, el fuego comenzó a expandirse por las montañas de basura y todavía sigue prendido, destilando un humo blanco y un olor nauseabundo por varias cuadras a la redonda. Anoche, un grupo de vecinos se reunió en el Centro de Fomento Social y Deportivo José Hernández, ubicado en 131, entre 510 y 511, para buscar una salida al problema.
Sobre el inicio del fuego, hay un hipótesis que se destaca por sobre el resto: “Lo hacen parar tapar lo que se está haciendo; pero lo hacen mal, porque se ve más el problema, y por eso ahora nos estamos convocando”, dijo un vecino de nombre Leonel.
“Pedimos el cierre total del basural a cielo abierto, por la contaminación que está generando el intendente con la basura que tira de manera ilegal en la cantera”, señaló.
Sobre la participación de las autoridades locales, otro vecino, Marcelo, aseguró que “están las fotos, están los videos de los camiones de la Municipalidad, con la gente con los chalecos de la comuna tirando los residuos”.
“La situación es bastante embromada para todos los que vivimos cerca. No se puede hablar diez minutos afuera que ya te cansa la voz”, agregó Marcelo.
Otro vecino denunció los aprietes y amenazas que sufrieron algunos empleados de limpieza que decidieron no ir a sus trabajos y seguir en el corte de calle que los vecinos realizaron en la esquina de 517 y 31, para pedir soluciones al municipio y al Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS), que el martes anunció la clausura del predio, para que garantice el “saneamiento y recomposición” del predio.
Los riesgos de la contaminación
Alejandro Mariñelarena, doctor en Bacteriología de la Universidad Nacional de La Plata, asegura que, más allá del humo, el “principal problema con este tipo de basurales clandestinos es la lixiviación”, un proceso en el que los líquidos de los desperdicios acumulados se va filtrando a las napas de agua menos profundas.
Estos productos líquidos “hacen que los componentes tóxicos de la basura se infiltren en los niveles freáticos superiores”, contaminando el agua que puede ser consumida por los barrios de las cercanías.
Si bien la quema no controlada de residuos ya de por sí es un inconveniente para los vecinos, la sola presencia de un depósito de desperdicios de carácter irregular en las cavas del barrio de Hernández es una cuestión que agrava la situación, porque, además del aire, el agua para eventual consumo también se ve afectada.
“Las napas están en un nivel muy alto en la región” y el material orgánico “con altos componentes de nitrógeno y microbios” que los residuos acumulan, junto con “metales pesados presentes en pilas, tintas y otros componentes electrónicos”, complican el panorama, agregó Mariñelarena.
Además, “alrededor del basural se junta fauna que no es la normal” para la zona, “como ratas y algunas especies de aves”, agregando otro foco infeccioso que puede afectar directamente a los vecinos y ambientalmente peligroso, ya que los componentes tóxicos se van acumulando en los organismos de dichas especies.
“La contaminación del agua afecta a los vecinos, en especial a los de bajo nivel socioeconómico, que son los que no pueden acceder a la red”. Los olores producto de la descomposición y la quema del sumidero son consecuencias de un “acostumbramiento” ante la presencia de un basural “que no debería estar ahí”, concluyó Mariñelarena.
Bruno Carpinetti, biólogo y profesor de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, indicó que este tipo de vertederos urbanos o periurbanos “ocasionan problemas prácticos para la vida cotidiana y la salud” de quienes habitan las cercanías.
De por sí, “el problema es el basural a cielo abierto, es un hecho que provoca disturbios en la vida normal” de los vecinos, agrega Carpinetti, lo que supone una ruptura en el esquema de ciudad integrada e inclusiva que debería ser parámetro normal de una gestión municipal.