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 El país está en crisis y Carrió usa, como siempre, la violencia retórica

Por Miguel Croceri

No hay dirigente político argentina que más haya utilizado la violencia de las palabras desde los primeros años del kirchnerismo hasta hoy como Elisa Carrió. Sus expresiones tienen un grado extremo de agresividad y virulencia que no forma parte del discurso público de ninguna otra figura de la política en el país, y ni siquiera de figuras públicas de otras actividades que implican hablar desde lugares de poder pero no específicamente “políticos”, como pueden ser de la dirigencia empresarial, sindical, religiosa, del espectáculo, etcétera (obviamente, esta consideración se refiere sólo a los discursos que se hacen públicos, no a los privados o de difusión restringida).

Las únicas excepciones constatables son las de algunos periodistas o animadores radiales y televisivos de la derecha más virulenta, como Jorge Lanata, Eduardo Feinmann y Baby Etchecopar, que a lo largo de los años han construido sus respectivos personajes mediáticos con la frecuente apelación a insultos, agravios, palabras soeces y maltratos de diverso tipo, no sólo contra personas a las que quieren criticar y descalificar o con las cuales polemizan, sino también contra sus propios oyentes o televidentes e incluso compañeros/as de trabajo. Y hasta con el agresivo gesto del “fuck you” (levantando el dedo medio de las manos) que Lanata convirtió en una “marca” de él mismo como producto para consumo masivo (así lo hizo desde que, al asociarse con el Grupo Clarín meses después de que Cristina Kirchner ganara su reelección, lanzó su show televisivo de propaganda ideológica “Periodismo para todos”, PPT. Su apertura, en abril de 2012, era una exaltación de ese agresivo gesto: https://www.youtube.com/watch?v=wc7WzAstcXg).

Pero la dirigente nacida en Chaco, convertida al menos desde 2007 en exponente rutilante del ultra-antikirchnerismo, constituye un caso de violencia simbólica único si se toman en cuenta los discursos donde sus enunciadores son específicamente dirigentes políticos o –más grave aún– representantes públicos que integran un poder del Estado, como ocurre en este caso por su condición de legisladora de la nación.

En la semana recién terminada, mientras en el país crecen las protestas ante la crisis que la derecha ha generado en apenas quince meses de gobierno, volvió a hablar desde los estudios del canal TN del Grupo Clarín, que es el lugar donde habitualmente expone sus peroratas en largas entrevistas que por momentos son monólogos, porque funge como entrevistada para que el mencionado conglomerado mediático utilice ese material periodístico como parte de sus estrategias de acción psicológica sobre la opinión pública.

La frase reciente se refería a los cortes de calles con motivo de protestas populares: “No hay que reprimir (los piquetes) porque están buscando muertos”. (Clarín, el diario insignia del cártel, lo difundió en su edición digital a las 23:34 de ese mismo día, lunes 20 de marzo, cuando Carrió fue entrevistada por Joaquín Morales Solá en el canal de noticias de la misma cadena de medios: http://www.clarin.com/politica/elisa-carrio-piquetes-reprimir-buscando-muertos_0_HyphIW0se.html).

Hace muy pocos meses, en diciembre pasado, había proferido una expresión similar en el contexto de versiones previas a las Fiestas sobre supuestas condiciones para que se produjeran hechos de violencia. “Algún sector kirchnerista busca un muerto”, dijo en esa ocasión. Pero además se remitió a los sucesos de quince años atrás, a diciembre de 2001, cuando el país quebró económicamente y estallaron la sociedad y el sistema político luego de casi una década y media de capitalismo salvaje –es decir, de políticas habitualmente llamadas “neoliberales”–. La mediática dirigente aseguró que en aquel estallido los muertos “fueron puestos por los que querían el poder” (una de las noticias al respecto fue publicada este 19 de diciembre por el diario El Ancasti, de Catamarca: http://www.elancasti.com.ar/nacionales/2016/12/19/elisa-carrio-sectores-kirchneristas-buscan-muerto-diciembre-320421.html).

 Obsesionada con la muerte

La alusión a la «muerte» y a conceptos ligados a ella (como «matar», «eliminar», «armas», referencias a asesinatos, etcétera) es una obsesión en el discurso público de Carrió desde hace al menos diez años, cuando fue candidata presidencial en 2007 durante el mandato de Néstor Kirchner, elección en la que Cristina ganó por primera vez el más alto cargo político del país. Y justamente el kirchnerismo es el destinatario constante, parte de la misma obsesión, hacia el cual la dirigente nacida en Chaco agrede con esas manifestaciones retóricas cargadas de violencia.

A fines de 2008, casi dos años antes de que muriera Néstor y cuando el Gobierno de Cristina sufría una extrema debilidad tras la derrota de mediados de ese año frente a las corporaciones agropecuarias –el conflicto (mal) llamado “del campo”–, Carrió dijo ante un grupo de empresarios de las finanzas: “(A Cristina) lo mejor que le puede pasar es un buen divorcio. (Pero) también podría quedar viuda, sería divino…” (así lo publicó La Capital, de Rosario, el 18/12/08: http://www.lacapital.com.ar/politica/carrioacute-lo-mejor-cristina-es-un-divorcio-tambieacuten-podriacutea-quedar-viuda-seriacutea-divino-n281496.html. El diario La Gaceta, de Tucumán, recordó el episodio el 02/11/10, muy pocos días después del fallecimiento del ex presidente: http://www.lagaceta.com.ar/nota/406365/argentina/carrio-2008-cristina-podria-quedar-viuda-seria-divino.html).

También en los últimos días de 2008, con Kirchner en vida, lanzó un exabrupto relativamente menor si se lo compara con el anterior, es decir, con desearle la muerte a un adversario político en tiempos de paz, pero igualmente demostrativo de la ferocidad de sus expresiones públicas, surgidas de una propensión al desequilibrio mental y emocional. Refiriéndose a que, según ella, Cristina era la presidenta pero quien realmente gobernaba era su esposo, dijo: “Vivimos en una dictadura porque nos gobierna alguien por fuera del poder […] Ese personaje es Kirchner, que ha impuesto un gobierno de facto” (El diario Ambito lo informó el 11/12/08: http://www.ambito.com/432263-vivimos-en-una-dictadura-porque-nos-gobierna-alguien-por-afuera-del-poder).

Ese mismo año afirmó, en alusión a Néstor y Cristina, que “la gente en la calle dice ‘los quiero matar’”. Ese tipo de expresiones, completamente habituales en conversaciones privadas sobre toda clase de asuntos, o también como metáfora de sentimientos de rechazo profundo a personalidades conocidas, cobran una gravedad muy distinta cuando el/la enunciador/a es alguien con responsabilidades públicas. Su lugar de enunciación –un lugar de cierto poder– aumenta exponencialmente la gravedad social de sus palabras. Una mención a “matar” en boca de una dirigente política es una instigación implícita a la violencia (fueron declaraciones de 2009, y su registro está incluido en un informe de febrero de 2010 del programa televisivo “678”, en el minuto 3:30: https://www.youtube.com/watch?v=pAk4PY0YYnM).

En mayo de 2010, exactamente siete meses después de la muerte de Kirchner, Carrió perpetró una declaración de contenido violento que no tiene antecedente ninguno en un/una dirigente político/a de ninguna época de la historia contemporánea. “La verdad es que duermo tan tranquila desde que este hombre falleció”, dijo frente a Morales Solá, una vez más, en el living del canal TN (el momento puede ser recuperado en imagen y sonido a través de una publicación en Youtube del día 25/05/11: https://www.youtube.com/watch?v=VXyeg4nqw14).

En ese mismo programa televisivo afirmó también que “el Gobierno (de Cristina) va a eliminar a Moyano”. Agregó que esa vaticinada “eliminación” –o sea, el asesinato– del dirigente sindical “va a ser un acto de justicia”. Dentro de su feroz acto de agresión discursiva, aseguró luego que “(a Moyano) le queda un mes de vida” (esta parte de sus declaraciones fueron recogidas por el diario La Nación en su edición digital el 24/05/11: http://www.lanacion.com.ar/1375827-carrio-el-gobierno-va-a-eliminar-a-moyano).

La cantidad de expresiones violentas es prácticamente infinita, y la enumeración de casos podría seguir. Pero además hubo ocasiones en las que Carrió directamente incurrió en delitos, como podrían ser la apología de la violencia o la instigación al homicidio, aunque nunca nadie la denunció y así mantiene la impunidad. Así ocurrió, por ejemplo, cuando comparó a Néstor y Cristina Kirchner con el matrimonio Ceausescu, de Rumania.

En 1989, el dictador rumano Nicolae Ceausescu y su esposa Elena fueron fusilados durante el levantamiento popular que derribó a su Gobierno, y las imágenes de su ejecución fueron trasmitidas a todo el mundo. “Miren cómo terminó Ceausescu en Rumania”, declaró repetidamente Carrió refiriéndose al matrimonio Kirchner-Fernández (un ejemplo de las muchas noticias al respecto se encuentra en el diario Los Andes, de Mendoza, publicada en mayo de 2007: http://www.losandes.com.ar/article/un-230085. El 26 de diciembre de 1989, el diario El País de España informaba que «Ceausescu y su esposa fueron ejecutados por genocidio»: http://elpais.com/diario/1989/12/26/internacional/630630001_850215.html. En 1990, Televisión Española emitió un documental sobre el juicio sumarísimo y la ejecución. Dura diez minutos y, tras mostrar escenas del juzgamiento, después de los 7:30 minutos exhibe los cuerpos sin vida del dictador rumano y su esposa. Las imágenes llegan a ser escabrosas y pueden producir el rechazo de algunas personas. Pero es un material que contribuye a revelar la magnitud de la violencia simbólica perpetrada por Elisa Carrió con sus declaraciones que relacionaron a «los Ceausescu» con «los Kirchner». El video está archivado en el sitio web de RTVE, Radio y Televisión Española: http://www.rtve.es/alacarta/videos/documentos-tv/documentos-tv-muerte-ceaucescu/325908/).

Una función en las disputas de poder

En personas que no comparten, o que (más aun) rechazan o se oponen completamente a la ideología y la acción política de Carrió, su figura produce sentimientos de repulsa, indignación, bronca, etcétera (hasta es frecuente que se incurra en una irrespetuosa descalificación por su obesidad, al señalarla despectivamente como «la gorda» Carrió).

Incluso, suele suponerse fundadamente que se trata de una persona con cierto grado de alteración de sus facultades mentales, lo cual es verosímil y de allí podría derivar su propensión al desequilibrio emocional y a los exabruptos retóricos. También es frecuente que, entre sus críticos, se subestime su rol al servicio de los poderes fácticos con el argumento de que sus resultados en elecciones presidenciales han sido muy pobres en alguna ocasión.

Sin embargo, es importante la función que ella cumple dentro de las disputas de poder en el país. Su habitual agresividad mediante las palabras surge de ciertas característias propias de la dirigente, pero su significación política excede cualquier análisis centrado en su personalidad.

Elisa Carrió fue, durante casi una década, una pieza importante en el engranaje político, y particularmente comunicacional, con que el bloque de poder dominante atacó a mansalva al sector que confrontó con sus intereses y que tuvo a Néstor y Cristina Kirchner como líderes, hasta que el Frente para la Victoria perdió la elección de 2015.

Y hoy, cuando Macri y los demás dirigentes que representan a ese mismo bloque de poder están en la conducción del Estado, cumple una función que tiene la misma direccionalidad política: promover una permanente agitación ultra-antikirchnerista, incluso apelando a la violencia retórica como siempre hizo, pero esta vez para contrarrestar la reacción popular ante una crisis económica y social que se extiende como una mancha de aceite.


 

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