«No queríamos manos derechas tocando corcheas, el famoso ‘todo para abajo’ rockerito trillado de los Strokes para acá». Así explica Pablo Matías Vidal, cantante y compositor de Los Valses, el germen de la banda. En este caso, elegir diferenciarse de otros no es un procedimiento de crítica sino de producción. Los Valses optaron por romper con el post rock y eso decantó, según Vidal, «al mid tempo y al apretón de manos entre guitarras eléctricas y acústicas». La convicción alrededor de un ritmo lento también le da sentido al nombre de la banda.
Este es otro de tantos proyectos nacidos del baile de rupturas y continuidades que caracteriza a la escena musical de la ciudad, y que siempre la está multiplicando. «En 2009, junto a Lautaro Barceló y el Soviético, fundamos Orquesta de Perros, en actividad hasta 2014», cuenta Vidal. «Paralelo a Orquesta armé la Jimmy Jimmy Cesc Fabregas Band y posterior a su disolución, nacieron Los Valses».
Se presentaron por primera vez el pasado domingo a la noche en una casa chorizo a pocas cuadras de Plaza Malvinas, frente al público más difícil: amigos, colegas, periodistas e interesados. Y les llevó pocas canciones dejar en claro las ideas sobre las que trabajan. La más transparente: las canciones de Pablo Matías Vidal que, robustecidas por el aporte de la banda, lo ubican en su mejor momento. La más lúcida: el trabajo en conjunto entre bajo y batería, el primero a cargo de Gabriel Ricci, también bajista de Mostruo!.
«Ricci es el más obrero de los Valses», dice Vidal. «Un obstinado en el sentido de que busca y busca y nos hace probar de todo y nos confronta». Al baterista, el ex Prana Oscar Trani, lo describe como un «ajedrecista del ritmo, una voz necesaria para ordenar ideas cuando la canción se te empieza a escapar para cualquier lado». Pero la idea más interesante de Los Valses es la relación entre las guitarras eléctricas de Santiago Peri y el ex San Maldito Niyo Julianelli. Se trata de una potencia que a Vidal no le cuesta reconocer: «Santiago Peri tiene paladar épico noventoso y mucho oficio. Tranquilamente podría hacer una reducción de cada canción para ‘solo guitarra’ y dejarnos sin trabajo al resto de Los Valses. El Niyo crece por capas, arranca tímido con un delay y cuando te querés acordar está flotando por toda la habitación. Se aprovecha del silencio, busca la veta y ¡pum!, te rumbeó la canción. Mi fuerte, en cambio, siempre fue la composición».
¿Cómo empieza el proyecto y en qué momento se dieron cuenta de que estaban listos para salir a tocar?
Arrancamos a ensayar hace un año más o menos. El inicio fueron unas maquetas que trabajamos con el Niyo, donde moldeamos caseramente una tanda de canciones. De ahí en más, juntarse en la sala y pulir las maquetas. Como compositor es la primera vez que trabajaba con maquetas previas, lo que ayudó a orientar un poco a los músicos al principio. Ensayamos hasta que se empezó a volver aburrido tocar una y otra vez las canciones solo para nosotros. Ahí nos dimos cuenta de que estábamos prontos para salir a tocar. Faltaba la pared que nos dejara de cara al gol.
¿Dentro de la escena local a dónde ubicarías a Los Valses?
Por muchos motivos cerca de Míster América, como anhelo, porque han sido un faro desde siempre. Con Indiana me coparía compartir también y con la banda de Teo Caminos. Y no sé, pero cené con Lautaro Barceló la semana pasada y me estuvo mostrando ensayos de El Estrellero y le hice jurar que íbamos a compartir una fecha, aunque estamos tan tirados de fechas que se lo hago jurar a cada uno que me cruzo.