Marcelo Moura, a 30 años de Locura: “Jamás nos importó saber qué se escuchaba en ese momento”

En 1985, mientras se desarrollaba el Juicio a las Juntas Militares y salían los primeros discos de Los Redondos y Sumo, Virus editaba Locura, su quinto álbum en cinco años. En ese lustro, el grupo había mutado de la new wave al rock & roll y de ahí a un synth-pop en ciernes, cuya plataforma, Relax, había deparado el alejamiento del guitarrista Ricardo Serra y la inclusión de Daniel Sbarra. Con Locura, Virus dio un paso más en su evolución estética y conquistó las radios con un sonido sutil y moderno, el marco de gala para un puñado de canciones que hablaban sobre la sensualidad, el amor y el deseo casi sin nombrarlos, y que todavía hoy son la mueca más elegante y elevada del pop argentino.

«Era difícil tener que escuchar que gente que no sufrió lo que sufrimos nosotros nos tildara de pasatistas»

La delicadeza inalcanzable en la interpretación de Federico Moura, la sobriedad de los arreglos instrumentales y la cifrada profundidad lírica de Federico y Roberto Jacoby son la marca de un trabajo que logró la excepcionalidad de combinar vanguardia y masividad en simultáneo. El disco se grabó en los estudios que Music Hall tenía en Buenos Aires, con Federico Moura en voz, su hermano Julio y Daniel Sbarra en guitarras y teclados, Quique Mugetti en bajo, Mario Serra en batería y Marcelo Moura en teclados. Con él conversamos, a treinta años de Locura.

¿Cómo recordás el contexto en que se concibió el disco?

Nosotros teníamos nuestros tiempos y nuestro mundo íntimo; jamás nos importó saber qué se escuchaba en ese momento y nunca compusimos un disco pensando en qué estaba pasando, o para qué lado nos convenía rumbear. Locura tuvo la particularidad de haber sido compuesto en un momento muy intenso de giras, por lo que los tiempos se iban acortando al punto tal de que grabamos en Buenos Aires solo 7 canciones, y ya saliendo para mezclar en Nueva York nos dijeron que por lo menos había que agregar una más. De manera que durante el vuelo fuimos a la parte de atrás del avión y, con una pequeña base que habíamos hecho con Julio y Federico, terminamos de darle forma a la canción que faltaba. Es una muestra de lo loco que es el arte, porque esa canción fue la más vendida en la historia de Virus, «Una luna de miel en la mano».

En toda la discografía de Virus, pero especialmente en este disco, hay un fuerte doble sentido en las letras. ¿Por qué elegían hablar de ese modo solapado?

Afiche de la presentación de "Locura" en el Teatro Ópera
Afiche de la presentación de «Locura» en el Teatro Ópera

Desde el primer disco nuestro lenguaje fue diferente. No intencionalmente, sino porque hasta entonces el rock era algo marginal y nosotros tuvimos una educación muy rica.  Solamente por ese motivo resultaba novedoso, pero jamás lo hicimos buscando algún resultado, simplemente escribíamos como hablábamos. Nadie sabe mejor que nosotros que éramos la antítesis de lo superficial; habíamos vivido en carne propia el dolor de los años de dictadura y lejos de ser banales pensamos que podíamos ser más útiles incitando a expresarnos, poner el acento en las cosas que sumaban y no entrar en el rencor y la pelea. Pero admito que era difícil tener que escuchar que gente que no sufrió lo que sufrimos nosotros nos tildara de pasatistas. Jamás dijimos o hicimos lo que nos convenía, siempre fuimos fieles a nuestras ideas aún cuando fueran en contra de nuestros intereses: por algo Virus es hoy un ejemplo de coherencia y ética.

En lo técnico, ustedes estaban avanzados pero a la vez no tenían un gran conocimiento de ciertas herramientas electrónicas. ¿De dónde venía ese afán modernista y de dónde adquirían información para hacer una secuencia para un tema como «Sin disfraz»?

Disiento respecto de que no teníamos conocimiento de cómo manejar las tecnologías, simplemente la usábamos con prudencia. Nunca nos gustó la idea de depender de las máquinas, de manera que las usábamos solamente en caso de necesidad. Éramos seis músicos y podíamos valernos de nuestras manos. Decían que «Desesperado secuencia uno» llevaba ese nombre porque era el número de la secuencia utilizada… Error: fue tocada con mis manos. No hay nada más doloroso que alguien se tome el atrevimiento de dar por sentado algo que es su pensamiento; es muy triste leer esas cosas. Virus usó en su carrera la secuencia de bajo en «Sin disfraz», en «Juegos incompletos» y en «Tomo lo que encuentro», la nada misma dentro de una producción de más de 130 canciones.

Tanto Quique Mugetti como Julio recuerdan que estaban buscando más espacio en su música, ponderando los silencios. ¿De dónde surgió esa convicción o necesidad? 

No es una convicción y menos una necesidad, es el resultado de nuestra permanente búsqueda. El silencio es una de las cosas más valiosas en la música y a eso se llega después de recorrer un largo camino, es la síntesis. Uno de los defectos más comunes en los músicos que están empezando es creer que porque tienen colgado un instrumento deben tocarlo de principio a fin en una canción, y lo único que consiguen es mandar tanta información que satura. Cuando pasé a cantar, los tecladistas que me reemplazaron tenían mucha más técnica que yo y me preguntaban «¿En esta parte qué toco?». A lo que yo respondía «Nada», y ellos me decían: «¡¿Cómo que nada?!».  Yo les contestaba, «No sé, tomate un fernet o llamá a tu novia». La música es un trabajo en equipo y de la misma manera que estás con tres personas que hablan al mismo tiempo y no retenés ninguna de las tres conversaciones, en la música pasa lo mismo. Por eso los silencios. Entra un teclado, se va y aparece la guitarra, se va y aparece otro instrumento y cada uno dice algo. Es simplemente buscar que el mensaje sea claro.

Si bien Locura marca una explosión de popularidad de Virus y deja constituido el sonido clásico del grupo, los elementos electrónicos vienen de Relax. ¿Cómo fue esa evolución desde tu lugar de tecladista?

No importa si es un sintetizador o un instrumento antiguo, lo único que importa es tener algo que decir. Un instrumento no es más que el medio por el cual uno expresa lo que quiere transmitir y todos podemos tener acceso a ellos, pero lo que nos diferencia es tener algo que comunicar. Por eso es mucho más importante, en lugar de pasarse 18 horas moviendo los dedos, poner el acento en enriquecer nuestra vida y así tener algo para transmitir. Cuando escucho músicos enfermamente virtuosos, en la primer canción digo «Chau, ¡cómo toca este tipo!», pero en la tercera ya tengo las bolas por el piso y pienso «Ok, ya vi que movés los dedos a mil, ahora contame algo».

¿Es una paradoja que el grupo se haya consagrado con su disco quizás más arriesgado?

No, no es una paradoja. Es la resultante de todo un proceso de años en los que nos costó ser entendidos. Pero dejemos en claro algo: la estética, la puesta en escena, los peinados, las escenografías, jugarían en contra si no hubiera un tronco musical y poético como el que siempre tuvo Virus. Sobre esa base todo complemento suma.

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