AGUSTÍN GUERRERO QUINTETO | Presenta “Estupidez” en La Plata

Por Ramiro García Morete

Nunca pensó en otra cosa. “Era mi mundo”, definirá. Al sur del Conurbano, las calles de Burzaco ofrecían un buen marco para abrazar el tango y la música popular argentina como lenguaje. Inclusive si se tienen cinco años, edad a la que su madre Cristina le regaló un tecladito Casio, “medio redondeado, con dos o tres octavas…”. Fue un antes y un después. Si bien su padre Camilo es abogado, siempre fue guitarrero y no es casual que su hermano Emiliano haya terminado tocando el bandoneón y teniendo su propio proyecto: “Manija”. Tampoco que el primer concierto al que asistiera fuera de una orquesta típica. Julián Peralta, con quien había empezado a tomar clases de piano alrededor de los 9 o 10 años, actuaba por segunda vez con la Fernández Branca, luego (re) conocida como la Fernández Fierro. “Vi algo actual, algo que me representaba”, evoca.   Luego vendría cierto acercamiento al rock a través de nombres como King Crimson, pero el músico siempre se sentiría más cerca de Troilo o Yupanqui. Pero el mundo, que fue y será una porquería en el quinientos seis y en el dos mil y pico también, ofrece mucha información. Tanta que en lugar de sabiduría, produce lo contrario.

Alrededor del 2013 comenzaría a pergeñar una idea donde sonidos ajenos al tango representaron algunas ideas que abarrotaban su cabeza. El advenimiento de un gobierno despiadadamente neoliberal confirmaría la necesidad de concretar una serie de composiciones atravesadas por el jazz, el rock, el punk y demás yuxtaposiciones inspiradas en conceptos, narrativas o imágenes de un escenario atestado de sentido y, a la vez, de insensatez. “Estrés”, “Milicia”, “Hambruna”, “Psicofármacos”, “Disney Landia”, “Zapping” o “Bomba atómica” son algunos de los títulos a los que Pablo Marchetti (Conjunto Falopa) añadiría pequeños textos o poemas. Inspirado en Adorno, Agustín Guerrero comprendió que para presentar un universo sobrecargado debía hacerlo con el mismo método. La batería de Lucas Diego se mueve por diversos patrones rítmicos y desde ellos se ensambla el bajo de Diego Rodríguez, la guitarra eléctrica y  versátil de Martín Rodríguez mientras  Agustín Guerrero combina pianos tradicionales y modernos sintetizadores  y el  bandoneón de Amijai Shalev mantiene cierta continuidad rioplatense. “Estupidez” es el nombre de esta obra multidisciplinaria de Agustín Guerrero Quinteto de que, tras un par de presentaciones, llega a La Plata antes de ser finalmente grabada. Como parte del Ciclo Mistongo, el quinteto se presenta este viernes 2 de agosto a las  21.30  en Estación Provincial (17 y 71)

“El disco seguramente vaya a grabarse el año que viene -anticipa Guerrero-. Más bien será un disco-libro, con los poemas de Pablo de Marchetti, algunas explicaciones, un prólogo en manos de Gastón Varela, las partituras y también imágenes de Gonzalo Duro”.

Si bien “Hambruna” ya circula como adelanto, el resto del disco tendrá un registro distinto. “Hoy estamos ensayando y sentimos distinto presentar la obra antes de grabar. A veces uno graba con las cosas a mitad de camino y cuando lo presenta recién empieza tocarlas bien”. El pianista cuenta que “la música está toda escrita y tiene una particularidad: además del baterista, todos grabaremos con click.  Porque tiene unas complejidades rítmicas importante. Hay una obra que tiene cuatrométricas distintas”.

Entre otros, esos recursos lo llevan a afirmar que “llamarle tango a esto es un poco errado. Es música. Yo deliberadamente quise que hubiera bases del jazz, del rock. Adrede, ya no salirse, sino ir directamente a bases funk, de swing, de punk”. El autor ejemplifica la razón de estas elecciones: “La pieza ‘Libre mercado’ tiene base de jazz, obviamente. ‘Disney Landia’ de punk rock, ‘Tazas de tango’, de tango…”. Antes de que Marchetti incluyera sus textos, Guerrero ya había pensado los títulos de la obra. “Inclusive el orden. Empecé a pensar la música. Cuando yo veo la posibilidad del texto, lo puso más a tierra, más claro. Y terminó influenciándome. Pero empezó desde la música”. Todas las piezas son situaciones o historias representadas con recursos musicales.

Ante una obra tan cavilada, la coyuntura no es ajena. “Ver ciertas políticas que promueven la desigualdad, ver que la gente este peor, genera una sensación de porquería y una necesidad de sacarlo. Están los que intentan separar la cuestión política de la artística ¡las pelotas! Además tenemos que morfar. Todo esto cuesta un montón. Y que la gente, que está preocupada en ver cómo llega a pagar la luz, pague una entrada o se interese… Esta obra es como un vaticinio. Se empezó a gestar antes de Macri. Y cuando llegó fue la confirmación. Esto es el neoliberalismo, la mierda del ser humano a flor de piel… Que haya sido votado y no impuesto con la fuerza es más doloroso todavía. Es en lo que nos convertimos”.

 

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