Cuarentena y orden: apuntes sobre los riesgos de cuidar la salud bajo control policial

«Con quienes violen la cuarentena vamos a ser implacables», reza el discurso oficial, en nombre de la necesidad de avanzar con una dinámica que resguarde al extremo la salud de la población. No obstante, el lado B del acatamiento a la cuarentena comenzó a verse en los últimos días en los casos de abuso de autoridad que se evidenciaron en distintas zonas del conurbano y el interior bonaerense. En nombre del aislamiento, la policía ratificó las prácticas habituales de violencia institucional que aún habitan en la labor cotidiana.

En la villa 1-11-14 del barrio porteño de Flores, unos gendarmes «bailaron» a dos jóvenes. En Isidro Casanova, efectivos policiales obligaron a hacer flexiones de brazos a un grupo de muchachos, práctica típica de castigo en ámbitos militares. En Altos de San Lorenzo, en la periferia de La Plata, veinte efectivos ingresaron sin orden judicial al domicilio de un chico que estaba en la vereda; las fuerzas se metieron con disparos de balas de goma y propinando golpes a los habitantes.

Hechos similares se registraron en La Matanza, Lomas de Zamora, La Plata, Quilmes, General Pueyrredón, Dolores, Lobos, Bahía Blanca y Berisso. Los ejemplos pusieron en alerta a la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que decidió enviar una carta al Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, a cargo de Sergio Berni, a fin de advertir sobre la «vulneración de derechos humanos» bajo el riesgo de generar un «adoctrinamiento no sólo respecto de las víctimas sino del resto de la población». En todos los casos, los blancos son niños y jóvenes pobres de barrios marginales.

Más allá del plano de excepcionalidad con que las fuerzas de seguridad han sido desplegadas en pleno contexto de emergencia sanitaria, las prácticas que afloran no resultan nada novedosas.

«Los gobiernos pasan y las policías quedan. Cuando uno habla de violencia policial, se habla de prácticas que están hechas rutina. Por más que las autoridades quieran imprimirle otra impronta, desandar ese tipo de rutinas requiere tiempo, porque supone poner en crisis modos de actuar que se vienen repitiendo desde hace varias generaciones»

«Los gobiernos pasan y las policías quedan. Cuando uno habla de violencia policial, se habla de prácticas que están hechas rutina. Por más que las autoridades quieran imprimirle otra impronta, desandar ese tipo de rutinas requiere tiempo, porque supone poner en crisis modos de actuar que se vienen repitiendo desde hace varias generaciones», dijo a Contexto Esteban Rodríguez Alzueta, abogado, docente y especialista en sociología del delito.

«Es muy entendible que hoy la policía esté en las calles con sus prácticas habituales. No es otra policía, por más que uno pueda coincidir con las palabras del presidente y su esfuerzo por intentar que se interpreten de manera correcta», expresó Alzueta.

En el marco de un posible análisis del accionar de las fuerzas y su correlato en la sociedad civil en tiempos de cuarentena, autor de Temor y control sostuvo que contextos de crisis y de irrupciones de pánico social habilitan la aparición del «enano fascista que se lleva dentro». «Este tipo de situaciones permite ver con más nitidez determinadas prácticas que ya están instaladas en Argentina. La vigilancia y el aislamiento no son prácticas nuevas, sino formas que aparecen cuando impera el pánico», añadió el docente e investigador.

En tanto, la aplicación de los protocolos de seguridad en nombre del Decreto 297/2020 y el accionar de la policía puso en alerta a organismos de derechos humanos, que ahora observan con delicadeza cómo puede continuar el escenario de cara a una extensión mayor de cuarentena. Uno de ellos es la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), que mantiene un trabajo de registro de los diferentes casos, ocurridos principalmente en los sectores más vulnerables el conurbano bonaerense.

«A partir de las consultas que venimos recibiendo, es fundamental señalar que, además del inefable olfato de clase que caracteriza a policías y demás uniformados, que hace que no sean tratadas de la misma manera todas las personas, ni la policía, gendarmería y otras fuerzas actúen igual en todos los barrios, también sucede que no estén siquiera al tanto de la normativa de emergencia que están aplicando», publicó CORREPI anteayer en su boletín habitual de muestreo de denuncias por atropellos.

El virus como estrategia política

A las prácticas policiales, por otro lado, deben señalarse como sumatoria las consecuencias que las situaciones de crisis generan en los hábitos sociales cotidianos. Lo que el propio Rodríguez Alzueta define como «vecinocracia» se vio reflejado en decenas de ciudadanos vigilando y controlando a sus propios vecinos, filmando con celulares a quienes formaban largas filas en los bancos o a quienes simplemente deambulaban en las calles.

«Por más que el periodismo berreta hoy en día ya no habla con espuma en la boca, eso no implica que finalmente somos ‘otra Argentina’. Seguimos hechos de diferencias que nos cuestan mucho. No todos tenemos la heladera llena, no todos entramos en una habitación para estar aislados»

«Hay que tener cuidado con esa idea de ‘unidad de los argentinos contra el virus’ en este momento. Este tipo de unidad medio yuta, hecha de desconfianza, lo que hace es reproducir desigualdades sociales. Por más que el periodismo berreta hoy en día ya no habla con espuma en la boca, eso no implica que finalmente somos ‘otra Argentina’. Seguimos hechos de diferencias que nos cuestan mucho. No todos tenemos la heladera llena, no todos entramos en una habitación para estar aislados», remarcó Alzueta.

Hasta el momento, las víctimas de estas violencias coinciden en estar enfocadas en niños y jóvenes de barrios pobres de Argentina. A nivel global, frente al ordenamiento social que puede instalar un eventual «modelo de sociedad coronavirus», han sido varios los teóricos que han lanzado varias hipótesis sobre la forma que adquirirán los pueblos en el nuevo escenario geopolítico.

«Lo que estará en el centro del debate durante y después de esta crisis es cuáles serán las vidas que estaremos dispuestos a salvar y cuáles serán sacrificadas», fue uno de los puntos del filósofo español Paul Preciado en su reciente ensayo «Aprendiendo del virus». En vista de las posibles transformaciones sociales a futuro que este nuevo virus pueda instalar en la vida cotidiana, Preciado señala que es ahí mismo «donde el virus opera y se convierte en estrategia política». Por ahora, en Argentina está por verse.


 

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