Llonto: “Todavía no sabemos a dónde llevaron al 60% de los desaparecidos”

«Necesitamos conservar aquellos lugares que fueron centros clandestinos” durante la pasada dictadura cívico-militar (1976-1983), como el denominado Pozo de Quilmes, por entonces Brigada de Investigaciones por donde pasaron 250 víctimas del terrorismo de Estado, y “necesitamos que la sociedad hable”, sostuvo el abogado y periodista Pablo Llonto durante la presentación del libro Quilmes, la Brigada que fue Pozo, de la periodista Laura Rosso.

“Muchas pruebas se están destruyendo y muchos lugares ni siquiera están señalizados”, advirtió Llonto, que instó a “batallar en cada partido de la provincia de Buenos Aires por Memoria, Verdad y Justicia”.

En el chalet ubicado en la intersección de las calles Allison Bell y Garibaldi de Quilmes, a una cuadra del hospital local, por entones funcionaba la Brigada de Investigaciones que comunicaba con una edificación de tres pisos a la que los detenidos llegaban por el garaje. De las 250 víctimas que pasaron por el Pozo entre 1975 y 1979, 150 siguen aún desaparecidas.

Testimonios de víctimas, de familiares, relevamientos de organismos de derechos humanos y una inmensa tarea de abogadas y abogados, permitieron en estos cuarenta años repertoriar unos “750 centros clandestinos en todo el país”, puntualizó Llonto antes de subrayar la tarea de la militancia para que esos espacios de secuestro, tortura y muerte sistemática impuesto por las fuerzas de seguridad y sus cómplices civiles se conviertan en “sitios de memoria”.

El “Colectivo Quilmes, Memoria, Verdad y Justicia” y la redacción de la ley para que el Pozo de Quilmes lograra ser sitio de memoria –que en parte sigue estando afectado a la Policía bonaerense, pues allí funciona actualmente la Dirección Departamental de Investigaciones (DDI) de Quilmes– fue el marco que impulsó a Laura Rosso a escribir sobre ese lugar que tanto le había intrigado en su infancia.

“En la dictadura, íbamos en un Peugeot 504 a visitar a unos amigos de mi familia que vivían en ese barrio que estaba vallado. Había que hacer juego de luces para poder pasar. Yo me preguntaba qué habrá ahí”, explicó la autora durante la presentación de su libro, que tuvo lugar esta semana en la Sala Rosa de los Vientos de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).

Ese primer recuerdo lo plasmó en un papel en el marco de un taller sobre crónicas de la memoria dictado por María Eugenia Ludueña. Tiempo después salió a buscar a los sobrevivientes del Pozo de Quilmes.

Cristina Gioglio, María Leonor González, Alcides Chiesa, Nilda Eloy, Emilce Moler, Gustavo Calotti, Diego Barreda y Walter Docters fueron algunos de los sobrevivientes que Rosso entrevistó para acercarse a ese “limbo” para las decenas de mujeres y hombres, jóvenes y mayores, que pasaron por las celdas que conservan su color gris verdoso y sus rejas. Cada tanto algún sobreviviente se anima a volver a ese lugar del terror, a reconocer dónde estaba, o comentar que desde una ventanita del tercer piso había logrado reconocer un micro de Quilmes o las chimeneas de la cervecería. A veces dormían sobre cartones y orinaban en un tarrito de lavandina, comentaron semanas atrás durante una visita al Pozo de Quilmes de la que participó este medio.

Autor del prólogo de este libro publicado por la editorial de la UNQ y querellante en numerosos juicios de lesa humanidad, Llonto destacó el papel de libros como el de Laura Rosso, que reúne testimonios, recuerdos, memoria, en particular de sobrevivientes. “Es importante que hable la sociedad, que se animen, que continúen esa búsqueda”, instó.

“Sabemos que acá en Quilmes hay centenares de ciudadanos, de excolimbas, y también algún sobreviviente que todavía no habló y a quien tenemos que buscar para tomar un café, un mate y registrar lo que dice. Porque lo que dice va a servir para los juicios y para que se plasme en estos trabajos”, sostuvo Llonto.

En presencia de sobrevivientes del Pozo de Quilmes, de familiares y de numerosos abogados que día a día trabajan para llevar al banquillo a represores y genocidas, Llonto advirtió que “los juicios de lesa humanidad siguen, pero van muy lentos. Necesitamos apurarlos, pero también necesitamos que muchos de esos testimonios se vuelquen en la Justicia para identificar responsables, para saber de víctimas, que todavía no sabemos a qué lugares las llevaron”.

“los juicios de lesa humanidad van muy lentos. Necesitamos apurarlos, pero también que muchos testimonios se vuelquen en la justicia para identificar responsables, para saber de víctimas». Pablo Llonto.

“Todavía no sabemos a qué lugares llevaron al 60% de los desaparecidos. No sabemos en qué centro clandestino estuvieron. Necesitamos los testimonios de los exconscriptos, pero necesitamos que se plasmen”.

El libro contiene testimonios de numerosos sobrevivientes, la lista de las personas identificadas que pasaron por el Pozo de Quilmes y de aquellas que aún no fueron identificadas.

La causa por este centro clandestino de detención fue elevada a juicio oral en 2015. Sin embargo, aún no fue designado un tribunal para llevarlo adelante. Varios de los represores procesados por el Pozo de Quilmes ya fueron condenados por su participación en otros centros clandestinos.

De las mujeres y hombres que pasaron por este, muchos eran adolescentes militantes, como Emilce Moler, estudiante de Bellas Artes detenida en la llamada “Noche de los Lápices” en La Plata. A mediados de noviembre volvió por primera vez al Pozo de Quilmes. Lo recorrió junto a otro sobreviviente y también a la autora del libro. Emilce tenía diecisiete años y era menudita. “Mirá lo que es esto. Vamos a armar un jardín de infantes con esta. Mirá qué chiquita”, recordó Emilce que le decía un policía a otro mientras la levantaban del cuello del gamulán.

El libro de Rosso completa aquella visita por un lugar de espanto en medio de un barrio de lindas casas. “Al final de las entrevistas, muchos me decían: ‘espero que te sirva’”, contó Laura Rosso, que llevó adelante un intenso trabajo periodístico. “Esa frase representaba un compromiso y un impulso para seguir”, y “pensé en esta generación de jóvenes que nacieron en democracia porque tienen que saber qué pasó en la dictadura para que no haya pozos nunca más”.


 

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