“Cada día soy más libre”

Por Lisa Solomin

Pasaron más de siete años, pero Yanina aún sueña que no puede escapar. No le hablan, no le explican, y otra vez está presa. Lo que cambió este último tiempo es que se sueña vestida con colores, musculosa, aros y alegría. Tal como es ahora y como era antes que una secta la tenga entre las “rejas invisibles” que ahora puede ver y nombrar.

Yanina Lovfall es periodista y docente de educación primaria. Creció en La Pampa y a los dieciocho años ingresó como laica consagrada a Servis Trinitatis, una institución secular de la Iglesia católica que llegó al país en la década del noventa. Con votos de castidad, pobreza, obediencia y fidelidad al Papa, estuvo siete años siendo alguien que no le gustaba y que sin embargo no podía dejar de ser.

La publicación de su libro Siervas trinitarias, donde recupera esa parte de su historia, la ayudó a cerrar un largo proceso de reconstruirse y de entender lo que le pasó durante esos años de sometimiento. En 2008, los sacerdotes españoles Antonio Martínez Racionero y Ricardo Latorre Cañizarez fueron denunciados por presunta reducción a la servidumbre, estafa, sometimiento y trabajo con menores. Sin embargo, la institución sigue funcionando. Aunque no pueden tener parroquias, hay sedes en Santa Rosa y Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires.

-¿Cómo entraste a Servis Trinitatis?

-Yo entré en 1999, por un problema familiar. En un momento en que no sabia qué hacer, estaba quebrada emocionalmente. Fui a hablar con un cura que había venido hacía poco de España y era muy querido en Santa Rosa. Me lo aconsejó mi hermana mayor, que después nos enteramos que estaba adentro de la institución. Al mes y diez días estaba yo también. A los dos meses yo ya me quería ir. Imagínate, yo tenía la cabeza rapada, rock nacional, teatro, nada que ver con la Iglesia. Pero me decían que era un momento, que era una tentación del demonio. Que iba a pasar si yo era fiel a la oración y a Dios. Me decían que iba a ser feliz ahí, porque era mi lugar, y que si Dios me probaba era porque tenía un destino importantísimo para mí.

-¿Cómo es el proceso de adoctrinamiento?

-Pasa sin darte cuenta. Yo rápidamente me radicalicé, que era lo que le pasaba a la mayoría. Rápidamente lograban un cambio de personalidad en las personas, que es lo que hacen las sectas. Se llama síndrome de adoctrinamiento sectario: un cambio de vida y de personalidad total, un quiebre con tus vínculos familiares y sociales y una idolatría hacia el líder del grupo al que se le debe obediencia y lo que dice es incuestionable. “Quien obedece no se equivoca”, nos decían.

A mí me engancharon por lo que me gustaba: yo quería estudiar periodismo y hacía teatro. Me prometieron que iba a hacer obras de teatro, cosa que nunca pasó, y me pusieron a cargo de la radio.

-¿Cómo era la vida ahí adentro?

-Primero te aislaban totalmente. Todos los vínculos familiares y de amistad eran considerados “apegos desordenados”, entonces había que alejarse. Dejé de ir a reuniones familiares, fiestas, casamientos. Además, estaba todo reglado. Teníamos un plan de vida y todo lo teníamos que marcar en unas planillas que se llaman «estadillos». Muchas veces me dejaba para la noche los rezos y me dormía rezando. Yo era muy obediente, ni se me ocurría mentir y marcar algo sin haberlo hecho. Trabajaba un montón de horas en la radio haciendo locución, producción, también vendía publicidad y limpiaba los baños. Me pagaban sólo como locutora, pero no veía la plata. Ellos tenían mi tarjeta de débito. De entrada pedí autorización para estudiar periodismo, pero no me dejaron. Me pidieron que estudie magisterio y yo por obediencia, porque había que ser santo, estudié.

¿Vivías con tú familia o con ellos?

-Un tiempo viví con ellos en el cenáculo y después me autorizaron a vivir con mi vieja, porque se separó y me dejaron acompañarla. Pero todo muy controlado. Mi vieja los primeros dos años no supo que yo estaba ahí. Yo le tenía que mentir. “Ocultar no es mentir”, nos decían. Pero se dio cuenta. Además, tenía a mi hermana que pertenecía a la institución desde antes, entonces ya conocía.

«No es fácil decir ‘trata de personas’, ‘lavado de cerebro’, ‘reducción a la servidumbre’. Es difícil entender la lógica. yo siento que me violaron la cabeza.»

-En el libro contás dos casos de chicas que hacían pasar por enfermas y hasta hicieron colectas para supuestas operaciones.

-Sí, creo que son los casos mas graves, una chica española y otra de acá. Las hicieron pasar por enfermas. El sometimiento ahí es mucho mayor, más perverso. Llegó un momento en que ellas no sabían si era verdad o mentira que estaban enfermas; llegaban a escuchar voces, a irse de la realidad. Hoy por hoy, la de España está bien, pero la de acá esta muy mal. No puede superarlo.

-¿Y vos cómo pudiste salir?

La salida fué muy lenta. Sobre todo, de la cabeza. El último año me autorizaron a venirme a La Plata a estudiar periodismo y me empiezo a reencontrar conmigo. No fue fácil. Me empecé a dar cuenta de a poco lo que me había pasado, quién era, qué quería hacer, volví a recuperar la libertad de decidir. En agosto de ese año me fuí a confesar con un cura de acá y él me dice que lo que me había pasado no estaba bien, que la religión no era así como me habían dicho. Me mandó a hablar con Monseñor Kauffman y él me dice que había que denunciarlo al Vaticano. Me pidió que le escriba, que él iba a denunciar, que era raro todo, y me pide reserva. Yo respeté. Nunca más me llamó ni nada. Después me enteré que Aguer le dijo que no se meta en otra diócesis que no le correspondía, y obvio que no firmó nada.

Ponerle un nombre

-¿Quién se decidió a hacer la denuncia y cómo fué el juicio?

-En 2007 se muere mi padre. Mi hermana, que estaba viviendo en España, totalmente metida en la institución, no lo puede ver porque no la autorizaron a viajar. Ahí se empieza a gestar la denuncia. Mis hermanos y familiares de otros miembros y ex miembros presentan la denuncia por reducción a la servidumbre. Yo no estaba preparada en ese momento. Salió en tapa de Clarín, no podía con eso. No me lo banqué. Me fuí a vivir un tiempo al Sur.

La denuncia y la mediatización lograron desmantelar la trama secreta que tenia la institución, se fue mucha gente y adentro de la Iglesia también se armó revuelo. Pero el juicio fue un cachivache. Dictaron falta de mérito. En la ultima instancia, cuando había que apelar, nuestro abogado se olvidó de apelar. Por eso se pierde la causa. Todo muy turbio.

Al poco tiempo, en Lomas de Zamora y en La Pampa la Iglesia les da por terminada la misión, los despiden, y la orden es que no tengan parroquias en Argentina. No tienen permiso de dar homilía ni nada público. Pero lo siguen haciendo igual. Y siguen operando como Servis Trinitatis, como Católicos en Acción y como Asociación Sol.

En 2010, cuando se aprueba la Ley de trata de Personas, un fiscal pidió la reapertura de la causa, pero quedó ahí.

yanina lovfall-¿Cómo surge el libro?

-Yo siempre supe que quería ser periodista. Estando ahí, siempre quise escribir, y ellos me lo prohibían. Porque era una pérdida de tiempo. Para mí, eso era muy fuerte.

Es tan fuerte lo que pasa cuando estás en esa situación que no recuperás la libertad tan fácil. Es un proceso muy lento. Recién tres años después de irme de la institución me di cuenta de que ya era libre de escribir, que ahora podía. Ahí empezó a gestarse la idea de escribir sobre esto. Por necesidad personal y porque es algo que hizo y hace mucho daño y es necesario que se sepa.

El primer borrador lo vomité. Después, la decisión de publicarlo fue otro proceso. Cuando se destapó todo fué muy duro en Santa Rosa. Había mucha gente que los defendía, los querían mucho, tenían una imagen intachable. Todavía hay gente que no me saluda. Nos difamaron, fue terrible. Pero con la presentación del libro todo lo que recibí fue positivo.

Ahora me doy cuenta de que el libro sirvió para poder ponerle un nombre a lo que nos pasó. Y para que muchos contaran su experiencia. No es fácil decir «trata de personas», «lavado de cerebro», «reducción a la servidumbre». Es difícil entender la lógica. Yo siento que me violaron la cabeza.

¿Aprendiste algo de todo esto?

-Aprendí de mí misma. Mi personalidad es radical y me tengo miedo en ese sentido. Pienso que no me puede volver a pasar, pero tengo respeto, y desde este parámetro también veo las relaciones humanas: de lo que me parece invasivo en seguida me voy. Cuando veo que alguien me quiere manipular, se me traba la cabeza.

¿Hoy creés en Dios?

-La verdad es que no sé si hay un Dios, ni si me importa. Entiendo que si existe y es bueno sabrá por qué me alejé, y si existe y es malo, ya está, estamos jodidos. Yo disfruto esta vida. No tengo fe. Tengo convicciones.

-¿Te sentís libre?

-Si, absolutamente. Y cuando me entero que se vende un libro más es muy liberador. Yo en La Plata no quería hablar de esto, no sabía cómo me iba a pegar que todos se enteren. Era como mi bunker. Y me encuentro hablando acá, ahora con vos, y me genera mucha alegría lo que genera. Es un gran paso. Siento que era necesario realmente. Asumir esto es asumir mi identidad hoy. Soy quien soy con esto que me paso también.
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Interés provincial

El libro fué editado en la Cooperativa de Trabajo Gráfica Visión 7, de La Pampa. También participaron artistas pampeanos en la fotografía y el diseño. El pasado 30 de mayo, Siervas Trinitarias fué declarado de interés legislativo por la Cámara de Diputados de la provincia de La Pampa y se solicita al Ministerio de Educación provincial que se distribuya en todos los colegios secundarios.

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