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Litio: nuestro regalo al mundo

Por Franco Dall’Oste

Mientras el gobernador se calzaba su poncho salteño y daba el sí del que los medios hablarían durante varias semanas, a algunos kilómetros, atravesando el paisaje selvático, pasando por desiertos y sobrevolando aquella tierra repleta de jóvenes mochileros y casi nula justicia social, se hallaba un tesoro de proporciones magníficas. Sí, uno de los extremos del arco iris termina en los salares de Salta, donde se oculta el litio: el “oro blanco”.

Dicen que un gramo de litio vale mucho más que uno de soja. Este último año, aumentó su valor en un 47%, y la tonelada supera los 7.600 dólares (la soja hoy en día cotiza cerca de 4 mil dólares la tonelada). La Argentina tiene el 20% de los yacimientos mundiales y forma parte de un triángulo, que conforma junto a Chile y Bolivia (que tiene el 40%), llamado “la Arabia Saudita del litio”.

La mayor parte de lo que se extrae se exporta a China, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Rusa, Japón y Holanda, donde lo consideran «el oro del siglo XXI», y se aplica, entre otras cosas, en la fabricación de baterías para autos eléctricos, computadoras portátiles, celulares, aleaciones de aluminio, cerámicas, lubricantes y medicamentos. Es decir, es la materia prima de casi todos los aparatos electrónicos que hoy usamos.

El verano pasado, a poco de asumir, el presidente Mauricio Macri liberó de retenciones a las mineras. Y no sólo esto, sino que, luego de una reunión con el CEO de la firma canadiense Enirgi Group, Wayne Richarson, anunció la construcción de la planta de litio más grande del mundo, en el Salar del Rincón, provincia de Salta, gobernada por Juan Manuel Urturbey, cercano a su gestión.

En la Argentina, según estimaciones, habría disponibles más de 128 millones de toneladas de carbonato de litio, por lo cual las ganancias serían considerables. Es por esto que SDIC (China), Posco (Corea del Sur), Galaxy y Orocobre (Australia), Eramet (Francia), FMC Lithium (Estados Unidos) y Mitsubishi (Japón) ya mostraron interés en participar del negocio.

Al mismo tiempo, uno de los potenciales de la cadena de valor del litio, el plan Conectar Igualdad (utilizaba celdas de litio de ensamble nacional), fue vaciado por el ministro de Educación, Esteban Bullrich, quien suspendió el programa. También la fabricación nacional de productos informáticos está ahora en crisis y, según ha denunciado el titular de la Asociación de Fábricas Argentinas de Terminales de Electrónica (AFARTE), Federico Hellemeyer, el Gobierno amenaza con dejar 10 mil personas en la calle si saca los aranceles a las importaciones de estos productos.

Otro emprendimiento que quedó trunco fue el del Y–TEC, una empresa de tecnología creada en 2013 por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y que está compuesta en un 51% por YPF y un 49% de CONICET. Su objetivo en la zona era brindar soluciones tecnológicas al sector energético y formar especialistas para el desarrollo de la industria en la región. Sin embargo, no pueden siquiera comprar el producto para investigarlo, ya que, según declaraciones, las corporaciones no se los venden.

Un modelo que tomó el presidente, según sus dichos, para el marco impositivo del sector minero es el de Chile. Sin embargo, en el país vecino, Rockwood (empresa que recibió una concesión para la extracción del recurso) aportará anualmente a una o más entidades de investigación y desarrollo tecnológico sin fines de lucro hasta US$12 millones para el desarrollo de tecnología que se centre en el uso y/o aplicación de energía solar, minería no metálica y metálica, y estudios e investigación aplicada. A Argentina, la quita de retenciones le costó 200 millones de dólares, y las inversiones en minería retrocedieron un 2% desde entonces.

Es importante recalcar que, ante el inminente fin de las reservas petroleras, la apuesta al litio se ha vuelto un tema vital a nivel mundial: quien sepa manipularlo tendrá el transporte del futuro.

Por otro lado, la extracción implica riegos medioambientales. El proceso implica la utilización de bombas, que depositan las sales con agua en piletones durante tres meses para que se evapore naturalmente. Luego vienen una serie de procesos químicos para separar el cloruro de litio de lo demás. Se calcula que por cada tonelada de litio que se extrae se pierden dos millones de litros de agua. Casualmente, el otro llamado “recurso del futuro”.


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