A redoblar esfuerzo

Por César “Tato” Díaz

En los tiempos que corren, necesitamos imperiosamente aglutinarnos con el fin de transmitirnos fuerzas y, sobre todo, esperanza. La lucha política inexorablemente conlleva una batalla simbólica, y esta última es la que el Gobierno actual forzó hasta el ridículo el domingo pasado al solo efecto de que nuestra referente política no apareciera en las tapas de los diarios ni en las pantallas como la legítima triunfadora de la elección en la provincia más importante –en votos– del país.

¿Cómo se animan a esto? Muy fácil: dominan casi la totalidad de las usinas generadoras de la información y formación de sentidos. Cabe preguntarnos entonces, también, si es la primera vez que ocurre este fenómeno, y la respuesta es no. Releyendo Combatiendo la ignorancia aprendida –uno de mis libros que más satisfacción me genera– me topé con un artículo del más eficaz comunicador político que hemos tenido: don Arturo Jauretche. El artículo de marras, que cito más adelante, fue escrito en la revista QUÉ luego del triunfo frondicista del 23 de febrero de 1958, con un Jauretche traicionado por el frente que contribuyó a construir y que llevó a la presidencia a su tocayo Arturo Frondizi.

Recapitulemos entonces. Si bien hay una discusión en el campo nacional y popular, ¿cuán grande fue el retroceso sufrido por los argentinos con la derrota de 2015? Cuando algunos de nosotros sostenemos que retrocedimos al 3 de febrero de 1852 –batalla de Caseros–, claro, se nos tilda de exagerados, cuestión que tiene su cuota de sensatez. Sin embargo, hay un consenso casi pleno de que el retroceso es a septiembre de 1955 –derrocamiento del Gobierno democrático del presidente Juan D. Perón– y su infausto “sucesor”, el Gobierno de facto autoproclamado “Revolución Libertadora”. Esa Administración, tan inescrupulosa como la actual, que no repara en nada con tal de conseguir sus nefastos propósitos, fue capaz de fusilar ilegalmente a civiles junto a militares que pretendieron frenar la arbitrariedad ejercida por los Aramburu/Rojas y que tan oportunamente fue investigada y hecha pública por Rodolfo Walsh en Operación Masacre. ¿Y cómo se atrevía a tanto? Aquí es donde recurrimos al intelectual linqueño para observar cómo, en ocasiones, la historia se repite, con otros nombres pero con herramientas y metodologías similares. Veamos, pues, qué escribía don Arturo cuando analizaba la estrategia urdida por los defensores del libre mercado de aquellos tiempos:

“Unificaron todo el periodismo, la radiotelefonía y la televisión. Volcaron sobre el papel y sobre los oídos toneladas –¿cómo se mide esto?– de injuria y difamación. Convirtieron en traidores a la patria a los que la habían redimido de las viejas coyundas a que ellos sirven; presentaron como tiranos a los libertadores, y no hubo basura de rincón o de retrete que no arrojaran sobre los hombres, sobre las ideas y sobre la fe del pueblo argentino. Llamaron, al patriotismo, esquizofrenia; demagogia, al amor al pueblo; libre empresa, a la destrucción del capital argentino para subordinarlo al extranjero; y libertad de trabajo y de asociación, a la destrucción de los organismos sindicales y patronales de defensa de los intereses nacionales. Llamaron jueces a los sicarios; policías a los matones; virtud, al entreguismo; desfiguraron todo, anatematizaron lo argentino, exaltaron lo extranjero, llamaron valentía al asesinato impune, y cobardía a la resistencia popular. Volvieron a desfigurar la historia, exaltando al cipayo y al vendepatria y denostando al patriota de verdad. Y eso lo dieron por el periódico, por la radio, por el libro, por la universidad, por la escuela. Y lo dieron en dosis masivas, en dosis para adultos, en dosis para caballos, al niño que se dormía oyendo la palabra mentirosa del locutor y despertaba oyendo la palabra mentirosa del locutor. Usaron todas las artes, todas las triquiñuelas del oficio para torcer el pensamiento argentino.”

En fin, ¿qué podría agregar a este exactísimo diagnóstico hecho por un comunicador de fuste como Jauretche? En lo conceptual sería redundar y “afear” la pluma de don Arturo; pero en lo coyuntural considero que es urgente que comprendamos la necesidad de redoblar los esfuerzos realizados hasta la fecha. ¿De qué modo? Del único modo que entiendo operativo en la actualidad: militar nuestra propuesta y nuestros dirigentes hasta octubre, y una vez ganada la elección, redoblar el esfuerzo, ¡pues debemos transmitir y contagiar la bandera de la militancia! Sí. Es la única herrramienta que tenemos para que nuestro querido pueblo haga carne que las conquistas –de todo género– solo se mantienen con la persistencia de la militancia. Vernos las caras, escucharnos, tocarnos en el abrazo fraternal, compartir el mate y la charla amistosa para debatir pareceres y llegar a consensos duraderos.

Sostengo esto porque encuentro en las redes sociales cierto aspecto “endogámico”, es decir, acotado a “nuestros contactos”, y con la “prensa gorda” –como la denominé en Combatiendo…– en manos de nuestros oponentes políticos. Rompamos ese cerco en el que nos tienen enredados las redes. Para entonces sí, con “militancia activa y comprometida”, poder decir –como don Arturo en épocas de proscripción–: “dan ganas de cantarle al pueblo: ¡Qué grande sos…! como en la canción prohibida”.

 


 

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