NEYS: vientos de cambio

Por Ramiro García Morete

No recuerda la letra exacta, pero sí la situación representada: volver a la pensión de 51  caminando a las 7 de la mañana, tras haber pasado la noche en el home studio de sus amigos de Viedma Tripulación. Y cruzar a la gente yendo a trabajar, comenzando con su rutina. La misma que cuestionaría, incluso a pesar de su propia exigencia. Pero la experiencia de compartir y de poder escribir una canción confirmaba la revelación ocurrida no mucho tiempo antes: “Como sea, pero quiero hacer música”. Correría el 2013 y a punto de concluir la carrera de Periodismo Deportivo, aquellos ataques de pánico lo habían enfrentado con su propio deseo.

Y es que la música había estado desde los primeros días en la casa de Viedma, cuando era un niño histriónico que gustaba de llamar la atención según confirma algún VHS perdido. No solo por los cd´s de Gieco o Heredia que sonaban en el Aiwa. Con la misma guitarra Antigua Casa Núñez que un día tomaría sin permiso y lo acompañaría en todos sus viajes y días hasta hoy, su padre sabría encerrarse en la habitación mientras él lo observaba. No importaban tanto las canciones. «Me gustaba más ver cómo se sentía mi viejo en ese momento», recordará. Quizá por ese anhelo que Miguel -docente igual que su esposa, psicopedagoga- solo despuntaba en los asados, enviaría a su hijo al Conservatorio. Pero aquella formación no le interpelaría tanto como las canciones de La Vela o Bersuit que se imprimía para sacar, cuando ya tenía la Ibanez. Sería durante esa adolescencia que la mudanza a Trelew aplacaría un poco su carácter.

Pero volviendo a las noches de estudio casero y  la confirmación de que podía escribir canciones, comenzaría desde entonces un largo pero fructífero proceso de reconversión. Igual que muchos de sus temas que pueden arrancar en algunas de sus múltiples libretas o cuadernillos y acabar un año después con forma definitiva. Para él se trata de comunicar. O sea: no solo decir algo, sino definir qué quiere decir. Por eso orientaría su carrera hacia la Licenciatura en Comunicación, a la par de estudiar algunos años de música popular y seguir formándose con clases particulares.

A finales de 2019 sería hora de terminar de romper con sus propias trabas…y el chanchito. Por eso dos objetos aparecen en cuestión: primero, el lavarropas que vendería para solventar la grabación. Y luego el bajo, que  no solo le ofrecería una perspectiva o rol distinto sino que lo conectaría con su profesor Diego Americe para finalmente proponerle la producción artística. Sumando al tecladista Agustín Araneda, hacer colectivo su proyecto solista no sería una contradicción sino un refuerzo conceptual: se trataría de abrirse en todos los sentido. De este modo se fundirían elementos de la música popular con el R&B, para generar un clima orgánico donde la complejidad armónica no se interpone con el clima ameno y existencial de tres canciones donde se respiran por igual aires urbanos y vientos del sur. «Soltar» sería el nombre de este EP y un leitmotiv necesario para que Eluney González Abraham se encuentre a sí mismo a través de NEYS.

«En principio estoy creando una identidad que es Ney y que está en construcción -introduce el artista-. Es una forma de derribar mis prejuicios y sacar lo que tengo ganas de sacar. Por ahora desde la música, pero también con muchas ganas desde lo audiovisual». Y extiende: «El título representa el momento en el que estaba. Necesitaba soltar todo: presiones, exigencias».

Respecto a la estética y fusión musical, explica desde una óptica geográfica: “Yo soy de Viedma, viví en Trelew. Eso lo tengo adentro y a veces vuelvo. Esos paisajes del sur me acompañan y me apropio de eso. Estar en lo urbano te lleva a chocarte con otras cosas, otros sonidos, otros ritmos, sonoridades. Por ese lado se generó la fusión y eso de degenerar la cosa». Por eso cuando propuso a sus amigo grabar fue «con toda la libertad de hacer y deshacer. Si bien era mi proyecto solista, un poco la búsqueda fue que fuera en conjunto y abarcar lo que cada uno podía sumar. Desde el principio no quedarse con un género o una influencia de referente. Gocia sumó su colaboración. También fue muy lindo. El detalle de su voz suma a esa construcción que queríamos».

Otra  «decisión desde el principio fue que haya instrumentos. Respecto al sonido digital, son algunos de esos prejuicios que de a poco voy rompiendo. Pero en ese momento era sostenerse en ese sonido. Yo parto siempre desde la guitarra, la mayoría de las veces. Dieguito es un bajista tremendo. Agus es tecladista y un productor muy bueno. Era partir de la base de la herramienta y crear. Hoy en día estoy más abierto a otra experiencia. Suelto eso, dejo acá algo y sigo por otro lado».

Ya con el Reaper y el FL Studio en su notebook, un teclado midi y la idea de adentrarse en la producción, cuenta que «cada canción tiene su proceso. Se entiende después. En un principio es descargar ideas o ver qué querés decir. Qué quiero decir según el momento que estoy pasando. Construcción y reconstrucción todo el tiempo». Sin embargo, aclara que hoy está «en otro proceso. Eso de soltar fue dejar esas formas y esos procesos tan largos para ver de otra manera la creación y la producción. De no darle tantas vueltas, tanto enrosque. Son dos cosas distintas. Sin tantas complejidades, pero siempre sincero». Con esas ganas, anticipa que está «armando un set para tocar este verano, antes de que se pique todo de vuelta. La idea es salir a tocar en vivo. Estoy grabando unas cosas con Gero DH (Viedma Tripulación), más tirado desde lo rítmico. Y encarando un video».

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