Freestyle en La Plata: la voz de la libertad

Por Ramiro García Morete

La rima no es un capricho. La forma no es una cadena. La rima nace de la tradición oral, esa que escapó a los altos designios de la historia guardada en cortes, abadías y academias. La rima es sinónimo memoria en movimiento, del verso o la historia que pasa de hombre en hombre, siguiendo un pulso que acompañe el paso. Como el martillo en la piedra del esclavo negro, como el paso acompasado en los campos de algodón o el beat de un viejo vinilo. Y allí la forma, no como corsé, sino como cauce para que la voz se pronuncie, siempre nueva y a la vez como parte de una historia. Voz y pies, ritmo y poesía: todo lo que hace falta cuando se tiene poco o nada. Ya sea Son House cantando a capella y golpeando sus palmas en “Grinning in your face”, cualquier parroquiano recitando el Martín Fierro sin vigüela o estos adolescentes y jóvenes que copan la plaza una tarde de domingo, a metros de la estación de trenes, para decir lo suyo con todo lo que tienen: ellos mismos. Y eso es más de lo que muchos podrían ostentar.

El freestyle es una disciplina dentro del amplio universo del hip hop bajo el ala del rap (uno de los cuatro elementos constitutivos de esta cultura). La particularidad es su naturaleza deportiva, ya que se trata de improvisar sobre un beat contra un oponente. Entre el contrapunto de payadores y una pelea de box, el freestyle libera a numerosos chicos y chicas del mundo entero. Y en La Plata, aquello que fue un pequeño grupo en 8 y 50 o en las –ahora cercadas– explanadas del Teatro Argentino, hoy multiplica su convocatoria y por sobre todo una explosiva combinación de talento, solidaridad y deseo de superación.

“Esto es un montón de pibes de veinte años para abajo que hacen freestyle», introduce Agustín Remiro Morgavi, periodista de cuarenta años y conductor del programa radial de FM Universidad DDR. «Pibes que largan cosas de su vida rapeando, básicamente. Se comunican así, ya sea en las batallas o afuera.”

Con el número dos nace la rima

Con grafitis old school en los vagones que asoman al otro lado de la calle, pintadas varias en la pared de la plazoleta y un rostro gigante de Santiago Maldonado, comienza a poblarse bajo los árboles para el comienzo de la Liga de Freestyle Sucre 2018 (que este año acepta como pago de inscripción alimentos no perecederos para donar a comedores). Martín Molfino, uno de los organizadores, lleva consigo una suerte de parlante-valija mientras su socio Josué Agratti va organizando los grupos de lo que serán las rondas clasificatorias.

“Comenzamos en octubre de 2016 con escenario, sonido, micrófono. Esa primera vez fue el formato dos contra dos. Más o menos dieciséis parejas hubo en total. La última edición tuvimos 77 competidores y hoy esperamos más de cien”, dice. Y agrega: “Todo lo que pasó con el quinto escalón (que movía 5 mil personas cada quince días) hizo que en todo el país explote y que haya mucha gente que tenga ganas de rapear, que lo vea posible. A pesar de que algunas batallas alcanzan un nivel de rispidez notable, todos destacan el respeto y la buena onda».

“Para mí esto es boxeo lírico», opina Remiro, que oficia de jurado. «Se dicen de todo y luego está todo bien. Eso me sorprende. Como gente de otra generación, si me dijeran todas estas cosas los querría agarrar a trompadas o me iría llorando a mi casa. Acá está todo permitido y después cada uno hace su vida. No son todos amigos, pero sí tienen buena relación”.

Nicolás Miño es Krónico, campeón de la competencia. Con tono amable, explica: “Se trata de respeto entre colegas. Yo hago boxeo. La similitud es que uno respeta al oponente porque sabe lo que se preparó para llegar a ese momento, para tener su nivel más alto y poder ganarte a vos. Y vos lo mismo. Yo creo que se da eso”.

Invitado a trazar analogía con el deporte de los guantes, Krónico se anima: “El jab (golpe de distancia en el box) serían las rimas de relleno. Los ‘tecniqueros’ son los que hacen muchos combos de golpes: tiran un jab, un cross y un gancho. La gente que es ligera de piernas podría asociarse al flow. Los que saben moverse en el ring son como aquellos que manejan bien la puesta en escena. Como en el boxeo, en el freestyle a veces se gana por actitud y no por conceptos técnicos”.

«Como en el boxeo, en el freestyle a veces se gana por actitud y no por conceptos técnicos”

Todos coinciden en cómo ha evolucionado el lenguaje y cómo se sube la vara. Cumo cuenta que antes se sobrevaloraba el punchline (el verso que remata la rima). “Por suerte está cambiando y están aprendiendo a usar distintas técnicas, tiempos y rimas diferentes. Así que hay que estar atento y despierto a todo eso. Evaluás cómo se mueve, las métricas o el ingenio, si hace una rima que eluda el insulto o lo fácil”.

Signo de los tiempos

De la mano de esa evolución está la apertura y resignificación en un mundo que, como reconoce Krónicos, “ha sido bastión del machismo”: “Un ambiente muy machista. Cuando una mujer irrumpe, se genera una expectativa de hombres y mujeres de que rompa todo. Hay poca tolerancia hacia las pibas, y por lo general les dicen que llegan por ser pibas. Y no se les valora el talento. Es el miedo de los hombres a perder terreno”.

Ludmila agrega: “Justamente me contactaron porque buscaban una cara femenina para que se animara a venir. La que no se anime a rapear que se acerque, que de algún modo forme parte de la competencia. Que las chicas se animen a entrar a la ronda, que una piba con ese ingenio sepa responder a los insultos sin utilizarlos. Y está pasando. Pero todavía no está muy centrado en las mujeres”. Y cuenta que todavía está aprendiendo, pero que pronto se animará a las rondas.

“Yo empecé a venir hace dos años», recuerda Remiro. «Y todas las rimas machistas bajaron un montón. No sólo por lo obvio técnicamente. Pero al mismo tiempo no vienen algunas pibas porque no les gusta o quizá no quieren comerse una bardeada”.

“Todavía hay un montón de machismos y micromachismos», aporta El Biz, productor musical y fresstyler ‘retirado de las competencias’. «Por ahí las mujeres no se terminan de animar, sobre todo en La Plata. No tanto en Capital. Pero creo que es cuestión de tiempo. El machismo es difícil de erradicar, incluso para las mismas mujeres”. Remiro completa: “Creo que en las rimas se están cuidando. Pero bien, no reprimiendo. Sólo ven que hay cosas que ya no van, que no son signo de estos tiempos”.

“Todavía hay un montón de machismos y micromachismos. Por ahí las mujeres no se terminan de animar, sobre todo en La Plata. No tanto en Capital. Pero creo que es cuestión de tiempo”

Mientras precalientan, se puede ver cómo, a la par de desafiarse, se celebran o estimulan. Krónicos revela la clave: “Es imposible que vos crezcas en cualquier ambiente del hip hop solo. Sí o sí tenés que cruzarte con gente, ver otros puntos de vista, y ahí vas a ver crecimiento. Nosotros nos juntábamos dos o tres horas por días. Nos tomábamos una coca, escuchábamos algunos temas de rap y nos poníamos a freestylear”. Pero, por supuesto, hay una búsqueda personal que fortalece el resultado de esa conexión. “Yo estudio Licenciatura en Letras», prosigue el freestyler. «Lo que recomiendo es leer para que se amplíe el léxico y la cantidad de rimas. Yo escucho mucho jazz, blues y rock, además de rap. Te enseña a manejarte mejor sobre la pista y captar otro groove a lo dialéctico que pueda suceder. En cuanto a la poesía, se aprende mucho. Hay cosas que creen los raperos que sólo hacen ellos, pero yo te podría nombrar a Quevedo, los Calambures, los formalistas rusos”.

En una ronda de adolescentes con tanto potencial como dudas legítimas de quien empieza, El Biz se suma y hace pensar cuán cierto es aquello de su retiro. Una piba que miraba de costado ahora hace beat box en otra ronda. Las clasificatorias están por empezar. Todo está por decirse. En rima, por supuesto.


 

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