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«Ahora la calle se llama Mónica y Gustavo»

Por Gabriela Calotti

“Mis papás eran muy queridos en el barrio. Ese operativo dejó huella en esa zona porque era una casa de puertas abiertas. Los chicos después de la escuela venían a tomar la merienda. Todos frecuentaban la casa. (…) Los vecinos, en esto de reconstruir la memoria, pidieron que la calle se llame Mónica y Gustavo. Eso se hizo a través del Concejo Deliberante y muestra la presencia que tenían ahí”, contó el martes María José Lavalle Lemos, nacida en cautiverio en el Pozo de Banfield, durante su declaración al Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata.

Sus padres, Mónica María Lemos y Gustavo Antonio Lavalle, tenían 25 y 22 años respectivamente. Desde diciembre de 1975 se habían instalado en ese barrio de José C. Paz donde planeaban asentarse en familia. Ambos habían militado en Montoneros. Según sus hijas al momento de su secuestro el 20 de julio de 1977, ya no pertenecían a esa organización.

Esa noche una patota armada que vestía “pilotos claritos”, según la impresión que le quedó a María, irrumpieron en la casa. Gustavo estaba descalzo y Mónica en ropa de cama. Rompieron, robaron y se los llevaron. Al día siguiente los vecinos avisaron a las familias y rescataron lo que pudieron de la casa, donde estaba todo revuelto “los libros tirados”.

Según pudieron reconstruir por testimonios de sobrevivientes, en particular de Liliana Zambano, los llevaron a la Brigada de Investigaciones de la Policía Bonaerense en San Justo, explicó María José, nieta restituida en octubre de 1987.

Al llegar a Banfield, Liliana se entera de que Mónica Lemos, a quien no conocía, había dado a luz a una nena. Mónica ya no estaba allí. Gustavo permaneció en Banfield hasta mediados de octubre.

“Mi mamá ya había sido trasladada y Liliana no la llega a ver. Sabe por lo que le contó mi papá de mi nacimiento”, relató María José en el marco de la audiencia número 64 del juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en los llamados Pozo de Banfield, de Quilmes y de Lanús, con asiento en Avellaneda, que eran brigadas de investigaciones de la policía de la provincia de Buenos Aires comandada por Ramón Camps y por su mano derecha Miguel Osvaldo Etchecolatz.

“Mi nacimiento fue ahí”, sostuvo María José en esta audiencia semipresecial. “Según mi apropiadora, que era sargento en la Brigada de San Justo, ella presenció el parto y eso se lo comenta al juez cuando fue el momento de la restitución”. De acuerdo con su declaración y la de su hermana, la policía, identificada como Teresa González, “se iba a quedar con María y le dijeron que mejor se quede con el bebé que la mamá iba a tener dentro de poco”. Esa policía apropiadora estuvo presente “en el momento del parto en el Pozo de Banfield”.

Años después pudo saber, gracias a su abuela, Haydée Vallino de Lemos, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, que a partir de 1985 empezaron a llegar denuncias a la Asociación “sobre una posible hija de desaparecidos apropiada por esta sargento”. Reúnen las denuncias y se abre una causa en el Juzgado de Morón.

“La que fuera mi apropiadora sabía de estas denuncias y de la causa, así que empezamos a mudarnos bastante de casa, vivíamos en Hurlingham. Fuimos a vivir a Mar del Plata en varios lugares, hasta que un día antes de que el juez avance con la localización, ellos estaban avisados de que iba a ir el juez. Me sacan a escondidas y me llevan a la quinta de otro policía amigo de mi apropiadora de apellido Silva”, explicó María José Lavalle Lemos.

Más tarde en su relato, María José precisó que “en los 80-90, Silva era un policía bastante conocido por secuestros extorsivos. Era conocida de ella. De hecho a esa quinta yo había ido varias veces. Era un policía de la Bonaerense”.

En esa quinta la localiza el juez quien le cuenta la verdad sobre su identidad una vez en el juzgado. “En el banco de datos genéticos me hacen los análisis y determinan que soy Lavalle Lemos. Fue en octubre de 1987. Yo tenía 10 años”, aseguró antes de comentar que al cabo de un tiempo de vivir con su abuela y con su hermana mayor “tenía la sensación de que siempre había estado con ellos, con mi familia”.

Tanto María José como su hermana María indicaron al Tribunal que otro dato que corrobora su nacimiento en el Pozo de Banfield son las propias declaraciones que la sargento González hizo a una periodista de la revista estadounidense Life, que en aquel momento hizo una nota sobre la apropiación de bebés. Allí González le dijo “que había ido a Banfield especialmente para quedarse conmigo y también le contó del vuelo de mi mamá”.

María José sitúa su nacimiento en torno al 2 de septiembre de 1977. Días más tarde, a su mamá y a otras mujeres secuestradas en Banfield les dicen que las van a trasladar en avión al sur para ponerlas a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Nunca más supieron de ellas. Suponen que fueron víctimas de los llamados “vuelos de la muerte”.

Antes de concluir su testimonio María José Lavalle Lemos pidió al Tribunal que “la justicia dé una condena severa porque son situaciones que no cesan”, sostuvo refiriéndose concretamente al hecho de que a los niños apropiados “nos robaron el derecho a que nuestros padres nos críen, nos eduquen, nos formen, nos den su impronta sobre su visión del mundo”. Y más aún: “fue adrede. Fue un plan ideológico en contra del enemigo subversivo como ellos decían”.

El hecho de haberlos arrancado a sus padres y a sus familias de crianza fue “un cambio de dirección que nos impusieron en nuestras vidas” y es otra de las consecuencias del terrorismo de Estado, afirmó.

“Tiene que servir de ejemplo la condena para que estas aberraciones no se puedan volver a hacer”, sostuvo.

“Su idea era formar su familia ahí”

“Por diferentes reconstrucciones y relatos, sé que la idea de ellos era formar su familia ahí, construir su casa y quedarse”, afirmó María Lavalle Lemos, la hija mayor de Mónica y Gustavo, secuestrada con ellos el 20 de julio de 1977.

“Sé que tenían una relación muy fuerte con los vecinos, eran de hacer tareas solidarias. Eran muy queridos”, agregó María al relatar lo que pudo saber de sus padres.

Supo que al menos hasta el 26 de julio estuvo con sus padres. Esa noche llamaron a la casa de sus abuelos y lo citaron a Francisco Lavalle en la esquina de la casa de los abuelos maternos. A María la dejaron en la casa de un vecino, ahí en Haedo, sobre la calle Arizona.

“Con el tiempo me acerqué y pude hablar con ese vecino (…) Me dijo que yo estaba muy sucia y lastimada, que él no sabía qué darme, que estaba con mucha hambre y que al rato, efectivamente, vuelven a tocar la puerta y era mi abuelo que había ido a buscarme”, relató.

Su abuelo se había enterado del secuestro de su hijo, su nuera y la nena días después de ocurrido. Los vecinos habían hecho rápidamente la denuncia en una comisaría. Su abuelo presentó entonces el primer Hábeas Corpus “por todo el grupo familiar, incluido el niño/niña por nacer”.

Años después sus abuelos le contaron que cuando la recuperaron “estaba como ida. No respondía a ningún estímulo”. Su abuela la bañó y “poco a poco fui reconociendo el lugar, a mis abuelos y conectándome otra vez”.

María vivió con sus abuelos hasta la restitución de su hermana menor, María José.

Cuando su hermana recuperó su verdadera identidad, María tenía 11 años, más o menos. “Siempre supe que tenía un hermano o hermana. Siempre la búsqueda estuvo muy presente”, sostuvo ante el Tribunal.

Tambiér indicó que sus padres no fueron las únicas víctimas del terrorismo de Estado. Su tío, Mario Alberto Lemos fue secuestrado el 5 de agosto de 1977 en su casa-taller en Liniers. Su tío sigue desaparecido. Por testimonios, supo que uno de los represores se ufanaba de que con el secuestro de Mario “terminamos con la banda de Fierrito”, apodo de su papá Gustavo.

Tanto el Municipio como la Universidad Nacional de José C. Paz efectuaron diversos reconocimientos a Mónica y Gustavo, incluyendo un documental “sobre la vida de mi mamá” en el que participaron “muchos vecinos”.

Al cerrar su testimonio María se dirigió expresamente al Tribunal para reclamarle por la demora de este proceso judicial, siendo que ella y su hermana son querellantes desde 2005. “Fue muy largo, demasiado largo, muchas demoras, mucha dilación en todo este proceso y esto hizo que sea muy injusto todo este acto de justicia”, sostuvo y pidió que “dentro de sus posibilidades, hagan lo mínimo para que sea un poco más justo”.

El presidente del Tribunal, Ricardo Basílico, juez subrogante como los otros integrantes del mismo, le respondió que están “efectuando el mayor esfuerzo posible” para llevar adelante el juicio, que comenzó el 27 de octubre de 2020 y que se realiza a razón de una audiencia semanal. Desde el inicio el juicio se hizo en forma virtual, excepto algunas audiencias semipresenciales.

Liliana Zambano, sobreviviente

Liliana Zambano, estudiante de Historia en la Facultad de Humanidades de la UNLP, quien también declaró el martes, precisó que permaneció privada ilegítimamente de su libertad entre el 30 de agosto y el 29 de octubre de 1977. Tras su paso por la Brigada de Investigaciones de La Plata, por entonces en la calle 55 entre 13 y 14 y el Pozo de Arana, hacia el 8 de septiembre fue trasladada a la Brigada de Investigaciones de la Bonaerense de Banfield, otro centro clandestino del Circuito Camps.

Fue secuestrada en su departamento en 5 y 59, frente a la Comisaría 9ª de La Plata, junto con dos compañeros, que fueron liberados a los 15 días.

En los primeros interrogatorios en Arana le insistieron sobre el paradero de su prima Susana Zambano y de su esposo, Horacio Salerno y precisó que “el cuñado de mi prima había sido secuestrado en el año 76. Mario Enrique Salerno. Había sido presidente del Centro de Estudiantes de Arquitectura” y era conocido en la ciudad.

Zambano aseguró al Tribunal que en Banfield compartió cautiverio con María de las Mercedes Funes, con María del Carmen Percivati Franco, con Graciela Medici. Allí, en otra celda también estaban los esposos de las dos primeras, Gabriel Estévez y Eduardo Rodríguez. Varios de ellos se conocían por su militancia en la Juventud Peronista y por profesar la religión católica. Todos permanecen desaparecidos.

Liliana recordó que primero “fueron trasladadas Laura, Mercedes… se quedó Carmen. Pero las otras fueron en el traslado grande hacia mediados de octubre, 15 o 20 de octubre”, precisó.

Liliana Zambano contó el martes que “no sabía que Mercedes estaba embarazada”.
También en Banfield confirmó que estaba detenido “el director del Cronista Comercial, Rafael Perrotta”, que sigue desaparecido.

En Banfield también supo que estaban varias docentes de la carrera de Historia como Liliana Galletti y Virginia Allende, ambas desaparecidas. Allí también conoció a María Elena Ianotti de Gambero, una señora mayor que tendría entonces más de 40 años. Un padre y un hijo de apellido Moreno, que eran carpinteros y otra chica de La Plata que se llamaba Isabel Gutiérrez y su esposo de apellido Ledesma.

Contó que después de un trasladado importante, les hicieron limpiar “los calabozos que habían quedado libres” y que tomaran las pertenencias. “Yo recuerdo, me quedo con un pantalón de embarazada de Mónica Lemos”.

A Liliana la liberaron en una zona descampada de Claypole.

Un árbol y un nombre

Mónica Quiñones tenía 11 años en el momento del secuestro de sus vecinos más jóvenes que se habían acoplado a las pocas familias ubicadas en ese incipiente barrio allá por mediados de los años 70.

“El barrio se estaba formando. En la manzana éramos 5 o 6 familias que éramos como familia”, contó al Tribunal.

Aún recuerda que al día siguiente del secuestro, fueron a la casa y encontraron “todo tirado” y que inclusive “les habían levantado todo el piso”.

“Mónica tenía una panza grande”, recordó.

En la puerta de la casa se plantó un árbol como homenaje. Por iniciativa de los vecinos y el apoyo del Concejo Deliberante “la calle se llama Mónica y Gustavo”, dijo muy emocionada esta mujer que habló con mucho cariño de María y de María José, y que 45 años más tarde, vive en el terreno donde está la casa de la pareja Lavalle-Lemos.

El presente juicio por los delitos perpetrados en las Brigadas de la policía bonaerense de Banfield, de Quilmes y de Lanús, conocida como “El Infierno”, es resultado de tres causas unificadas en la causa 737/2013.

Este debate oral y público comenzó el 27 de octubre de 2020 de forma virtual debido a la pandemia. Por esos tres CCD pasaron 442 víctimas tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, aunque algunas de ellas estuvieron secuestradas en la Brigada de Quilmes antes del golpe. Más de 450 testigos prestarán declaración en este juicio. El Tribunal está integrado asimismo por los jueces Esteban Rodríguez Eggers, Walter Venditti y Fernando Canero.

Las audiencias pueden seguirse por las plataformas de La Retaguardia TV
(https://bit.ly/2T1S06P) o el Facebook de la Comisión Provincial por la Memoria. https://fb.watch/66cTGFRqGP/. Más información sobre este juicio puede consultarse en el blog del Programa de Apoyo a Juicios de la UNLP https://bit.ly/3coDVqV.

La próxima audiencia se realizará el martes 10 de mayo a las 8.30 hs de manera semipresencial en el Tribunal Federal de La Plata.