José Supera: «Me puedo transformar en cualquier cosa»

Desde que nació, en 1981, José Supera hizo de todo. De chico aprendió el oficio de mago y jugó en La Plata Rugby Club, carrera deportiva que tuvo que abandonar tras una lesión. A los 20 años trabajó para la revista Paparazzi y después para la revista Hombre. Estudió publicidad y, tras recibirse, fue redactor creativo, rubro donde se mantuvo activo por más de seis años. Ese camino lo llevó a dirigir una agencia publicitaria en La Paz, Bolivia, donde vivió dos años y le permitió volver al país para trabajar en Ogilvy, una empresa norteamericana de primera línea. «Ahí estaba bien, pero la verdad que sentía un vacío importante, tenía la necesidad de escribir, esa era mi verdadera vocación», dice Supera. Fue en aquel momento que renunció de una vez y para siempre a su carrera como publicista. «Son experiencias que me dejaron muchas herramientas, pero ya no volvería a ese mundo”, agrega.

«Yo a la literatura la concibo como un viaje placentero, como si me metiera en un cine a ver una película, donde la historia misma me va llevando»

Consolidado definitivamente como escritor y periodista, publicó el libro de cuentos Capacidad de asombro (2005) y las novelas La resurrección de la carne (2011), El chimento atómico (2012) y Los desiertos (2014). En el 2011 le dieron el premio Perfil a Mejor Crónica Periodística y en 2012 obtuvo la primera mención en el premio Nueva Novela de Página/12 por Limpiavidrios, su más reciente novela, que acaba de ser editada por Reservoir Books (perteneciente al grupo editorial Penguin Random House).

Limpiavidrios¿Cómo nació Limpiavidrios?

Me quería presentar al Concurso Nueva Novela de Pagina 12 por el jurado: estaban Juan Sasturain, Juan Forn, Guillermo Saccomanno, Alan Pauls, Aurora Venturini, toda gente que respeto mucho. Y tenía lista una novela sobre un mago en la época de la dictadura, pero faltando tres semanas para la fecha de entrega, me doy cuenta que estaba mandando a un concurso de Pagina 12 una historia sobre la dictadura. Para destacarme entre ese jurado no podía mandar algo sobre la dictadura, porque todos mandan novelas sobre la dictadura, y ahí me entró el miedo, la
inseguridad, y no pude seguir. Y en ese contexto, iba caminando por la diagonal 74 y vi a un tipo colgado de una soga limpiando los vidrios. Esa imagen, que se ve siempre, me llamó la atención, porque a pesar de que es una situación común, nunca había indagado en el oficio, en la acción, en el peligro que ese tipo corre todos los días, y me di cuenta que ahí había una historia. Me puse a pensar en cómo ese tipo está todo el día colgado mirando para adentro y viéndose el reflejo de su cara en esos vidrios espejados. Ahí nomás me puse a escribir esa historia, sin pensar mucho, sin tener muchas estructuras, sin saber qué personajes iban a aparecer, y me embarqué en la historia medio a ciegas. Yo a la literatura la concibo como un viaje placentero, como si me metiera en un cine a ver una película, donde la historia misma me va llevando. A veces entro en un trance que parece que no soy yo el que está escribiendo.

Sin embargo en todas tus novelas te metés –y de manera muy profunda- en la piel de esos personajes, aunque a veces parecen bastante ajenos a vos.

Sí, es cierto, pero siempre hay algo de mí. Por ejemplo Los Desiertos lo escribí en una época de mi vida donde yo estaba muy hundido, muy oscuro, muy solo, y el personaje de esa novela está muy hundido, muy oscuro y muy solo. Pero bueno, el viaje este de escribir Limpiavidrios fue medio inconsciente y a las chapas. Por eso el fraseo corto, por eso los capítulos híper breves. Creo que la estructura se dio a partir de ese ritmo frenético que impone la sociedad actual, y ese nivel de oficinismo, de vivir la vida al palo. Igual la novela termina siendo un poco más larga porque en el proceso de revisión (cuando la presenté era muy corta, casi un cuento largo) la editora me pidió que le diera más volumen, así que ahondé en el pasado del personaje. Indagué en cuestiones que no estaban tan desarrolladas en la primer versión, pero la estructura y todo lo que fue la arquitectura,  fue lo que se presentó al concurso de Pagina 12 y que salió primera mención.

Decías que escribiste Limpiavidrios como si fuese una película. Sé que sos amante del cine y eso se percibe en tu escritura, sobre todo en tus últimas novelas.

Creo que mi visión está un poco más influenciada por lo cinematográfico que por la literatura. Termino viendo más películas que leyendo, pero bueno, es un déficit mío -del que me hago cargo-, pero que termina definiendo mi escritura. Y parte de esa exposición que me da trabajar ahora para Random House hizo que se me acerque un director de cine y me diga que quería filmar la película de Limpiavidrios. Eso viene bastante encaminado, hay un contrato hecho, aunque todavía no está firmado. No puedo hablar mucho más, pero te puedo decir que es un director consagrado, con varias películas ya filmadas, y que si se filma la película seria de acá a tres años. Todo está muy verde todavía.

¿Cómo ves a la literatura local y el crecimiento que ha tenido en estos últimos años?

Veo que está en un momento muy digno, se están produciendo muchas cosas. Yo no curtí tanto los 90, pero veo que a diferencia de otras ciudades, hay una movida literaria muy zarpada. Todos los fines de semana se presentan novelas, salen escritores de abajo de las baldosas. Eso está buenísimo, pero si lo pienso bien debería eliminar a la competencia, así que me voy a comprar un arma y voy a empezar a eliminarlos uno por uno porque si no pronto no me van a leer más (risas). Hablando en serio, está bueno vivir en una ciudad donde hay tantos escritores. Es una actividad tan solitaria que cuando te encontrás con tanta gente que está escribiendo, uno siente que somos legión, que además conformamos un colectivo muy copado. Igual siempre encontrás algún boludo, porque están en todos lados.

El Cine, los comics, la magia, la música (tuviste tu propia banda La Hermandad de la Uva donde además escribías en vivo), el rugby, Bolivia… Todo eso te constituye como escritor y se refleja en las temáticas que tratás.

Sin dudas. Estoy por empezar una novela sobre el mundo del rugby. A mí el rugby me dejó muchas cosas importantísimas y amigos increíbles. Existe esa estigmatización del mundo naif de la cultura que tilda al rugbier de frívolo o abusador. Yo en mi paso por La Plata Rugby Club encontré un oasis maravilloso. Es un club donde mataron a 20 personas por defender sus ideales. Es el club con más desaparecidos políticos en la historia mundial del deporte, donde había montoneros y militantes. Es una institución muy plural donde he encontrado grandes personas y me ha dado los amigos de mi vida (entre los cuales hay artistas plásticos, fotógrafos, escenógrafos, médicos, políticos, abogados). Y haber estado haciendo magia de pendejo, haber curtido el ambiente de la música por un tiempo (pude probar lo que se sentía tener una banda), vivir en Bolivia, trabajar en periodismo, son todas facetas de la vida que fueron enriqueciéndome y me convirtieron en una especie de mutante metamorfo. Me puedo transformar en cualquier cosa.

La soledad es un tema central en tus novelas. ¿Escribir funciona como un exorcismo de esa soledad?

Sí, creo que son sentimientos de los que cuesta despegarse. Sigo sintiendo esa soledad, ese vacío. Por momentos me pongo muy oscuro, por momentos vuelvo a estar más luminoso, pero me cuesta despegarme de la oscuridad. Por ahí pasan semanas que no veo a nadie y estoy encerrado haciendo la mía y me hundo en un pozo del que me cuesta salir. Después salgo, pero es un pozo en el que me meto yo solo, y también salgo yo solo. Espero poder salir siempre de ese pozo, porque tengo miedo de no salir más un día. Es difícil. Yo creo que llegué a la escritura de una forma extraña. Como el limpiavidrios encontré una ventana para meterme en ese mundo. Creo que empecé a definirme como escritor a los 30 más o menos (aunque tenía una novela que venía escribiendo hacía tiempo y había escrito mi libro de cuentos), pero empecé a sentirme escritor después. Y sentirse escritor implica también cargar con esa soledad. Ese es el lugar común, pero también esa es la verdad, al menos para mí. Siempre digo que no sé si me comió el personaje a mí o yo me lo comí a él.

José Supera presenta El Limpiavidrios el viernes 4 de diciembre en El Espacio (diag. 78 e/ 6). 21 hs.

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