Mientras el 10 % más rico del planeta concentra tres cuartas partes de la riqueza mundial, Argentina se ubica entre los países con altos niveles de desigualdad, tanto en ingresos como en patrimonio. Así lo señala el World Inequality Report 2026, que advierte sobre una profundización de las brechas económicas a escala global en un contexto marcado por el estancamiento de los ingresos del trabajo y la creciente concentración del poder económico.
El informe, elaborado por el World Inequality Lab y publicado de manera anual desde 2018, llega en un momento que los propios autores califican como crítico. En buena parte del mundo, los niveles de vida permanecen estancados para amplios sectores de la población, mientras la riqueza y la capacidad de decisión económica se concentran en una minoría cada vez más reducida. Los datos son espantosos: menos de 60.000 individuos, lo que representa el 0,001% de la población global, controlan una cantidad de riqueza superior a la que posee la mitad de la humanidad, es decir, a más de 4.000 millones de personas.
Un mundo cada vez más concentrado
A escala global, los datos son contundentes. En 2025, el 10 % más rico de la población mundial controla el 75 % de la riqueza total, mientras que la mitad más pobre accede apenas al 2 %. En términos de ingresos, la concentración es similar: el 10 % superior se queda con el 53 % del ingreso mundial, dejando al 50 % inferior con menos del 10 %.
El reporte subraya que esta dinámica no responde únicamente a diferencias salariales, sino a una acumulación acelerada de activos —financieros, inmobiliarios y tecnológicos— que crecen mucho más rápido que los ingresos del trabajo. En ese desacople entre lo que se gana y lo que se posee se explica buena parte del aumento de la desigualdad.
Tecnología, rentas y nuevas formas de acumulación
El informe inscribe estas tendencias en un proceso más amplio de transformación del capitalismo contemporáneo. El avance de las tecnologías digitales, la automatización y la expansión de plataformas globales reforzaron estructuras económicas altamente concentradas, donde pocos actores controlan infraestructuras clave, datos y circuitos de intermediación.
Los beneficios de la innovación tecnológica, lejos de distribuirse de manera homogénea, tienden a concentrarse en quienes poseen capital, patentes y plataformas, generando retornos extraordinarios con bajos costos marginales. Este patrón contribuye a explicar por qué una fracción ínfima de la población mundial concentra hoy más riqueza que miles de millones de personas.
El término tecnofeudalismo, utilizado por economistas y teóricos contemporáneos, describe una fase del capitalismo en la que la acumulación ya no se apoya principalmente en la producción industrial, sino en la captura de rentas a partir del control de tecnologías, plataformas digitales y datos.
A diferencia del capitalismo clásico, donde la ganancia provenía del trabajo asalariado, este modelo se caracteriza por el ontrol de infraestructuras digitales globales la extracción de valor a partir del uso de datos y la intermediación, la concentración extrema de poder económico en pocas corporaciones y el debilitamiento de la capacidad regulatoria de los Estados.
Argentina: desigualdad alta en un contexto global adverso
En ese escenario internacional, Argentina no queda al margen. Según el World Inequality Report 2026, el 10 % más rico del país concentra alrededor del 45 % del ingreso total, mientras que la mitad más pobre recibe poco más del 12 %. El 40 % intermedio capta el resto, configurando una estructura claramente desequilibrada.
La desigualdad se vuelve aún más marcada cuando se observa la distribución de la riqueza. El 10 % más rico controla cerca del 59 % del patrimonio total, mientras que el 50 % más pobre posee menos del 5 %. El 1 % más rico, por su parte, concentra aproximadamente una cuarta parte de la riqueza del país.
Si bien estos niveles son algo menores que el promedio global extremo que describe el informe, colocan a la Argentina por encima del promedio mundial en concentración de ingresos y riqueza, y en sintonía con otros países de América Latina que exhiben estructuras distributivas regresivas.
El reporte confirma que América Latina sigue siendo una de las regiones más desiguales del planeta. Países como Brasil, México y Colombia presentan patrones similares, con una fuerte concentración de ingresos y activos en los sectores más altos. Argentina comparte ese perfil regional, aun cuando su distribución del ingreso aparece algo menos extrema que la de algunos de sus vecinos.
La persistencia de estas brechas da cuenta de una dificultad histórica para transformar el crecimiento económico en redistribución sostenida, especialmente en un contexto global donde la riqueza se expande a partir de activos financieros y tecnológicos, más que del empleo y la producción.









