El pasado como un prólogo en el nuevo libro de poemas de Martín Pérez

Por Ramiro García Morete

Los periodistas no saltan. Ni gritan ni cantan. Se quedan a un costado y lo contemplan todo con cierto brío de suficiencia. Es un prejuicio tonto, como lo son los prejuicios. Porque uno puede ver a Martín Pérez, de vez en cuando, cantar entre la gente eufórico como el niño que coreaba el nombre de Bochini y saltando al compás de la música. Por supuesto, la banda debe ser buena. Y el periodista no ser sólo eso, que es otro prejuicio. Pérez ejerce ese extraño oficio desde hace décadas, pero ante todo escribe.

Ya sea para un programa radial de culto, para un matutino masivo, para un blog escondido, para un no programa cretino o para atenuar el curso del tiempo, como dijo alguien. Su vida –como la de todos– no es una y –como la de algunos– ha pasado por casi todo. Pero si hay algo que no ha pasado ni dejará de pasar es eso: escribir. Y escribir, en cierto modo, no es más que un modo de saltar sin saber dónde ha de caerse. Como ya lo hizo cuando saltó desde el Piso 93 o actualmente con Vidas Pasadas. Por lo pronto, este viernes 9 caerá con buen pie en nuestra ciudad para presentar este trabajo que conjuga viejos textos y poemas con las ilustraciones del talentoso Juan Soto. La cita es a las 19:30 hs en Residencia Corazón (2 Nº 736 entre 46 y 47).

El cenicero dice/ que estuviste despierto toda la noche

La cita de la magistral banda Wilco que precede el libro funciona, como explica Pérez, de “escenografía perfecta de los textos. En todos puede haber un cenicero que se fue llenando durante la noche, ya sea como parte de la celebración, o simplemente como único compañero de un largo desfile de recuerdos de trasnoche”.

Esa escenografía se entiende poblada de gatos, amantes, departamentos, calles porteñas y alguna droga para desentrañar con un lenguaje claro pero elíptico los tópicos universales del amor, el desamor y ese pueblo de frontera llamado sexo.

Siempre con alegorías implícitas, como esa que parece comparar el amor con un gran estadio que se erige capaz de convocar un masivo fervor o un vacío aplastante: “La primera vez que cogimos/ estaba apurado y nervioso/ La segunda, emocionado y caliente/ La tercera y última/ Independiente jugaba con Rosario Central/ y tu vieja cocinaba milanesas/ Vivías cerca de la cancha del Rojo/ por eso me acuerdo/ También recuerdo que cuando me fui para no volver/ miré la cancha de lejos/ como si te mirase a vos”.

Demasiados compromisos/ para una relación sin compromisos…

Rescatados de un blog, los escritos de Pérez terminaron de cobrar forma cuando unió fuerzas con el ilustrador Soto, a quien conocía a través de postales sobre grupos platenses que habían llegado a sus manos. Pero se conocieron cuando “armé un especial de dibujantes para Radar, y decidí llamarlo. Entonces me preguntó si tenía algo para que trabajemos juntos, y yo recordé esos textos que había subido a un blog. Le dije que los mirase, a ver qué le parecían, si los quería ilustrar con la idea de hacer un libro. Los miró, le gustaron, y ahí arrancamos”.

 Entonces serían nada menos que tres años de trabajo, seleccionando y ordenando mientras Soto buscaba el modo de ilustrarlos. “Fue un viaje que cada uno hizo por su cuenta. Lo que sucedió es que cuando yo di con un orden para los textos, casi al mismo tiempo Soto encontró la paleta de colores que mejor los ilustraba. Cuando decidí que, en vez de intentar separar los poemas que se parecían, lo mejor sería ponerlos juntos e intentar armar una historia, el arco de una relación, Soto llegó con el dibujo de tapa, y ahí me di cuenta de que había entendido todo. Nunca le dije cómo dibujar nada, incluso cosas que el ya tenía dibujadas encajaban perfectamente en lo que yo tenía escrito».

Cuando nos separamos, yo me quedé con el gato y ella se quedó con el dealer…

Pérez observa a la distancia textos que de por sí se mueven con la distancia como herramienta consciente: “Estas vidas pasadas no eran tan pasadas cuando las escribí, pero sí eran pasadas… de rosca, digamos… Son textos escritos al calor de una vida urbana, nocturna y puertas adentro, mayormente. Ese es el mundo que describe el libro, y donde nació originalmente. Ahora esas vidas son decididamente pasadas para mí, al menos en la parte que es más de descubrimiento o de iniciación. Hay cosas que se cuentan en los textos que ya no podrían sucederme, porque ya no soy esa persona”.

Para muchos podríamos estar hablando de Gavilán: “No juego a los heterónimos. Gavilán fue mi apodo durante la primera época de mi vida radial y profesional, es como me llamaban los que me conocieron por la Rock & Pop, cuando pasé de oyente a trabajar en la radio. Mi primera nota periodística, por la que me pagaron, la firmé con mi apodo de la radio. Después pasé a firmar como Martín Pérez, aunque durante mucho tiempo me llamaron Gavilán. Por ejemplo, así me llaman los que me conocieron en el suplemento No. Trabajar en Piso 93 me abrió las puertas de los medios, de alguna manera. Así que tardé en ser Martín Pérez nomás. Eso sucedió cuando empecé a firmar, del No en adelante”.

Así como Piso 93 , los textos de Vidas pasadas fueron divulgados de otro modo antes de llegar al tradicional formato de libro. Pérez reflexiona: “Calculo que es algo que responde al hecho de que mi relación con la escritura ha terminado siendo funcional, ya sea de manera profesional o personal. La vida es otra cosa, mi primer libro de poemas y textos, digamos, poéticos rescata textos escritos para ser leídos originalmente en radio, en el programa Piso 93, que fue mi primer trabajo en los medios. En este caso, son textos que escribí para sacarme de la cabeza ciertos recuerdos, escenas y sentimientos, propios o que me pasaron cerca, pero no fueron pensados en ese entonces para ser publicados. La mirada literaria apareció después, cuando se me ocurrió rescatarlos primero para un blog, y luego pulirlos y ordenarlos para su edición en libro”.

Pérez reconoce “una continuidad entre los textos de La vida es otra cosa: los poemas de Piso 93 y los de Vidas, que es la de quien los escribe. Hay una impronta de fin de la adolescencia en La vida es otra cosa: los poemas de Piso 93, así como una de entrada a la adultez en este otro. La vida es otra cosa: los poemas de Piso 93 es lo que queda de lo que escribí para mí cuando tenía veinte años, y Vidas son los restos de mies escritos durante mis treinta. Casi nada, restos de un naufragio, un tesoro rescatado de una cotidianeidad”.

Mienten cada vez que Continuará/ The End es la verdad/ Pero hay que tener huevos/ para no quedarse esperando/ todos los días a las diez

Quizá el paso siguiente de esa espera sea convertirse en “el estúpido que llama a la tres de la mañana”. Pocos saben que la conmovedora “Negrita” de Calamaro tiene un verso adaptado de Pérez, quien a pesar de su melomanía y conocimiento aún no ha incursionado formalmente en la escritura de canciones: “Creo que el contenido de estos dos libros fue apenas intentos fallidos de alguna vez llegar a hacer una letra que sirva para una canción. Ese verso, ‘No quiero ser el estúpido que llama/ para acusarte a las tres de la mañana’, que una trasnoche madrileña puse a consideración de Calamaro y él tomó, corrigió, y su alrededor construyó una canción tan personal como «Negrita», es de la misma época de otros versos igual de cortos publicados en estos dos libros. Digamos que aquel encontró cómo llegar a la orilla por su cuenta, a los demás tuve que ocuparme de rescatarlos”.

Vidas cruzadas

Martín Pérez es conocido principalmente por su trabajo como periodista cultural: fue uno de los fundadores tanto de la radio comunitaria La Tribu como de la revista La Mano, y actualmente trabaja en Radar, el suplemento dominical del diario Página/12. Este es su segundo libro de poemas, editado un año después de la salida de La vida es otra cosa: los poemas de Piso 93 (El 8vo Loco/Tren en movimiento), que rescata los textos que escribió para ser leídos al aire en su primer trabajo en los medios, el programa radial Piso 93, de la Radio Rock & Pop.

Dibujante, ilustrador y diseñador gráfico, Juan Soto había publicado cuatro años atrás un libro de aliento similar junto al escritor David Wapner, Un auto en dirección hacia (Ediciones del Eclipse). Actualmente colabora con la editorial Eudeba y la edición local de Le Monde Diplomatique, e ilustra los libros para Planeta Lector, una colección infanto juvenil de Planeta. También es el responsable del arte de tapa de discos de los grupos Estelares, Mostruo! y Pájaros, entre otros.


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