Por Ramiro García Morete
“Todo este tiempo vivido, todo lo que hemos planeado, está y está acá”. Fue a mediados de 2015, si mal no recuerda Nicolás. Habían sucedido cambios en la banda y finalmente se consolidaba una nueva formación. Lo venían hablando con Martín, su hermano y principal compositor. Por entonces no escribía, hasta que una tarde ocurrió. Caminando por ahí, tarareando algo del mismo modo que entiende las canciones que le gustan: melódicas, adhesivas, perdurables. Pero aún faltaba para “Me revoluciono” y su incursión en la firma. Lo cierto es que quizá fuera 2016, en verdad, cuando ambos estaban seguros de algo: este es el momento. Como quince años atrás, en la casa de su familia cerca de Plaza Moreno. Atrás había un quincho donde Cacho, unos años mayor, ensayaba con otros amigos. Era unos años mayor, tocaba la guitarra y ya había atestado el cuarto con poster de los Guns y Nirvana. Pero esta vez estaban ensayando temas de Oasis. Nico estaba precisamente en esa habitación compartida, posiblemente escuchando Turf o Juana La Loca, tomando mates y perdiendo el tiempo en la compu. Con diecisiete años no tocaba ningún instrumento pero sí cantaba fuerte todo el día. “¿Querés cantar?”, le preguntó cacho. En la sala todos estaban con los instrumentos colgados. “Mirá que no sé las notas”, advirtió pero accedió de todos modos. Luego de ponerle voz a una versión de Stand by me, uno sentenció: “Este es el cantante”. Nicolás sintió que ese era su lugar. Unos meses después ya estarían tocando en Plaza Moreno en una celebración que cerró Babasónicos. Con la misma actitud de quien se autodefine como frontman y se reconoce con humor como “el más bardero de la banda”, llegó entonces a ese ensayo en 14 y 62 con la certeza de que era el momento: “Estas son las canciones. Hay que grabar un disco”. Desde ese 2016 hasta el presente, el camino sería -como siempre- complejo. Pero siempre hay que pasarla bien, asegura Nicolás Presa (voz) sobre la filosofía de la banda que completan Martín Presa (guitarra y coros), Esteban Evangelista (bajo), Ramiro Sumavil (guitarra) y German Ristau (batería). Y así suena “Nacional”, un trabajo guitarrero y poblado de melodías y estribillos agradables de proyección radial y con tópicos tan reconocibles como relaciones y amores. De nuevo y de lleno en el ruedo, No Ves Nada sabe que como en las canciones -ese diminuto fragmento que detiene el tiempo- este siempre es el mejor momento.
“Es un disco muy esperado porque la última producción había sido en el 2011-cuenta Presa-. Pasaron muchas cosas en el camino. Finalmente pudimos terminar esta obra y estamos re contentos. Logramos el sonido que anhelamos y creemos que tiene buenas canciones”. Y explica el título: “Antes veníamos con una movida más brit. Y ahora tiene un toque más nacional. Nosotros arrancamos en el 2004. Cuando arrancás estás a full con sus influencias. Es normal. Mucho con Strokes, Verve, Coldplay, Oasis. Con el tiempo van surgiendo cosas. Vas modificando el sonido. Con este dijimos: vamos a hacer canciones más sencillas, más fáciles de tararear”. Sobre aquellos primeros años de influencias reconoce a Rodrigo Martín como referente y recuerda: “Yo estaba a full, re lookeado. Me interesa el tema de la estética. Una banda no solo es hacer música, cuando toca de verdad tiene que mostrar una imagen”.
“Todo sigue igual, ya evolucioné/ seremos el orgullo nacional/ tendremos una relación normal”. La banda pasó por una estética más orientada al glamour y la mitología rockera hasta llegar a este presente de canciones de amor y desamor. “Nosotros siempre hicimos la música que nos gustó y nos gusta. Yo siempre en la banda fui el más bardero, el más directo. Nosotros siempre hicimos lo que nos gustó. Al carajo lo que piensen los demás. Pensemos en nosotros. Vamos a hacer nuestro estilo. Después con el tiempo vamos descubriendo cosas nuevas, cosas que surgen de un ensayo, sumás sonidos. Hoy en la actualidad reconozco que gente necesita cosas que impacten, más fugaces. Frente a todo eso no le damos pelota. Hacemos una cosa completamente distinta”.