Ni los dólares ni los cuadernos alcanzan para frenar la fuga y la recesión

Por Pablo Pellegrino

Primero fue el “impuesto a las Lebac”, luego la “turbulencia” internacional, más tarde la guerra comercial de Estados Unidos y China, la devaluación de la lira turca y el “efecto cuadernos”. El jueves, increíblemente, en un mismo día el “efecto Brasil” fue responsable de la baja del dólar, primero, y de la suba de la divisa horas más tarde, que terminó en 30,99 pesos.

En el mismo momento en que los allanamientos contra la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner ocupaban todas las pantallas, la divisa norteamericana se ubicaba en su máxima cotización histórica en el marco de una crisis financiera que desde hace meses deteriora de manera constante la economía argentina. La fuga de capitales y balanza comercial deficitaria récords y la caída de la actividad económica quedaron a un lado de la agenda en una semana cargada de fotocopias, marchas, desafueros y allanamientos en busca de bóvedas.

Los dólares no alcanzan

La fuga de capitales en los primeros siete meses del año superó los 20.000 millones de dólares, una cifra similar a la que en 2011 motivó al gobierno de Cristina Fernández a intensificar los controles cambiarios con el denominado “cepo”.

La dolarización de ahorros no tiene freno y el descalabro macroeconómico no sólo hace peligrar la continuidad del programa del Fondo Monetario Internacional, sino que hoy ya se habla de que los dólares recibidos en el préstamo stand by acordado con ese organismo no alcanzan, y, de ser así, el gobierno no tendrá facilidades ni gentilezas del mercado para salir a buscar financiamiento.

La intensificación de la demanda de dólares para el rubro “formación de activos externos” en julio alcanzó los 3.351 millones de dólares. Hasta julio, la fuga duplica los números del mismo período del año pasado.

El nivel de pérdidas que atraviesa el Banco Central para satisfacer la demanda de dólares y mantener a raya su cotización ya encendió luces de alarma incluso en economistas del establishment, como el expresidente del Banco Nación, Carlos Melconián, quien señaló: “Necesitamos un tipo de cambio tal que la tía deje de comprar dólares y los cadetes dejen de viajar a South Beach”.

Pero a esos 20.000 millones de dólares de fuga hay que sumarle uno de los principales problemas estructurales de la economía, que es la generación genuina de divisas a través de exportaciones. Si bien la sequía afectó al sector exportador por excelencia, la apertura comercial irrestricta y el ingreso indiscriminado de importaciones ayudaron para que la previsión para este año alcance el déficit comercial más grande de la historia.

El año pasado, la balanza comercial de más de 8.500 millones de dólares alcanzó su máximo histórico, destronando al año 1994, que ostentaba el primer lugar con poco más de 5.000 millones. Este año, el índice prácticamente equivale a ese rércord de los años noventa: de enero a julio, el déficit de balanza comercial fue de más de 5.300 millones de dólares. La perspectiva para diciembre de este año es que la cifra de 2017 se supere holgadamente.

Sin techo

Desde comienzos de este año, ni la cotización del dólar, ni la inflación, ni la tasa de interés, ni el desempleo o el desplome de la actividad económica parecen tener techo. Las optimistas expectativas para fin de año que se elaboraron durante los primeros meses de 2018 quedaron sepultadas con los indicadores del primer semestre, y las cifras optimistas de hoy parecen seguir el mismo camino.

La expectativa de inflación para este año era del 15% y hoy muchos economistas, incluido Melconián, considerarían un éxito terminar el año con 32%. Algo similar sucedió con las expectativas de crecimiento: primero habían sido de entre 1,5 y 3 puntos, mientras que hoy se estima la misma cifra pero en negativo.

El jueves el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) difundió el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) de junio, que arrojó una caída de 6,7% respecto al mismo mes del año pasado, y el acumulado anual del primer semestre ya es negativo (-0,6%). En mayo, el indicador ya había mostrado una baja fuerte de 5,2 puntos porcentuales y en abril -0,6%.

“Las ramas de actividad de mayor incidencia en la contracción interanual del EMAE correspondiente a junio de 2018 son ‘Agricultura, ganadería, caza y silvicultura’, ‘Industria manufacturera’ y ‘Comercio mayorista, minorista y reparaciones’”, detalla el informe difundido por el INDEC, y en contraposición señala: “‘Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler’, ‘Intermediación financiera’ y ‘Explotación de minas y canteras’ son los sectores de mayor incidencia positiva”.


 

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