¡No cierren Pura Vida!

Por Ramiro García Morete

“Entender y ser entendido”. Cuando además de ser músico y habitué del lugar también era periodista, titulamos así la entrevista de Diagonales a Diego Cabanas a raíz de una clausura al Pura Vida Bar allí por 2012. Eso declaraba el dueño de este recinto emblemático, y tras una manifestación espontánea y pacífica de centenares de personas (sumada a las adhesiones de artistas y medios de todo el país), la gestión de entonces tuvo que comprender que no se trataba sólo de un centro nocturno, sino de algo más: un modo de entender la gestión cultural. Por supuesto que Pura Vida es un bar, genera dinero y da trabajo. Pero, por sobre todo, mantiene una filosofía que posibilita a los artistas independientes desarrollar su propuesta y poder solventarla. Distraída o instada vaya a saber por qué móviles, el Municipio tuvo que entender que además de contar con todos los papeles en regla o en trámite, Pura Vida es un centro cultural en sentido más cabal del término.

 Los músicos no sólo son importantes desde el aporte espiritual e intelectual, sino que son trabajadores y parte del ciclo de producción.

Entender y ser entendido implica dejar de pensar la música como “unas vacaciones raras” (El Perrodiablo dixit), sino como un bien cultural. Los músicos no sólo son importantes desde el aporte espiritual e intelectual, sino que son trabajadores y parte del ciclo de producción. Desde la cerveza que se vende en un espectáculo, el amplificador que vende el local de música, el toner que usa la imprenta para los discos o afiches y toda la infinita lista posible, no implica mucho esfuerzo entender que, además de trabajar, el músico genera trabajo. Es importante entender –esa es la palabra–, más aún cuando esta ciudad quiere ser promocionada como la “Ciudad del Rock”. Bienvenido tal slogan si atrae turismo o inversiones como alguna vez twitteó el actual intendente. Pero para sustentar tamaña chapa hay que hacerlo desde cada pequeño o gran espacio. Y Pura Vida es, más allá de sus modestas dimensiones físicas, un gran espacio.

“Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos”, escribió Tennesse Willams. Yo elijo confiar en la bondad del que desconoce. Me gusta creer que los responsables a cargo quizá desconocen todo esto y se están enterando en este mismo momento, a unas horas de que cientos de personas autoconvocadas vayan a expresar su apoyo genuino y sincero a un lugar que en cierto modo les pertenece.

Me gusta creer que los responsables a cargo quizá desconocen todo esto y se están enterando en este mismo momento, a unas horas de que cientos de personas autoconvocadas vayan a expresar su apoyo genuino y sincero a un lugar que en cierto modo les pertenece.

Hay un papel que debemos poner en regla y es el de un Estado presente que no sólo tenga políticas culturales sólidas, sino que no entorpezca el desarrollo de espacios que contribuyen al crecimiento y la difusión cultural más allá. Entender y ser entendido es el principio básico de la convivencia ciudadana. Los músicos, artistas y espectadores de rock son tan ciudadanos como cualquiera (de hecho, abril de 2012 tuvo en Pura Vida un punto de referencia para las labores solidarias). Confío en que esta nueva gestión que parte de mis coterráneos ha votado con fundamentos que debo respetar resolverá pronto este malentendido. Porque hablando se entiende la gente, dicen. De eso se trata la vida, bendita y pura vida.


* Músico.

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