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Hudson se resiste a desaparecer de las paradas del nuevo tren Roca

Por Camila Franco

Hace un año y medio comenzó la obra de electrificación de la línea Roca, ramal Plaza Constitución-La Plata. El servicio se inauguró por etapas: primero de Constitución a Quilmes y viceversa, lo mismo con Berazategui. Por último, se decidió que se detenga en Plátanos, avance hasta Villa Elisa sin parar en las estaciones de Hudson y Pereyra, y concluya su recorrido en City Bell, donde la estación definitiva ya está construida.

El 8 de marzo, un grupo de jubilados de la localidad de Hudson, indignados por haber sido excluidos del programa de recorrido del tren, comenzó a cortar las vías. Al día siguiente el resto de los vecinos se fue sumando al corte. «Tren que no para, Tren que no pasa», decidieron en conjunto y programaron más interrupciones del servicio «hasta que el Gobierno dé marcha atrás con la medida».

Se organizaron, hicieron una asamblea, decidieron los horarios de corte, se los repartieron para evitar el desgaste y hasta organizaron actividades culturales que comenzaron el domingo pasado con shows de los músicos del barrio, venta de artesanías y eventos de baile, circo y demás, para hacer amena la estadía en el lugar.

“Somos vecinos autoconvocados para defender nuestros derechos. No pertenecemos a ningún partido político porque esto excede cualquier diferencia partidaria. Teníamos el tren, y nos lo sacaron. Ahora nos organizamos para reclamar que nos devuelvan el servicio”, dice Javier Dagand, representate de la asamblea elegido por el voto de los vecinos.

Dos días después del primer corte, el 10 de marzo, tuvieron una reunión con los representantes del Ministerio de Transporte. No les ofrecieron ninguna solución inmediata a la falta de andenes provisorios y les dieron respuestas evasivas con respecto a la suspensión de los colectivos que brinda el ferrocarril. La situación empeoró. Y los vecinos de Hudson tienen cada vez más dificultades para viajar.

Karen Roinich, vecina de Hudson que trabaja en Capital Federal, cuenta: “Tenía estipulado el horario de ingreso a las ocho, cosa imposible debido al transporte que me veo obligada a utilizar. Me cambiaron el horario a las diez, perdiendo dos horas de mi jornada. El Plaza es lo único directo que tengo hasta mi trabajo y el servicio es pésimo. El usuario no tiene conocimiento de los horarios en que pasa por la estación de Hudson, por lo que debo empezar mi día a las cinco para llegar a la estación a las seis y esperar más de una hora el micro que, depende la cantidad de pasajeros que lleve, decide parar o no”.

El ramal solo tiene dos destinos, hacia Retiro y hacia Once. Karen afirma que viaja hasta el Abasto y le sirve el que va a Once, pero casi siempre toma el de Retiro ya que debe subirse al primero que venga y es el que mayoritariamente lo hace. Gasta entonces otro boleto en subte para poder llegar a Plaza Miserere. “El Grupo Plaza tiene una tarifa muy elevada. El boleto me cuesta 14.75 pesos, más el boleto del subte, si no consigo tomar el que va a Once, sin mencionar las horas desperdiciadas en la espera».

«Somos rehenes de una empresa que no invierte nada en su servicio. Los micros están en deplorables condiciones. Los vecinos de Hudson necesitamos urgente el tren, es nuestro derecho y nos lo han arrebatado”, afirma Karen.

La odisea que debe hacer la gente no sólo influye en el ámbito laboral, sino también en el aspecto familiar de cada ciudadano. Paula Forni trabaja en Congreso. Sale de la jornada laboral a las 5:30 de la tarde y llega a su casa a las ocho de la noche. El viaje es infernal: toma un colectivo hasta Córdoba y Madero (donde sale el Semirrápido para volver a Hudson), «si no, es imposible subir».

El trayecto le lleva 45 minutos y espera una hora y media para abordar. Tiene dos hijos. «A veces estoy tan cansada que no tengo ganas de poner salchichas a hervir», dice con obvio hastío, y agrega: «Estoy rezando para que vuelva el tren y tener más tiempo para mi familia y para mí. A la ida tengo que salir con dos horas de anticipación. Pierdo casi seis horas de mi vida viajando y estamos a 32 km. Es una locura”.

Esto afecta no sólo a trabajadores, sino también a los estudiantes. Florencia Colondro estudia Economía en La Plata y se siente indignada por no poder viajar de forma digna. No puede anotarse en las materias de las ocho porque tendría que salir de su casa antes de las 6. Sostiene que para ir a una clase a las 9:30 tiene que salir a las siete.

«A La Plata llego a las nueve con suerte, y luego me tomo otro colectivo hasta la Facultad. Los días de lluvia me embarro toda por la construcción del bajo nivel. Hubo un tiempo en que teníamos que caminar tres cuadras para poder cruzar la estación. Si quitan los colectivos que brinda el ferrocarril la única opción que tendría es tomarme el Plaza, que sale aproximadamente quince pesos el boleto. No sé si podría seguir estudiando», sentencia Florencia, y agrega: «Me sacan las ganas de seguir la carrera por el desgaste que me generan cinco horas de viaje por día, cuando con el tren en media hora llegaría a La Plata”.

Sebastián Otamendi, vecino de Plátanos, señala que no tiene muchas alternativas para viajar, y por eso le preocupa la suspensión de los colectivos reemplazantes del tren. Sin los mismos, puede sólo tomar un Plaza que va hasta La Plata. El otro se dirige hacia la rotonda de Alpargatas. Es trabajador en la Oficina de Cobranzas Judiciales de la AFIP y estudiante de Derecho. Afirma que toma el colectivo a las seis y llega a su casa no antes de las dieciocho, cuando antes llegaba alrededor de las 16:30. Tiene que esperar el colectivo por una hora. El horario en el que espera el servicio es proclive a la inseguridad y lo expone a situaciones peligrosas que le generan miedo. No viaja en auto. Nunca hay lugar para estacionar y, si consigue, sale trescientos pesos por día o más.

«A la diferencia económica que supone dos pesos que saldría un boleto del tren contra quince que sale un boleto del Plaza se suma la perdida de horas que se gastan viajando, una vergüenza», concluye.

Las historias se repiten por miles. Los vecinos autoconvocados de Hudson siguen sin tren. Por eso decidieron acudir a las autoridades nacionales en busca de soluciones. Eligieron cuatro representantes –Javier Dagand, Ana Vallejos, Martín Rodríguez y Esteban Blasco– y dos de la localidad de Pereyra. El martes 13 acudieron a la Secretaría de Transporte de la Nación junto a Juan Manuel Pollola, director del colegio que funciona frente a la estación de Pereyra, cuyos alumnos se ven perjudicados por la falta de tren.

La secretaria del Ministerio de Transporte Marité Isasi sostuvo en la reunión que tras el alargamiento del tiempo de licitación para realizar los andenes provisorios se decidió no efectuarlos. Para no gastar dinero, se harán directamente los andenes definitivos cuya construcción es por tiempo indefinido.

La falta de consideración por parte de las autoridades los llevó a realizar una presentación en en la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, con sede La Plata, desde donde se intimará al Ministerio de Transporte para una reunión. Guido Lorenzino, titular de esa dependencia, expresó: “En caso de no tener una respuesta satisfactoria, acudiremos a la vía judicial”.

La fiscalía, por su parte, se acercó al barrio a través de su programa ATAJO. Cuentan con el respaldo de dos abogados y con el apoyo del Honorable Consejo Deliberante de Berazategui. En una sesión extraordinaria, con el propósito de tratar el tema de la exclusión de Hudson y Pereyra del actual recorrido del Roca, todos los bloques votaron por unanimidad en favor de la lucha vecinal.

Los vecinos seguirán con su postura de mantener interrumpido el servicio hasta que el Gobierno nacional se comprometa a incluir a Hudson y a Pereyra en el itinerario del renovado servicio. Saben que, una vez que se restablezcan los viajes, si no son tenidos en cuenta, no los serán durante mucho tiempo. Además, cuando se paralizaron los traslados para hacer las obras nunca se habló de que iban a existir pasajeros de primera y de segunda.

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