Netflix estrenó este 2 de octubre Rockstar: DUKI desde el fin del mundo, un documental de Alejandro Hartmann que condensa en 102 minutos la vida y carrera de Mauro Lombardo. El film articula imágenes inéditas, material de archivo, testimonios de colegas y familiares, y la voz del propio trapero para trazar el recorrido que va desde las batallas en El Quinto Escalón hasta las consagraciones en River Plate y el Santiago Bernabéu.
La producción —que demandó 30 meses de trabajo y más de 400 horas de archivo personal— propone una narrativa que, al mismo tiempo que ordena los hitos de la carrera de Duki, refuerza uno de los rasgos centrales de su obra: la obsesión por contarse a sí mismo. No se trata sólo de un recurso documental. Su Bizarrap Session #50, por ejemplo, lo muestra relatando una y otra vez su trayectoria innegable, un loop identitario que también aparece en discos, colaboraciones y entrevistas. Esa auto-narración, que alguna vez fue valor por su autenticidad, hoy carga con el riesgo de repetirse hasta volverse previsible.

El relato avanza en paralelo sobre dos ejes: la biografía y los preparativos para el show en River. Allí aparecen la familia, Emilia Mernes —su pareja—, Bizarrap, Nicki Nicole, YSY A y Neo Pistea, junto con su equipo de trabajo y managers. Todos hablan desde la cercanía, lo que garantiza un tono íntimo y celebratorio pero limita la posibilidad de una mirada crítica o novedosa.
En lo técnico, Hartmann recurre a recursos clásicos del documental biográfico: entrevistas directas a cámara, rodajes en Buenos Aires, Madrid, Europa y América, y la dosificación de videos caseros —incluyendo uno tomado en la infancia de Duki— que buscan mostrar al “Mauro” detrás del “Duki”.
La pregunta que subyace, sin embargo, es otra: ¿qué sigue después de tocar la cima? En lo narrativo, Duki ha sabido exprimir al máximo su propia historia; en lo artístico, sus discos y canciones más escuchadas siguen siendo, mayoritariamente, anteriores a 2020. Su último trabajo, Antes de Ameri, recibió de Rolling Stone una crítica severa que calificaba al álbum como irregular, y l en redes encendió la polémica. La tensión expone, más allá del ruido mediático, una verdad incómoda: la expectativa sobre que el crecimiento de la figura encuentre un correlato de igual envergadura en lo musical.
El documental, que se inscribe en el modelo de Netflix de retratar celebridades con un control absoluto del relato, ilumina momentos íntimos y ordena la cronología, pero evita interrogar los dilemas actuales de su obra. El resultado es una pieza que celebra la validación alcanzada —los estadios repletos, la proyección internacional, el liderazgo de toda una generación urbana—, al tiempo que deja abierta la pregunta: ¿podrá Duki reinventar su narrativa y dar un salto artístico que esté a la altura de su mito? Ojalá, pues tiene con qué.