Diego Tatián: «Un Gobierno popular debe atender a las mayorías y a las minorías a la vez»

Por Manón Protto Baglione

En plena discusión de cara a las próximas elecciones, son varias las lecturas que se han esbozado en las últimas semanas sobre el escenario social, mediático y político actual. En ese marco, Contexto conversó con el docente, doctor en Filosofía e investigador del CONICET Diego Tatián sobre el reacomodamiento del Gabinete nacional, el rol de los medios y redes sociales en la disputa del sentido crítico y la necesidad de agudizar la atención sobre la agenda de demandas sociales de cara a la pospandemia.

¿Qué análisis hacés de la actual coyuntura, con el Gobierno tratando de encontrar un nuevo rumbo y una respuesta ante las elecciones?

En realidad no es sorprendente el resultado de las primarias. Lo que pasa es que la pandemia hizo difícil todo tipo de constatación y corroboración de la calle. Hubo un efecto económico muy grande sobre miles de personas, lo cual explica de alguna manera este resultado electoral. La derecha no creció y el macrismo no creció. Sí hubo una cantidad importante de votantes que acompañaron la última elección en 2019 y que esta vez no fueron a votar, o bien votaron en blanco o a otras fuerzas políticas.

¿Cómo se explicaría ese cambio?

Me parece que esto se explica como un efecto, en primer lugar, del desquicio del Gobierno anterior y, en segundo lugar, de una situación excepcional con la pandemia que trajo mucho perjuicio para los sectores populares particularmente. Eso creo que Alberto no la vio venir y era evidente que iba a producirse ese corrimiento. Y la movida de Cristina ha sido muy oportuna y necesaria. Va a reactivar y revitalizar la perspectiva del Gobierno frente a noviembre. Está lejos de dañarlo. De a poco se ha mostrado la necesidad de un gesto político como el que tuvo ella, acompañado de una carta clarísima.

Creo que hay mucho trabajo por hacer. Lo importante es que se ha producido algo gracias al gesto político de Cristina, que ha tenido un sentido de la coyuntura y de la oportunidad impresionante. Sin eso se iba de manera inercial a una reproducción de la derrota en noviembre, cosa que puede suceder, pero que ha revivido una expectativa con este cambio.

Hay lecturas que han señalado que el Gobierno en los últimos meses se enfocó en una agenda intensa de ciertas minorías, como ejemplo, la población no binarie, mientras que la preocupación de las mayorías va por otro lado. ¿Compartís esa idea?

Si te referís al artículo que publicó Mayra Arena en Infobae, es muy bueno y señala cosas de ese tipo donde da en el clavo. De todas maneras, a mí me parece que atender y ocuparse de ampliar derechos de minorías no es contradictorio con la necesidad y atender derechos de las mayorías. Creo que el arte de un Gobierno popular es ser capaz de tener en cuenta ambas dimensiones. Si vamos a los Gobiernos tanto de Néstor y Cristina, por ejemplo, justamente lo que sucedió fue eso. Desactivar la retórica que ve que hay una contradicción entre expresar a las mayorías populares y la necesidad de algunas minorías.

No son solo minorías culturales y de géneros. Si tomamos por ejemplo el caso de peones rurales y empleadas domésticas, son minorías que estaban completamente invisibilizadas que tuvieron acceso a un conjunto de derechos como nunca antes en la historia durante el Gobierno de Cristina. Creo que el campo popular se constituye no solamente de las mayorías del trabajo, sino de un conjunto de minorías que se integran a ellas y fortalecen la base de sustentación de un Gobierno que debe tomar en cuenta esas dimensiones.

¿Quizás incluso se deba disputar el concepto mismo de minoría?

Exactamente. Porque una mayoría se conforma de un conjunto de minorías también. Sí me parece a mí que ha habido una desatención de realidades materiales que son dramáticas en barrios populares y periferias y que no tienen que ver con algunas otras discusiones que están en los medios, por decirlo así. Habrá que ajustar en estos tiempos que quedan hasta noviembre en contra de esa dirección. Pero no vería una contradicción, eso es importante.

¿Tenés una opinión de cómo están intercediendo y mediando los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales en el debate público actual?

Creo que el estado de discusión pública en Argentina está en su nivel más bajo. Está prefigurado y con un formato impuesto por la circulación en redes sociales de ciertos significados políticos. Pero lamentablemente por los medios “propios”. Me parece que el tema de la reducción del debate público a la producción de indignación, de producir una ciudadanía indignada, eso me parece que está sucediendo. Además de la expansión y multiplicación de aspectos absolutamente irrelevantes de la política, como cuando un candidato se rasca los genitales en cámara, o la palabra “garchar”.

Todo ese tipo de cosas fomentadas por medios de distintos colores achatan el debate, impiden que se debata lo que es importante. Sobreponerse a la materialidad de esa discusión no es fácil. Hay una subjetividad que consume ese tipo de cosas, que está siendo promovida. Una recuperación de la política significa recuperar en la discusión pública discusiones que no están siendo presentes. Eso también explica en alguna medida el resultado electoral.

¿Cómo ves el plano de la salud mental en este escenario?

En lo que ha pasado en este año y medio, creo que no estamos en condiciones de medirlo. Me parece que ha afectado mucho la salud mental de las personas este sacudón del mundo, en el cambio de las formas de vida de las personas. Creo que hay que recuperar el mundo en cuanto antes, volver a las calles, a las materias, a los cuerpos. Y tratar de ver de qué manera nos reponemos a esta inmunización que nos hacen ver a los otros con miedo, como si fueran portadores de una amenaza. En un sentido más filosófico, este cambio del estatuto del ´vínculo de las personas con las cosas, con los tiempos, ha dejado secuelas que no se han revelado completamente. Va a requerir de una sanación y resiliencia que va a ser política, de resistencia a un estado de cosas que nos destina a estar encerrados y sin vínculos que no sean virtuales.

Saliendo de la coyuntura y pasando a un plano más personal, ¿en qué estás trabajando últimamente?

Estuve trabajando este año en un libro sobre Córdoba, que sería una especie de continuación de mi libro del 2016, Contra Córdoba. Este se va a llamar El libro de los pasajes, es una especie de recuperación de archivo cultural, un legado minoritario ocluido de Córdoba, que busca reflexionar sobre el estatuto cultural y político de la ciudad. Es un trabajo de búsqueda en archivo pero de reflexión sobre el presente. Por otro lado, estoy juntando información para iniciar un libro sobre el secreto en la filosofía, el arte y la política. También estamos trabajando con mi amiga Mariana Gainza en un seminario sobre historia de la filosofía en el conflicto político. También estamos trabajando con colegas de América Latina sobre la obra de Spinoza.

¿Hay alguna lectura que recomiendes o en la que estés enfocado en estos tiempos?

Los Viernes, de Juan Forn, estuve leyendo últimamente. También a John Berger. Poemas de una poeta e intelectual que se llama Ana Arzoumanian. Trato de leer todo lo que encuentro. Hablando de esto, están por salir entre este año y el que viene tres libros inéditos de Horacio González. El primero es un libro sobre humanismo; fue lo último que escribió Horacio. Otro de una serie de entrevistas que le hicimos sus amigos y cercanos. El tercero es sobre la idea de fusilamiento en la historia argentina, un poco como una metáfora surgida en base a lo que a él mismo le pasó mediáticamente cuando tuvo una opinión respecto a la historia reciente en Argentina. Lo masacraron mediática y políticamente. Es un libro que se da en el cruce justamente de un estado de la discusión pública motivado por la indignación y que promueve el linchamiento en todas las direcciones.


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